El planazo de verano que se pegan los curas
Ahora que nos adentramos en septiembre y el verano da sus últimos coletazos, me siento ya inmerso en la vorágine del día a día con mil cosas que hacer, proyectos que continuar y con esa sensación tan común entre los mortales de haber pasado de puntillas por el verano sin apenas aprovecharlo.
El caso es que visitaba esta mañana a un entrañable sacerdote en el obispado y me comentaba que la “vuelta al cole” había sido de lo más ocupada. Lo admirable es que había estado todo agosto “de guardia” para que los demás compañeros de la nave de Pedro se pudieran tomar algunos días de asueto tranquilo. Al final no creo que se haya tomado muchos días de vacaciones, y como él son tantos los curas que por responsabilidad y celo de su rebaño apenas paran cuando los demás estamos de chiringuito en la playa.
Yo no sé si se será que todos los curas con los que trato son muy trabajadores, pues mi sensación es que al final la mayoría lo que hacen es aprovechar para ejercicios, reuniones, prédicas y sustituciones de compañeros en otros lugares de España.
Lo comentaba con un genial cura de Almería, que me invitó en agosto a hablar en un foro sacerdotal sobre Nueva Evangelizacion en Granada al que acudieron casi una treintena de curas y un obispo. El foro apenas duraba 24 horas porque era todo lo que los párrocos podían escaparse de sus obligaciones veraniegas en pueblos que por motivos del estío duplican y hasta cuadriplican sus habitantes.
También en agosto fuimos a llevar a un sacerdote amigo al aeropuerto, camino de Santo Domingo donde pasó unos días de prédicas y visitas varias ejerciendo de cura; como no, en Barajas también tropezamos con otro amigo sacerdote que iba camino de Tánger, a practicar el árabe y conocer otras culturas que a buen seguro le servirá en su quehacer sacerdotal.
Si me acuerdo de otros párrocos más de lo mismo. Otro buen amigo que es párroco, juez y hombre orquesta en la diócesis se va de capellán a campamentos, acompaña gente al camino de Santiago y asiste a encuentros familiares; el tiempo restante para su retiro sacerdotal anual. Si le preguntas te dice que descansa así, sirviendo a los demás, haciendo alguna escapada a la playa entre col y col o aprovechando que no le requieren mucho los laicos con los que va.
Lo mismo los obispos, que cada vez conozco más y comprendo por qué hay que estar muy en forma para serlo, ya que no paran más que unos días arañados entre obligaciones y cuidados pastorales varios.
Al final la conclusión es que a todos les sale el cura que llevan dentro, allá donde estén y como lo suyo no es una profesión, sino algo que se es para siempre y donde se esté, pues no hay mucha vacación tal como la entendemos en el mundo secular.
Y si no que se lo cuenten al cura rural que tiene tropecientos pueblos, o al cura de ciudad que como un amigo se encuentra a mitad de vacaciones con que le dan una parroquia más y tiene que espabilarse para tener todo listo el uno de septiembre.
Recuerdo que Juan Pablo II hablaba mucho de la importancia de saber descansar, lo cual es muy sabio y se aplica muy especialmente a la gente más ocupada. El papa beato daba esos evocadores paseos por las montañas, ora caminando, ora esquiando con su fulgurante sotana blanca que se difuminaba en la nieve. Era un ejemplo de fecundidad, y en medio de la actividad encontraba ese momento de relax espiritual y solaz para el alma que es la naturaleza y la soledad acompañada con Dios.
No todos se lo pueden permitir y muchas veces cuando programas eventos, encuentros y demás, te topas con la dificultad cotidiana para escaparse de tantos sacerdotes voluntariamente atados a sus parroquias y al rutinario repetir de misas, celebraciones y demás que les hace héroes de la perseverancia.
Antes no lo apreciaba tanto, porque a los curas de alguna manera los daba por supuesto, pensando que eran parte del paisaje de cada iglesia que visitaba.
Empecé a caer en la cuenta de lo intenso que es el trabajo pastoral cuando en Londres, trabajando para Alpha tenía que acudir seis días a la semana a la iglesia a trabajar y libraba sólo uno en el que muy frecuentemente acabábamos teniendo grupo de oración.
Parecerá escandaloso pero cuando te pasas el día trabajando de sol a sol entre oraciones, cursos de evangelización, escuela de teología y demás, a uno le dan ganas de tomarse vacaciones de Dios y siente aquella necesidad que glosaba un monje poeta que admiro de “secularizarse por un rato”.
Son todas cosas que te encantan, pero al final como cualquier persona, necesitas ese espacio y ese parar que recarga las pilas… y como dice el salmo “si me olvidó de ti Jerusalén…”; al final lo que acaba pasando es que el día libre acabas teniendo el grupo de oración y sales contento por haberte encontrado con Dios en vez de “paganizarte” por un rato.
Después de Londres llegó el trabajo para Alpha en España y a veces se juntan cursos con viajes, presentaciones, visitas, retiros…y es entonces cuando admiras a esos “profesionales de la gracia” que están ahí día a día, durante años, hasta toda una vida, sirviendo a Dios y a los hombres, repitiendo mil veces la misma homilía, el mismo ceremonial, las mismas absoluciones a los mismos y reiterativos pecados…
Son héroes sin vacaciones, porque de ser cura uno no se puede tomar vacaciones, como tampoco uno se las toma de ser padre, ni debiera tomárselas de ser cristiano, y en cambio si se las toma de ser abogado, electricista, panadero o cualquier otra profesión.
En el fondo es un planazo de vacaciones, y por eso muchos ponen al mal tiempo buena cara y siguen ahí al pie del cañón en todo momento, con el móvil encendido para quienes les quiera llamar e importunar.
Una curiosidad profesional, los horarios de localizar a los curas empiezan a las diez de la noche. Cuantas veces ese cura ocupado a quien no hay manera de localizar durante el día porque se lo pasa atendiendo gente, descuelga el teléfono a las 1100pm para llamarte, terminada su cena, en vez de quedarse tranquilo y dejar el tema para mañana. Yo no los llamo a esas horas, para no molestar, pero ellos lo hacen porque es el rato que tienen para hablar.
Al final Dios siempre pide horas extra y la buena noticia es que siempre las paga doble, no como en el mundo secular…cuántas experiencias maravillosas cuando uno no puede más y debiera estar descansando.
Seguro que los sacerdotes atesoran muchas de estas experiencias, y es por eso por lo que con alegría entregan su tiempo y sus vacaciones a quien se lo pueda demandar…
Y como lo cortés no quita lo valiente, aunque se santifiquen así, no está de más hacer propósito de no dar mucha guerra en verano, ni tampoco a la vuelta, para ayudarles a descansar….