Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El humo del incienso ¡y el de la barbacoa!

por Inversiones en esperanza

Los días del Triduo han sido lluviosos en el Norte y ha hecho frío, sin embargo el retiro que durante ellos hemos celebrado en comunidad resultó  cálido y brillante. Esta mañana el sol luce esplendoroso: desde mi ventana veo brillar la hierba esmeralda y cuajada de flores. Parece como si toda la Creación quisiera vestirse de Pascua: ¡da gusto verla!

Desde hace unas horas pienso en esa Iglesia de nuestros amores, que en todas las partes del mundo festeja la Resurrección: imagino los cánticos acompañados de tambores, los palios de colores y las multitudes vestidas de blanco en las comunidades coptas de Egipto o Etiopía,  la alegría y el góspel de las parroquias en la periferia de Nueva Orleans, y hasta la comedida fiesta en los templos católicos en Japón, donde los cerezos están en lo mejor de su floración y las familias realizan en familia el ritual anual del  hanami.

Las jornadas pasadas con tantos hermanos, ¡y con tantos niños! Me han hecho sentirme feliz: hemos celebrado y orado con profundidad. También nos hemos abrazado, reído y llorado de lo lindo: ha habido tiempo para todo, como de todo hay en la vida de las personas. La única sombra que he sentido de Jueves a Domingo ha sido el pensar en todos los que no se habrán enterado, en todos aquellos para los que hace tiempo que el tiempo se paró en viernes y desconocen la alegría del sentido, de la alabanza y de las caricias de los demás.

Esta dicha experimentada me lleva a pensar cada vez más en la necesidad de evangelizar, y también de precisar cómo debe ser una Iglesia que de verdad evangelice (ya saben, mi tema recurrente).

Siempre me llamó la atención el pasaje de la célebre saeta de Antonio Machado donde  afirma no querer cantar más “al Cristo del madero”, “sino al que anduvo en la mar”. Antes era más duro con el poeta sevillano, y me parecía superficial este verso, incapaz de comprender el significado de la muerte del Señor. Ahora, con esto de irme haciendo mayor, soy más tolerante y llego a entender quizá mejor su deseo.

Machado quería más luz, en todos los sentidos. Quizá no tuvo mucha suerte con el catolicismo de su tiempo, demasiado de charanga y pandereta, demasiado de luto y tristeza. No fue al único intelectual que le pasó (¡pienso tanto en Unamuno!). En todo caso ellos ya están muertos (bueno, espero que estén vivos en la Fiesta eterna del Padre), así que los que me preocupan son las personas de hoy.

Me preocupan porque, sobre todos los jóvenes, siguen pensando que lo cristiano es sombrío y enemigo de la vida. Cierto que las hieráticas y bellas liturgias que emiten en televisión,  igual que la que se celebran en la mayoría de pueblos y barrios, no ayudan mucho a cambiar la imagen. El otro día, cuando celebrábamos con la parroquia la Vigilia Pascual pensaba, por ejemplo, qué poco “resucitado” y que lúgubre (musical y rítmicamente hablando) suena el famoso Resucitó, Resucitó… que nos seguimos empeñando en cantar.

Cuando leo las páginas de REL o de otros diarios católicos siento tristeza por la cantidad de polémica que somos capaces de generar los cristianos. ¿Hace falta estar siempre recalcando nuestras convicciones doctrinales? ¿señalando los errores del Mundo, o de los demás creyentes? Decimos que la sociedad es laicista, que no nos comprende y que es injusta. Sí, las tres cosas son ciertas, pero ¿no tendremos nosotros también algo de culpa, por parecer intransigentes,  por estar respondiendo todo el rato a preguntas que nadie nos hace? ¿Por enfatizar continuamente cosas que no son para nada el núcleo fundamental del mensaje de Jesús?

¿Realmente presentamos a los demás una fe gozosa y resucitada? No lo sé. Pero hay una cosa que sí sé: si lo hacemos, la mayor parte de la gente no lo percibe así.

Hay teólogos que piensan que retorciendo el dogma con terminología filosófica (hasta desvirtuarlo por completo) lo hacen “más accesible al hombre moderno”. Creo, con el respeto debido, que se equivocan de medio a medio. Al hombre moderno el Dogma, católico o de otro tipo, le importa más bien poco. Pero, eso sí, el testimonio personal, la coherencia y la honradez, la fe y la esperanza, y, quizá más que nada la alegría, le llaman mucho la atención: eso puedo asegurarlo.

¿Sería posible una mostrar una Iglesia decididamente Pascual? ¿Una Iglesia en que fueran noticia diaria su alegría, su esperanza, su sencillez, y su amor?

Hoy, precisamente lunes de Pascua, ¡no saben cuánto anhelo una Iglesia con un cartel muy grande en la fachada principal de cada templo que pusiera “¡Pasa hombre, que ésta es tu casa!

¡Y que mezclara el humo del incienso con el de las barbacoas!

Un abrazo para todos, con todo mi cariño.

josuefons@gmail.com

 

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