Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Del Pentecostés judío al Pentecostés cristiano

Del Pentecostés judío al Pentecostés cristiano

por La divina proporción

 El monte Sinaí es símbolo del monte Sión... Fijaos hasta que punto las dos alianzas son el eco una de la otra, con que armonía la fiesta de Pentecostés es celebrada por cada una de ellas... El Señor bajó, tanto sobre el monte Sión como sobre el monte Sinaí, el mismo día y de modo semejante...

Lucas ha escrito: «De pronto vino un ruido del cielo, como de un viento recio. Los apóstoles vieron aparecer una lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3)... Sí, aquí y allí el ruido de un viento recio se dejó oír, un fuego se dejó ver. Pero en el Sinaí era una nube espesa, sobre el monte Sión el esplendor de una luz muy brillante. En el primer caso se trataba «de la sombra y la figura» (Hb 8,5), en el segundo, de la verdadera realidad. En otros momentos se escuchaba el ruido del trueno, ahora de pueden discernir las voces de los apóstoles. Por un lado, el resplandor del rayo; por el otro estallan prodigios por todas partes...

«Todos salieron del campamento para ir al encuentro del Señor, al pie de la montaña» (Ex 19,17). Se lee en los Hechos de los Apóstoles: «Al oír el ruido, acudieron en masa»... De todo Jerusalén el pueblo se reunió al pie del monte Sión, es decir en el lugar en que Sión, figura de la Santa Iglesia, empezaba a edificarse, a poner sus fundamentos…

«Todo el monte Sinaí  humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego, dice el Éxodo (v. 18)... ¿Podían no quemar los que estaban ardiendo con el gran fuego del Espíritu Santo? Tal como el humo señala la presencia del fuego, así también por la seguridad de sus palabras, por la diversidad de lenguas, el fuego del Espíritu Santo manifestaba Su presencia en el corazón de los apóstoles. ¡Dichosos los corazones llenos de este fuego! ¡Dichosos los hombres que ardían con Su calor! «El monte temblaba violentamente. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte» (v.19)... De la misma manera la voz de los apóstoles y su predicación se hacían cada vez más fuertes; cada vez más lejos se hicieron escuchar sus palabras hasta que «su mensaje alcanza a toda la tierra y su voz llega hasta los límites del orbe» (Sl 18,5). (San Bruno de Segni. Comentario del Éxodo, c. 15)

Pentecostés es una fecha muy especial. Celebramos el día en que el Espíritu Santo se posó sobre los Apóstoles y estos recibieron los dones que Cristo les prometió.

 
Sin duda, los Apóstoles se transformaron de manera maravillosa e inesperada. Pasaron de ser un grupo de personas llenas de temor y dudas, a un ejército dispuesto a todo por difundir el Evangelio. ¿Qué les sucedió? ¿Lo podemos entender? Tal vez podamos acercarnos intelectualmente a lo que pudo pasar en su interior, pero nunca seremos capaces de entender la luz cegadora que iluminó el ser de estas personas. Pudo suceder tal como se cuenta en el Génesis, “Hágase la Luz” y la luz se hizo en el corazón de todos ellos.

 
¿Cómo recibimos hoy en día el Espíritu Santo? Esta no es una pregunta secundaria, ya que podríamos pensar que el Espíritu ya no se manifiesta. Pero no es así. El Espíritu tuvo que entrar de golpe en los Apóstoles, porque su misión lo requería y así lo prometió el Señor. Hoy en día, el Espíritu actúa, pero de una manera menos impetuosa y multitudinaria.

 
También es evidente que nosotros mismo no estamos nada predispuestos a dejar actuar al Espíritu en nosotros. Nos da miedo aceptar su acción. Esta acción nos llevaría a cambiar la manera de vivir y eso no es sencillo de aceptar.

 
El fuego quema y transforma lo que toca. De igual forma, el Espíritu nos transforma en la medida que permitimos que actúe. Tal como el humo señala la presencia del fuego, así también por la seguridad de sus palabras, por la diversidad de lenguas, el fuego del Espíritu Santo manifestaba Su presencia en el corazón de los apóstoles. ¡Dichosos los corazones llenos de este fuego!

 
El sonido de un trueno hizo congregarse a una multitud que fue testigo de la transformación de los corazones de estos hombres. ¿Qué es el trueno en nuestro tiempo? ¿Qué es aquello que nos convoca? ¿Quién habla en diversidad de lenguas?

 
Tal como San Bruno indica. Es la Iglesia la que nos convoca y son las voces de nuestros pastores, las que nos llenan en corazón de Esperanza.

 
Quiera el Señor llenarnos de Su Espíritu y darnos de beber de esa Agua Viva que quita la sed para siempre.
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