Y ahora qué ¿una calle para Carrillo?
por En cuerpo y alma
Le crecen los enanos al PP, y ahora sin duda, se va a ver ante un buen embolado de esos que le gustan poco, esta vez en el ayuntamiento de Madrid, donde no les quepa a Vds. la menor duda, a los partidos de izquierda les va a faltar tiempo para proponer la dedicatoria de una calle a Santiago Carrillo, líder que fue del Partido Comunista Español. Una calle que sólo se le otorgará si el voto del Partido Popular no lo impide, que para eso goza de las responsabilidades de gobierno y de una cómoda mayoría absoluta en el pleno consistorial. En cuyo caso la pregunta es: y el Partido Popular… ¿qué va a hacer ahora el Partido Popular ante el nuevo reto?
Puede desde luego votar afirmativamente: mucho me gustaría saber cuántos de Vds. creen que eso es, precisamente, lo que va a hacer. Puede abstenerse, lo que sería ridículo, porque entonces saldría adelante una propuesta que habría de cumplir sin haber votado, lo que teniendo mayoría absoluta, sería poco menos que humillante. Y puede votar en contra.
Para votar en contra de semejante concesión en el callejero de la villa y corte, si es que tal fuera su decisión, de momento podría recurrir al socorrido argumento de que cuando en el mismo ayuntamiento se propuso una calle para Manuel Fraga, los comunistas de Izquierda Unida ya lo hicieron, por lo que a nadie debería extrañar que en justo pago, el Partido Popular votara ahora en contra de similar concesión a un comunista tan significado como Santiago Carrillo. Pero esa regla matemática basada en el famoso principio del “do ut des”(te doy para que me dés) que ya hemos tenido ocasión de comentar alguna vez en esta columna, no funciona en la política española, y lo que Izquierda Unida le hace al Partido Popular no tiene en modo alguno por qué ir acompañado por la recíproca: cosas de la política española. Y después de todo ¿saben qué? Que para el PP sería la peor alternativa posible: no le serviría para congraciarse con una parte muy significativa de su electorado; no le salvaría de las airadas diatribas de la izquierda, de toda la izquierda; y daría la razón una vez más a los que hablan de esos complejitos e incertidumbres que convierten su mensaje en una auténtica adivinanza.
Santiago Carrillo, | hijo predilecto de Gijón. |
Tiene una segunda alternativa, que es la consistente en tomar el toro por los cuernos y explicar las verdaderas razones por las que “D. Santiago” (el comunista Santiago Carrillo es, paradojas de la historia, el único hombre público al que todos los cronistas le dan el don) no puede tener una calle en Madrid.
Muchos son los creen que en el 75 Carrillo “nos perdonó” de una dictadura del proletariado como regalo a la Transición española. Particularmente me pregunto hasta qué punto cuando aceptó transitoriamente la bandera bicolor –y digo transitoriamente porque tal aceptación no rige más en lo que queda de su partido-, no actuó más pensando en su partido que en el país, y en las posibilidades que habría tenido en la España del 75 el Partido Comunista de instaurar una dictadura del proletariado, aunque me temo que muy pocas. Aún así, aceptemos como respuesta válida la de su valiosa aportación a la transición pacífica de España a un régimen democrático.
Mujeres y hombres rezando en Paracuellos del Jarama |
Pues bien, aún en ese caso, Santiago Carrillo no es sólo el “héroe de la Transición”. Pese a quien pese, Santiago Carrillo incurrió a sus tempranos veintiún años de edad, en el año 1936 y más concretamente en los meses que transcurrieron entre noviembre y diciembre de ese año, en responsabilidades de una gravedad incomparable, indefinible, inexplicable, inmensurable. No necesito ni explicar de lo que hablo. Con que esa responsabilidad fuera sólo política y sólo se refiriera a la pasividad con la que combatió el asesinato de un mínimo de ocho mil personas en las cárceles y checas de Madrid, Santiago Carrillo tiene para purgar durante varios siglos donde quiera que lo tenga que hacer. Pero es que además y lamentablemente, no está claro, no está nada claro sino que más bien parece todo lo contrario, que sus responsabilidades no trascendieran lo meramente político, adentrándose entonces en la más cavernosa de las responsabilidades morales, humanas y penales.
Santiago Carrillo ha podido morir en paz. Gracias, entre otras cosas, a la aplicación de principios procesales innegociables en el sistema de garantías jurídicas del que nos hemos dotado los españoles que son los mismos que un juez de infausta memoria le quiso negar a otros españoles. Pero no: mientras esas responsabilidades impagables no estén suficientemente dirimidas, Carrillo no debe tener una calle en Madrid. Que se la den otras ciudades donde gobierne la izquierda: van a hacer cola ya lo verán. Pero en Madrid, escenario de sus tropelías en el 36, no. Espero que eso, aunque sólo sea eso, el Partido Popular lo sepa comprender para emitir un voto acertado en una votación que sin duda, se va a producir en breve.
©L.A.
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