Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Santa Hildegarda en la pechina de San Plácido

Este domingo 7 de Octubre de 2012 será sonado para la orden de San Benito, porque el Papa Benedicto XVI va a declarar Doctora de la Iglesia a una santa abadesa benedictina, y en consecuencia, las benedictinas del Convento de San Plácido de Madrid ha preparado un magnífico cartel cuyo texto dice:
"Santa Hildegardis de Bingen (10981179) será declarada doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI el día 7 de octubre de 2012".

El cartel reproduce una de las cuatro pechinas de la cúpula de su iglesia, que es una de las escasas representaciones de Santa Hildegarda que hay en el mundo. Se trata de un gran fresco de Francisco Ricci, donde la santa abadesa se apresta con los brazos abiertos a abrazar a Cristo en la cruz, mientras unos angelitos sostienen los instrumentos de la Pasión, y alguna de sus obras.

La verdad es que la santa que pintó Ricci con los estigmas en las palmas de las manos y en el pecho, no se parece ni poco ni mucho las miniaturas medievales que ahora conocemos gracias a la tecnología de nuestro tiempo, pero que el pintor no pudo conocer.

Ricci en su fresco ha retratado una santa lozana, y no la "pobrecita fémina enfermiza" que ella misma se consideraba. Más aún, la ha pintado estigmatizada, cosa de la que no hay constancia. Los títulos de las obras que sostienen los angelitos no son de Santa Hildegarda, y la visión de la monja y el Cristo pudo ser, ¿por qué no?, pero tampoco figura en las miniaturas. Santa Hildegarda siempre veía a Cristo de Hombre Dios resucitado y en plena majestad.

La inevitable sospecha es que el pintor no sabía una palabra de Santa Hildegarda, y quienes le encargaron el cuadro tampoco. A cambio tenían todos algo muy valioso: fe maciza, confianza, esperanza y el deseo de dar a conocer a su Santa. De todas formas, para que no haya dudas, sobre la pechina hay un medallón verde que avisa en letras de oro "Hildegardis, abb[atissa]", Santa Hildegarda, abadesa. Debajo está pintado un escudo de armas con las de Castilla, Aragón, Navarra y un cuartel con cinco torres en campo de gules que probablemente son los blasones de la casa de doña Teresa Valle de la Cerda, la fundadora y primera abadesa.

El fresco es magnífico y parece que se terminó de pintar antesdeayer; los colores son vivos y llamativos, y la perspectiva es tan perfecta que uno se pregunta si no se caerá el báculo de abadesa que Santa Hildegarda ha dejado suelto.

Y esta pechina de Santa Hildegarda, al igual que las otras que representan a otras tres santas abadesas benedictinas, solamente es parte de los tesoros que encierra este monasterio, que con toda justicia está declarado Monumento Nacional.

El monasterio de San Plácido tiene sobre el altar mayor un magnífico cuadro gigantesco, de veintitantos metros cuadrados, de la Anunciación, obra de los pinceles de Claudio Coello. Tiene también un Cristo yacente de manos de Gregorio Fernández, y de este convento era el famosísimo Cristo de Velázquez, que no se sabe de que oscura forma pasó a manos de Godoy y de ahí, tras muchas vicisitudes, fue a parar al Prado. El convento tiene una copia espléndida.

El monasterio de San Plácido fue creado por la piedad de doña Teresa Valle de la Cerda, que a sus veinte años en el último momento dejó plantado a su prometido para hacerse monja. Teresa era de la casa de Medinaceli, aquella que viene del hijo mayor de Alfonso X el Sabio, y por eso tenía el privilegio de decir a los Reyes de España el día de su jura: "Después de Vos, nos", hasta que se lo prohibió Felipe V, que venía con malos modos de allende Pirineos.

Es el famoso convento donde la abadesa fundadora dio un buen escarmiento a Felipe IV quien, enterado de la belleza de una novicia, había hecho excavar un túnel para meterse en el convento a través de la carbonera. Cuando logró entrar, acompañado de Olivares y de Jerónimo, el cortesano que le había ido con el cuento y que era el despechado exprometido de la abadesa fundadora, se encontraron el lúgubre escenario de que la hermosa novicia yacía en un ataúd mortuorio flanqueado por hachones encendidos. Los conspiradores huyeron descompuestos mientras la espabilada abadesa y sus monjas tuvieron motivo para reirse del pesado desengaño que habían preparado a la voraz lujuria del monarca y a sus aduladores sin conciencia.

El monasterio o convento de San Plácido está en uno de los barrios más castizos de Madrid, en la calle de San Roque, 9, con vueltas por las calles del Pez y de la Madera. El convento es de clausura, pero se pueden concertar visitas en el telefono 915 317 999.

Más en: http://madripedia.es/wiki/Convento_de_San_Pl%C3%A1cido

José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia
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