La liga de los ateos por Cristo
Si a cualquier cristiano nos preguntaran las razones por las que evangelizamos, podríamos salir con respuestas al uso estilo “porque Jesucristo lo mandó, y la Iglesia así nos lo pide”, pero estas razones serían del todo ininteligibles para alguien que no tuviera fe.
La respuesta más simple y llana es: “porque es lo mejor que le puede pasar a uno en la vida”.
El Evangelio son Buenas Noticias, y ahora que estamos en Pascua qué mejor que recordar la verdad fundamental de nuestra fe, que Cristo resucitó para que tuviéramos vida, y ésta en abundancia.
Esta verdad de Perogrullo a la que nos hemos acostumbrado los cristianos, ha dejado de sorprendernos, pues nos parece lo más natural y normal del mundo.
Pero no lo es. Que Jesucristo cambie vidas, y que sus seguidores estén empeñados en hacer de este mundo un lugar mejor, es algo único en la historia de la humanidad.
Ninguna institución más que la Iglesia ha dado tantas Madres Teresa, Don Orione, Dorothy Day, San Vicente de Paul, ni tantos millones de anónimos trabajadores del Evangelio que se entregan en un sinfín de obras de caridad sin las cuales el mundo dejaría de ser mundo, para convertirse en un inhóspito lugar.
De alguna manera esto se nos olvida cuando somos atacados por la mentalidad ambiente, la dictadura de lo políticamente correcto, y la imposición de una sociedad que vive en una cultura de muerte, amiga de lo ajeno y deshumanizadora en su raíz porque se ha empeñado en destruir la familia.
Por eso con la Pascua debemos reivindicar lo que nos es propio, la belleza de la Resurrección, la posibilidad de un mundo mejor y una humanidad nueva, y los valores profundos de eternidad que tenemos plantados en lo profundo del corazón.
Curiosamente hay gente en esta sociedad que empieza a mirar al cristianismo y preguntarse si acaso no nos iría a todos mucho mejor si la sociedad fuera más cristiana.
Conscientes de que ni partidos políticos, ni sindicatos, ni celebridades están dispuestos a dar la vida por los demás, se empiezan a dar cuenta de que los cristianos, en cambio, tienen ese algo tan diferente que en el fondo todo el mundo anhela.
Al menos eso he querido leer yo en el editorial del programa radiofónico de un agnóstico declarado, Luis del Pino, del pasado sábado santo, el cual hace una glosa del Padre Damián para acabar reflexionando acerca de lo bien que nos iría si hubiera más padres damianes en este mundo.
No es el único; el célebre John Mortimer, creador de la serie inglesa de televisión Rumpole, ateo destacado y opositor de los cristianos fallecido en 2009, se declaraba ateo hasta que un día su corazón cambió por lo que en sus propias palabras “empezó a considerarse como un miembro prominente de la Liga De Los Ateos Por Cristo”.
Al preguntarle qué le hizo cambiar, dijo: “ver el impacto en la sociedad de una generación que ha rechazado a Dios y, como resultado, la ética cristiana”.
Concluyendo, por si la Pascua y el mandato del Señor resucitado pesaran poco en nuestro ánimo para lanzarnos a la evangelización, y la llamada de la Iglesia a hacer una Nueva Evangelización nos resultara muy complicada, tenemos un argumento definitivo para evangelizar:
La gente lo necesita, y aunque muchos lo rechacen – no va a ser el discípulo superior a su maestro- hay gente en esta sociedad que nos exige precisamente que seamos genuinos y les hablemos de Dios, con las palabras y las obras, aunque ellos no acierten a creer en lo que nosotros creemos.
Son esos gentiles que se acercaban al patio del Templo de Jerusalén, esos modernos ateos y agnósticos de la liga de los ateos por Cristo, y esos millones de personas que cada día acoge y cuida la Iglesia sin pedir nada a cambio, ni preguntarles por sus creencias.
Ellos esperan de nosotros un testimonio acerca de la posibilidad de vivir de una manera diferente, y tienen sed de Jesucristo como el que más, porque aunque oigan llover y no sepan donde, son conscientes de lo que da Vida y lo que la quita.
¿No es una razón poderosa para creer en esta Pascua en el tesoro que tenemos y lanzarnos a evangelizar?