A ti, que lo estás pasando tan mal.
Lo primero que quiero decirte es que no soy ajeno a lo que te pasa. Esto es importante.
Sé de sobra como están las cosas, y también sé que, cuando estás pasándolo tan mal, las palabras de los otros hacen más daño que bien, sobre todo si intentan darnos recetas, o si uno siente (porque se siente) que no te están entendiendo, que en el fondo pasan de ti.
Las razones del sufrimiento son variadas, y la época en que vivimos se empeña en darnos todos los días argumentos nuevos.
Sí. Una amiga me decía una vez: “cuando abro los ojos y me despierto, lo primero que pienso es ¡otro día! ¡un día más para sufrir!” . A lo mejor te sientes igual. Bueno, confieso que algunas veces yo me he sentido así; de manera que puedo decirte que te entiendo sin ser un hipócrita, ni dármelas de terapeuta.
No te conozco de nada, ni puedo poner rostro a estas palabras. Da igual. Tú tienes muchas caras: la mía propia, la de tantos y tantos como he visto con lágrimas en los ojos. En el fondo estamos unidos, quizá más de lo que piensas, y de alguna manera, lo que te pasa a ti nos pasa a todos…
Puede que sea el paro, y ya me entiendes. De pronto parece que te han devaluado y no puedes explicarte cómo, ¡si tú trabajabas! Y lo hacías bien, pero de un día para otro te ves en la cola del INEM y “los lunes al sol”. A tu edad va a ser difícil que te contraten, pero quedan años para la jubilación ¿y mientras? ¿mientras qué? ¿Cómo salir de ésta…
Puede que sea un hijo enfermo, o torcido o muerto. Puede que entonces de verdad te des cuenta de lo que es sufrir, de lo imbéciles que eran, en realidad, tus preocupaciones. Ahora te encuentras roto por dentro y no sabes qué hacer, ni como tu vida va a poder parecerse o ser igual a como era antes.
O, a lo mejor estás sola, o te han maltratado hasta el punto de que ni sabes ya quien eres, ni lo que vales, si es que vales algo. Puede que estés harta de esperar a ese novio que no acaba de llegar, a ese futuro que siempre imaginaste. Puede que tu marido beba, puede que hayan depredado tu inocencia. Puede ser que odies, sin querer odiar…
Quizá simplemente estás enfermo y sabes que vas a morir, y te preguntas cómo será posible que, cuando faltes, las cosas vayan a seguir siendo tan igual. Que las flores sigan brotando y los árboles echando hojas, y los críos yendo al colegio, lo mismo que ahora, pero sin ti. ¡Y te sientes pequeño y asustado, como ante un abismo que se comerá tantas cosas, mientras te invade la sensación de que todo es injusto, y desearías rebelarte.
O es posible que no sea para tanto. Pero arrastras, como un monigote pegado a tu espalda, esa enfermedad que no te mata ni te deja vivir, esos dolores que te hacen anhelar la hora de la pastilla, ese jefe que asfixia tus días, ese marido que ya no habla o esa mujer insoportable…
Quizá piensas mucho, o no piensas nada. “¡La vida es una mierda!” oí exclamar una vez a una chica llorando de puro desconsuelo. Te dices a ti mismo que todo el mundo sufre, pero en el fondo sabes que no todos igual: “hay quienes nacen con estrella y otros estrellados”. Claro que sí.
Pero todos esos interrogantes parecen quedar sin respuesta, lanzados como al vacío ¿No? y el silencio resultante, te sobrecoge aún más…
Te escribo esta carta, a ti que estás pasándolo mal, para decirte, en voz muy baja y con toda la humildad de que soy capaz… que te entiendo.
Te digo que te entiendo y que yo no soy ajeno a tu problema. Si me encuentro contigo te echaré una mano. Si quieres lloraré a tu lado o te escucharé lo que haga falta. Yo también he sufrido y no he olvidado. Soy un ser humano como tú y quiero que me importe lo que te pase. Para eso estoy.
Voy a rezar por ti, lo primero. Luego, más lejos o más cerca, estaré ahí.
La verdad es que no entiendo por qué pasa esto; no lo sé a ciencia cierta y a veces me siento, como tú derrotado y confuso. Pero déjame decirte una cosa: escúchame bien.
¡Creo en Dios! Y no voy a soltarte un rolllo piadoso. Sólo esto: Existe. Te quiere (da igual que no lo sientas ni pizca). Tu vida está en sus manos. Si oras, te escuchará.
Lo último: Todo acabará bien. Todo lo de tu vida. Si hubo una noche, ten por cierto que habrá una mañana. Aquí o en la otra vida, tu ganarás si confías en él.
En cuanto a mí, aunque no me conozcas, confía en lo que te digo porque me lo creo.
Yo quiero estar a tu lado. No es un farol: si lo necesitas escríbeme. Ahí está mi dirección.
¡Ánimo! Y que Dios te bendiga, seas quien seas.
josuefons@gmail.com