Todo tiene un porqué
El otro día comentaba con unos amigos qué libros habíamos leído últimamente y les dije que uno sobre la Primera Guerra Mundial. Una cosa llevó a la otra y uno me pregunto: "Pero, ¿cuáles fueron las causas de la Segunda Guerra Mundial? ¿la invasión de Polonia, no?" Tuve que decirle que, aunque la invasión había sido el detonante de la guerra, las causas eran cosas mucho más profundas.
Cuáles sean esas causas no es el objetivo de este blog, pero sí poner de manifiesto una cosa: muchas veces al buscar el porqué de las cosas que ocurren en la vida, nos quedamos en la invasión de Polonia. Y hay causas más profundas. Ignorar este hecho nos deja más vulnerables a que nos ocurran desgracias.
Casualmente, esa misma tarde hablaba con otro amigo y me contaba como un compañero se había divorciado. "Un día llegó mi mujer y me dijo: ´Ya no siento pasión, me voy´; y me dejó" Y eso que ambos eran cristianos. Lo que me llama la atención es que esa persona comete el mismo error que el anterior: para él eso es suficiente explicación, pero las cosas no pasan así como así. Una mujer no te abandona porque un día no sienta pasión, un hijo no se fuga de casa porque un día decide que tiene que reinventarse, una guerra no se causa porque un día alguien decide invadir un país vecino.
Para todos, también los cristianos, llegar al fondo de este tipo de cuestiones es crucial. Si no estamos atentos a ellas cualquier día nos podrán decir una cosa así, pero si se trabaja, se estudia, se consulta y se piensa, y como consecuencia de ello se ven las señales y se adelanta uno, quizá pueda poner fin a las causas antes de que la guerra explote.
D´Artagnan