Trucos
Veamos este caso real: “Pues me han contado de unos de los que más van por mi parroquia que han hecho… (omito el hecho en sí) con… (omito con quién), y me parece fatal, se han portado muy mal. Menos mal que unos vecinos se han portado fenomenal, y han resuelto el asunto, y eso que ni van a misa… porque si es por los otros…”.
Diré que el hecho en sí opino que estaba fatal, y la actitud de los vecinos parece que fue muy buena. Pero se intuye (o algo más que eso) la mala intención de muchos (no todos) de los que hablan así, en plan “Hay que ver lo malos que son algunos que se dicen católicos y van a misa; los muy hipócritas, fíjate lo que hacen… y sin embargo este que no cree en Dios es mejor persona…”.
Esto, que parece una frase inocente, no se puede admitir así sin más, porque es un truco. Pongo un ejemplo: si comparamos BMW con Audi para ver qué marca es mejor, no podemos escoger el mejor modelo de uno y el peor modelo del otro. Habrá que escoger dos modelos similares, si queremos llegar a algo con sentido. Por tanto, si quieres comparar bien, hazlo entre un buen católico y un buen no católico; o entre un mal católico y un mal no católico. Y mira el resultado.
Aún así, esta es una comparación bastante inútil y poco fruto sacaremos de ella. ¿Qué valor van a tener uno, dos o los casos que sean? Mucha más luz nos dará examinar la cuestión desde su base. Imaginemos que podemos desdoblar una persona en dos: una es creyente y la otra materialista. Una cree que existe Dios, que nos ha creado, que tenemos un alma inmortal, y que hay un premio o un castigo en la otra vida. La otra cree que somos una colección de átomos que por cosas del azar se han unido, han cobrado vida, desarrollado inteligencia, y que viviremos unos ochenta años.
¿Cuál de ellos se portará mejor? No olviden que es la misma persona…
Por último, volviendo al caso del inicio, podríamos decir de ese buen vecino que “Si se ha portado así de bien sin ser creyente, ¡imagina cómo se hubiera portado si lo fuera!”
Aramis