La Iglesia española en crisis: 1) La parroquia auditada.
Veníamos de viaje, después de haber pasado la jornada visitando a unos hermanos de la comunidad en otra ciudad. Cuando uno tiene tres horas de coche por delante suele ser un buen momento para hablar de cosas más profundas, esas que, con la vorágine de los de los días y de todo lo que hay qué hacer (Laurent Fabre, el fundador del Chemin Neuf, me lo decía una vez: “dans ces communatés nouvelles on travaille trop!”), quedan a un lado.
Habíamos estado en una ciudad del centro de España y veníamos hablando de una parroquia concreta, antigua, muy renovada tras el Concilio, y que aún mantenía un complejo organigrama: consejo, comisiones, representaciones, encargados, etc. La conozco algo: desde mis tiempos de estudiante. Sé que ha contado y cuenta con sacerdotes sencillamente ejemplares, y que en ella se ha trabajado mucho, muchísimo. Sin embargo en el coche hablábamos de que había sufrido cierta crisis, de que las cosas no iban bien del todo…
Yo pregunté en voz alta “A ver, ¿cuáles son, verdaderamente, los fines de una parroquia?”. Bueno, eso está claro: teniendo en cuenta que ésta es el modelo privilegiado de encuadramiento y participación de los fieles en la vida de la Iglesia, nos encontramos con que la función de alimento, formación y en definitiva, santificación del Pueblo de Dios, es uno de ellos. Aquí podemos incluir también, en parte, la dimensión celebrativa y sacramental. En otro orden de cosas tendríamos la ayuda a los necesitados (aunque, en España, ésta suele hacerse mayormente a través de Caritas, que es un movimiento especializado en sí), y las labores de promoción de otro tipo. En tercer y último lugar contaríamos con la dimensión evangelizadora, es decir aquella a través de la cual se proclama la fe a quienes llamamos “alejados”, aunque nunca hayan estado dentro, ni cerca siquiera, de la fe.
La cuestión fundamental, le decía yo, podríamos reducirla, pues, a tres preguntas:
1) ¿La gente que participa de una manera u otra, crece en su vida de fe? ¿es más santa a medida que pasa el tiempo? ¿Se nota el gozo de la fraternidad?
2) ¿Los pobres son atendidos de una manera digna y adecuada?
3) ¿Cada año son muchas las personas que, como consecuencia de toda la vida parroquial y su testimonio abrazan con alegría la fe cristiana?
En este caso, las respuestas parecían fáciles. De la fe y su crecimiento, nunca se hablaba en el Consejo parroquial, siempre se trataban cosas más “prácticas”. De hecho no estaba nada claro que todo el mundo en dicho Consejo tuviera realmente una experiencia fe.
A los pobres se les atendía…como se podía. Faltaban voluntarios, desde luego, y sobre todo, gente joven. En lo referente a la dimensión evangelizadora, pues tampoco parece que se incorporara gente nueva. A veces acudía alguien nuevo a la misa, sobre todo inmigrantes, pero era un hecho que nadie se involucraba en la vida parroquial, que por otro lado consistía básicamente en reuniones.
De haberse tratado de una empresa auditada, parece claro que el informe habría sido claramente negativo: los fines no se cumplían, sin embargo el trabajo desarrollado era ingente. Lo que en el ámbito secular habría parecido una barbaridad (seguir empleando gran cantidad de recursos, sin alcanzar ninguna de las metas) en el mundo eclesial, se hace continua y tranquilamente. Hace poco un responsable eclesial nos decía: “a nivel pastoral seguimos haciendo lo mismo que hace 20 años”. ¿Funciona?, no, pero de todas formas seguimos haciéndolo. Y añadía: “no sabemos qué otra cosa podríamos intentar”. Y, entonces, por supuesto, lo mejor es continuar igual: así por lo menos podemos decir que hacemos algo. Aunque sea inútil, y aunque sepamos perfectamente que lo es… siempre nos queda el recurso de decir: “¡…algo quedará!
Un abrazo. ¡No se pierdan el próximo post!
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