Frailes y monjas ¿también para hoy?
En realidad -desde entonces- esa es la llamada y vocación de cualquier cristiano, de cualquier bautizado. Pero ya desde los orígenes de la Iglesia han existido personas que han hecho de su vida una “consagración”, que han seguido una “vocación” radical de pobreza, castidad y obediencia. Esto es lo que se celebra en esta jornada de cada año, el día 2 de febrero: la vida consagrada; quienes han tomado como vocación propia ese seguimiento radical de Jesús, en pobreza, castidad y obediencia.
Ya han pasado muchos años (fue en 1963) cuando Manuel Lozano, el Beato LOLO, escribió este artículo que sigue; y fueron muchos más los que escribió con ese tema de la vida consagrada (es toda una colección de cartas suyas); releyendo este que se reproduce más abajo, se aprecia la misma jugosidad de entonces, la misma alabanza que hoy es necesario hacer de ese estilo de vida que, todavía hoy y por siempre, muchos hombres y mujeres se esfuerzan por recorrer.
La radicalidad del seguimiento de Cristo es una llamada universal; pero entre las varias vocaciones a esa radicalidad está este modo de vida “consagrada” tomando como signo y señal ese estilo de pobreza, castidad y obediencia. No es algo pasado de moda; es un precioso modo de consagración, de vivir aquel sentimiento de Jesús: “aquí estoy para cumplir tu voluntad”.
Rafael Higueras Álamo
Postulador de la Causa del Bto. Manuel Lozano
También Dios sopla en la frente
(Revista Orate nº 21, mayo 1963)
Hermanas:
Os invito a asistir con la imaginación a una conferencia que se celebra en
Os confieso que me gusta abordar el tema de la inteligencia dentro de la generosidad para con Dios. Para decirle que sí a Él nos hacemos, a veces, cristianos de rompecabezas, con el importante, pero no único, pedazo de nuestro ser que es el corazón puesto a su servicio. Decía Pío XII que "una atmósfera divina envuelve todo, penetra todo", y también así la inteligencia esta nimbada por esa impalpable lluvia de gloria. Cuando Dios sopló sobre la figura modelada por sus manos, lo hizo con un aliento de fuego. Desde entonces, las brasas tienen su sitio en el corazón, pero por donde entra y sale la luz es por la inteligencia. La puerta del amor está en la frente. Por eso decía Séneca: "Elige primero; después, ama". El amor de Dios es como el rayo de luz que pasa por la ventana. Todas las partículas del aire se caldean en su tibieza, pero también se iluminan con su claridad.
Ahora, en las relaciones sociales, se recrimina mucho y con razón, ese escándalo de un cristianismo de Iglesia que no se lleva también al trabajo, la casa y las gentes. En ocasiones, consagrarse a Dios se ha entendido un arrinconar todo libro que sea ajeno al Breviario. Y no: el dedo de Dios, señala, a todo el hombre o a toda la mujer. Vosotras, que le sentisteis bien seguro sobre vuestra vida, decid si cuando alzasteis la mirada no notabais a la vez chisporroteando en la propia frente, como una inmensa rueda de afilador. Los velos de novicia se prenden de la cabeza, donde está Dios hecho sueño y recuerdo, luz y conocimiento, resolución y entrega, para luego bajar y cubrir la inmaculada coronación de los sentimientos y el cuerpo. Después viene ese caminar paso a paso por esa carretera que conduce a Dios, que es el cumplimiento de los deberes, los ejercicios de mortificación y obediencia, ese ir pasando lentamente el corazón hasta la orilla de la felicidad que es la renuncia por amor; pero de Dios nos llenamos también trabajando su figura, profundizando en su conocimiento. Ramilletes de criterios y sentimientos son el mejor homenaje a Dios cuando llega la noche.
En el mundo hay muchas criaturas que visten un hábito religioso. Unas cuidan de ese cirio de oro que son las palabras que desde el corazón se izan al cielo; otras consumen la leve tiza de los párvulos o la más complicada de los logaritmos universitarios; bastantes se visten de blanco para secar lagrimas y cerrar cicatrices. Por las calles van también gentes que, con corbata o rebeca, viven el más alto sentido de la fraternidad cristiana. Unos y otros tienen el lazo común del amor.
Si; "a quien se da, Dios se da". Cada alma que vibra y se sale de sí hacia los demás vive una segunda Encarnación. La caridad actúa en nosotros como esos satélites que ahora se utilizan para la televisión. El amor nos lanza a la órbita de Dios, y ya en su círculo, retransmitimos a todas las criaturas la imagen y el conocimiento de Dios que recibimos.
Pero Dios, no es sólo cordialidad, sino también belleza. Nos duele confesar que, por desgracia, y con más frecuencia de la debida, hemos tenido un celo dañino de Dios. El Ser supremo que nos ha tocado llevar en vilo por el mundo, lo hemos paseado en alcanfor, como una planta de vivero que pueda ser dañada por la luz del mediodía. Como a las reliquias de los santos, nos ha dado miedo pasear algo más que no sea el corazón. Al acercarse al microscopio, la cátedra o el aparato científico, Dios se ha encontrado con esa aduana de los guardabarreras católicos, las vírgenes necias de día que alardean de fe. Abajo el miedo; ¿no veis, amigos, como Dios alza la cara y aguanta sin parpadear la luz conjunta de todos los soles del universo?
Cada penicilina o cada hormona que se descubre es una estrofa del gran "Te Deum" que canta toda la naturaleza. No hay ni un solo investigador que no haya temblado de emoción al asomarse a la obra creadora. Todos los sabios rezan sobre los pupitres. Y es que como decía Claudel, "por donde quiera que extienda mis manos, siempre nado en el esplendor de Dios".
Pese a los católicos de reata,
El Dios que dais y a quien os dais, transmitidlo, Hermanas, en toda su riqueza. Que el pan que deis a repartir cada día, se cueza con el fermento de vuestra mente y la llama de vuestro corazón. La campana que repica cada mañana os llama también al trabajo del conocimiento. Dad gloria a Dios cultivando el jardín de vuestras ideas; que el sudor florezca sobre los libros de estudio. No mutiléis la obra del Espíritu Santo haciéndole ascos al don de sabiduría. Empapaos de luces; llenaos de verdades; caminad con sed de curiosidad por la senda de los años, incluso llegad al borde de la muerte con el ansia de aprender por amor; dejad que la bola de luz divina rebote en vuestra alma para que, a la caída, el mundo se haga un semillero de antorchas.
Atinad a conocer la luz que hay más allá de la venda o el pinchazo de la inyección. Una herida que se cura es también un corazón que se cicatriza, pero una bomba de cobalto que se maneja con agilidad puede ser también el principio de un tumor de incredulidad que se quema por la caridad de las manos que manipulan.
Vuestro siempre
Manuel Lozano Garrido