Vencedores o vencidos
por Hablemos de Dios
En estos días he podido ver algún fragmento de la película que lleva este título y que está ambientada inmediatamente después de la Segunda Guerra mundial, cuando se celebró el famoso juicio de Nuremberg, que condenó algunos de los responsables del genocidio Nazi. El guión es muy bueno y contiene agudas reflexiones que dan razón al título de la versión en español. Todos perdimos la Segunda Guerra porque fue fuente de atrocidades, de odio que tardó mucho en sanar. Terrible el holocausto promovido por aquel instrumento del demonio que fue Hitler, terribles también las dos bombas atómicas, o los bombardeos indiscriminados de los aliados sobre la población civil, o la entrada a saco de los soviéticos en Polonia, Hungría o la misma Berlín, asesinando inocentes y violando miles de mujeres. Recuerda también la película como Hitler recibió el apoyo de las potencias occidentales que no reaccionaron hasta que no vieron amenazados, atacados e invadidos sus territorios.
Una de las expresiones que me ha llamado la atención es una en la que se afirma: “se esterilizaba a las personas como si fueran animales”. Es gracioso, los juicios de Nuremberg condenaron a cadena perpetua a los que hicieron esto. Hoy en día las potencias occidentales que los juzgaron hacen lo mismo en Africa y Asia, y lo promueven como una decisión aconsejable en todo el occidente. Así la vasectomía y la ligadura de trompas se ha convertido en una práctica habitual, como el aborto, y poco a poco se abre paso la eutanasia. Dicen que en Holanda los ancianos no quieren ser llevados al hospital por el temor de que les apliquen la eutanasia sin previo aviso. He oído decir que se ha hecho incluso en las ambulancias, así no se ocupan camas sin necesidad… ¿Cuántos niños con síndrome de Down han sido eliminados sistemáticamente en España en los últimos años? ¿Cuántos por malformaciones “posibles”? Siempre tienen derecho a vivir, no son monstruos, son seres humanos, pero ¡Cuántos embarazos de riesgo acaban en partos donde se da a luz un bebé totalmente normal! Aun cuando sería necesario aclarar muy bien lo que significa ser “normal”.
Hay otra película interesante llamada “Minority report” de Steven Spielberg, en la que por medio de algunas personas con poderes paranormales se predicen los crímenes antes de que se cometan. Así los asesinos en potencia son detenidos y encarcelados por delitos que todavía no han cometido. Algo así como “no me consta que seas malo pero por si acaso te quito del medio”. Estar enfermo no es ningún delito, pero ahora el modo de razonar es: “me dicen que quizás nacerás enfermo, así que prefiero que no nazcas; estás muy enfermo, mejor muérete”. Lo que se esconde detrás de un supuesto sentimiento de piedad es un interés personal: “no quiero cargar con ese peso toda mi vida, o es muy duro atender un anciano postrado durante años”. El aborto y la eutanasia tienen el mismo origen ideológico, lo que Juan Pablo II llamó “la cultura de la muerte”.
Intentemos descubrir la mentalidad que se esconde en lo más profundo de este tipo de planteamientos que se están convirtiendo en ley. Se está admitiendo la posibilidad de que en determinadas circunstancias dolorosas no vale la pena nacer o vivir, y por eso se le hace un favor a la persona si se le concede no nacer (cuando es un niño no nacido) o la posibilidad de morir (en caso de adultos).
Detengámonos un momento en el caso de la llamada Eutanasia. Si lo miramos detenidamente nos daremos cuenta de que se trata de un derecho al suicidio. A un suicidio asistido por el médico en este caso y no aplicado directamente por el suicida. Teniendo en cuenta la rápida evolución de las ideas y la acomodación de las leyes al pensamiento de las gentes, podríamos alcanzar en pocos años situaciones que vamos a intentar caricaturizar en una escena imaginaria del futuro:
Llega un hombre de edad madura a una clínica y sostiene el siguiente diálogo con la señorita del departamento de información. “Buenos días, ¿el servicio de suicidios?”. La señorita entrenada para vender el producto le responde: “Sí, cómo no. ¿Usted desea dejar de sufrir esta vida tan difícil? Aquí le brindaremos la mejor de las muertes a un costo razonable. Puede elegir entre la inyección letal de fresa, de vainilla o de chocolate. Y sale usted ya empaquetadito para el cementerio o lo incineramos aquí mismo por el mismo precio. Después de todo, ¿para qué quiere usted el dinero después de su dulce salida de este mundo cruel?”. Asaltado por la duda el señor replica: “Bueno, déjeme pensarlo porque es una decisión comprometida”. Ella lo ataja rápidamente: “No lo piense tanto, después de todo usted ya ha vivido lo mejor de su vida, porque se está haciendo viejo, no es usted muy guapo que digamos, ni famoso, ni lleno de millones, seguramente nadie le quiere de veras ¿qué interés puede tener su vida?”.
Qué terrible es pensar que en una sociedad que se ufana de libre y protectora de los derechos de todos, se aprecie tan poco la vida. ¿No es todo esto un radical pesimismo? Empezaremos matando a los enfermos terminales, luego seguiremos con los ancianos, luego les tocará el turno a los feos y feas o deformes, luego a los que consideremos tontos o poco inteligentes, al final siempre encontraremos excusa para acabar con el que nos moleste más. Serán los extranjeros o los de otra raza o religión. Después de los millones de muertos de la Segunda Guerra mundial no hemos aprendido la lección todavía ¿será que estamos preparando otra guerra peor?