La difícil tarea de vivir del Evangelio en España.
Aunque no es mi caso particular, estoy cansado de ver a laicos fieles y ungidos cuyos ministerios a favor de toda la comunidad cristiana zozobran por falta de apoyo material. Casi siempre se trata de personas que han sentido y contrastado la llamada de Dios a servir en su Reino con exclusividad, pero la realidad es tozuda: algunos te cuentan cosas increíbles, como que, tras viajar lejos de tu casa a dirigir un retiro, impartir un curso o pronunciar una conferencia, quienes te han invitado sólo te despiden con una sonrisa y un apretón de manos, sin importarles el dinero y el tiempo que has gastado en ellos. ¡Es que lo contrario parecería muy poco “espiritual”, verdad! Pedir el dinero que necesitas es algo venal, y pareciera que actúas por interés.
¡Triste mentalidad!
El resultado de esta manera de ver las cosas es inevitable. La poca profesionalidad, el sustituir sin remordimientos la excelencia por la “buena voluntad”, dejando ¡y solo parcialmente! el cuidado y la calidad para los acontecimientos más excepcionales y mediáticos (léase JMJ y similares) hacen que la presentación del Mensaje cristiano sea muchas veces patética en comparación con, por ejemplo, la de una simple Coca-Cola o el último detergente. Pero de ese tema ya hemos hablado en otras ocasiones.
Es posible que el planteamiento haya que focalizarlo en un nivel más profundo. Personalmente creo que ya no es válido el razonamiento de que puesto que “lo propio de los laicos es el mundo secular” es esa su única función, y por consiguiente deben dedicarse sólo a él. La realidad es muy distinta, y muestra que cada vez más seglares se ocupan de aspectos netamente religiosos, como la evangelización, el acompañamiento espiritual, el pastoreo de personas, la enseñanza religiosa o la creación teológica. No podrá ser de otro modo si, dadas las perspectivas, la Iglesia tiene que sobrevivir y continuar su función en el Mundo Desarrollado. Con el debido discernimiento, estas personas deben ser liberadas por la comunidad cristiana para que ejerzan su función de la mejor manera posible, y se preparen a conciencia para ello. Es algo de lo que todos debemos mentalizarnos, y debemos hacerlo ya.
Todos tenemos que cambiar nuestro modo de pensar. Seguramente los siglos en los cuales la Iglesia vivía, primero de sus propiedades y después del estipendio estatal, han dejado en los fieles una mentalidad burocrática, según la cual los sacerdotes eran unos meros funcionarios a su servicio (“cáseme”, “bautíceme, dele la comunión a mi hijo”), a cuyo mantenimiento no tenían por qué contribuir. ¿Se imaginan hacerlo con simples laicos?
Claro, la clave siempre pivota sobre los mismos aspectos: conversión personal y vida comunitaria. Si realmente somos capaces de dar este paso y transformar las parroquias en comunidades de personas verdaderamente “nacidas de nuevo”, gozosas de su fe y deseosas de compartir sus bienes, todos estos problemas se solucionarán de forma casi automática. La ya varias veces citada en este blog comunidad de Willow Creek (Chicago), tiene más de trescientas personas en nómina para garantizar una asistencia y un cuidado de altísima calidad a sus 8.000 participantes y a otras muchas personas que dependen de ella. ¿8.000 participantes? Hay parroquias de Madrid que tienen más feligreses ¿Y ni siquiera son capaces de sostener a su párroco y a un puñado de colaboradores?
Es evidente que algo tiene que cambiar.
Sueño con que en la Iglesia española pueda haber comunidades laicales, parroquias y obispados que liberen a personas y matrimonios escogidos para que dediquen su tiempo y sus talentos a servir al Reino de Dios con toda dedicación y que lo hagan con excelencia. Creo que muchas cosas entonces comenzarán a funcionar de forma mucho más profesional y digna para la Gloria de Nuestro Señor, y la salvación de los hombres.
En cuanto a los hermanos que me criticarán por “poco espiritual” (ya nos vamos conociendo), solo decirles que bien sé que algunos desprecian todo lo dicho como “cosas de este mundo”: puro marketing religioso. A mí me parece justo lo contrario, ya ven, y que es bien triste vender el mensaje más noble y puro envuelto en el papel de periódico de la chapuza, la improvisación y el amateurismo.
¿No creen ustedes?
Un fuerte abrazo a todos.
josuefons@gmail.com