Domingo, 22 de diciembre de 2024

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¿Por qué Dios no responde siempre a las oraciones?

por José Alberto Barrera

Antes de dar una respuesta estereotipada, me gustaría invitar a todos los lectores a hacer una reflexión profunda, equilibrada y respetuosa con el padecimiento ajeno de quien en la angustia y el dolor recurre a Dios y no ve respondidas sus oraciones.

Esta semana me ha tocado enseñar en Alpha sobre la oración, las promesas de Dios, el fruto que hay en ella, y también preguntas tan punzantes como ¿responde Dios siempre a nuestras oraciones?, ¿podemos pedirle a Dios por todo lo nuestro, hasta lo más banal e intranscendente? ,¿por qué Dios no cura a todo el que se lo pide?

El tema no es fácil, ni para el que se considera súper cristiano, ni para quien no lo es, por más que a veces queramos pertrecharnos en la seguridad de sabernos la teoría, lo cual no es en absoluto lo mismo que tener fe y confianza en Dios.

En efecto, todos sabemos que Dios es Padre, que todo obra para bien y que Él responde a nuestras oraciones y cuida de nuestras necesidades, pero curiosamente cuando hablas del tema mucha gente cristiana parece no esperar de Dios nada más que la fuerza para resignarse y aceptar lo que venga.

De alguna manera cuando hablamos de la oración de petición la gente da por descontado que Dios no tiene por qué hacernos caso, por lo que no merece la pena pedir por lo propio, sino más bien pedir la fortaleza necesario para hacer su voluntad.

Cuando oigo esto no puedo evitar pensar que si los niños pidieran de esa manera a sus padres -no me des, que se haga tu voluntad, dame fuerza para aceptar- dejarían de ser niños en ese mismo instante.

Creo que ser cristiano tiene mucho que ver con vivir una profunda relación de filiación con Dios, y que por tanto en la oración nos jugamos el entablar una relación de confianza con Dios, en la que podamos mostrarle con toda familiaridad nuestra desnudez existencial, pues como dice el salmo 139 Él nos conoce en lo más íntimo.

  Y para esto hace falta pedir mucho, y esperarlo todo de Dios, pues de Él nos vienen todos los bienes, y en Cristo podemos descansar nuestros corazones como dice San Pablo:

No os inquietéis por cosa alguna, antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones mediante la oración y la súplica, acompañándolas de la acción de gracias, y la paz de Dios que sobrepasa todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4,6-7)

¿Tenemos la suficiente fe en Dios y en las promesa de Cristo acerca de la oración? -  “pedid y si os dará” (Mt 7,7), “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, se lo concederá mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 19), “si pedimos conforme a su voluntad Él nos oye” (1 Jn 5,14)

A veces la sensación que tengo es que no; no tenemos fe en Dios, ni confianza, y por eso Cristo se preguntaba “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18,8)

Y por eso, por pura falta de confianza, falta de inocencia y falta de audacia, no pedimos, ni esperamos milagros de Dios, porque estamos imbuidos en la mentalidad racionalista de este occidente postcristiano en el que vivimos, que informa nuestra manera cartesiana de ser, vivir y pensar.

Desde luego cuando uno sale de Europa y va a lugares como Latinoamérica, la sensación es que la gente espera de Dios con una fe que sólo la sencillez y la necesidad pueden dar, pues nosotros en el fondo vivimos instalados en una falsa sensación de seguridad existencial por las riquezas materiales que tenemos.

Y Dios allí, como aquí, actúa donde le dejan actuar, pues Él es el mismo siempre y no puede negarse a sí mismo, ni su paternidad, ni su misericordia, ni su constante velar por lo que es mejor para nosotros.

Como quiera que sea aun así muchas veces pedimos y no vemos respondidas nuestras oraciones. Pero que no lo veamos no significa que no pase, aunque en la manera que Dios quiera y en sus tiempos.

Pero igual que a veces no se ve, otras pasa lo contrario, y las oraciones que vemos responder aumentan nuestra fe.

 Me estoy acordando de una anécdota que me contaron las monjas del Cottolengo de Barcelona. En una ocasión se aproximaba la Navidad y los niños que cuidan, enfermos crónicos sin recursos que no tienen familia que les pueda atender, habían pedido una equipación completa del Barcelona.

La monja que los cuidaba, preocupada por la desilusión que tendrían los niños, acudió a la superiora, la cual la animó a presentar la petición a Dios y a confiar.

El día de reyes, sin previo aviso, se acercaron unos jugadores del Barcelona al Cottolengo con equipos para todos los niños, y según me cuentan trajeron exactamente los justos, de manera que ni faltó ni sobró nada…y luego que digan que no hay Providencia…

¿Por qué en este caso respondió Dios a las oraciones y en otros no?

 No lo sabemos, ni tenemos derecho a pretender tener una respuesta tipo “no rezaste con fe” o “Dios nos manda el dolor para santificarnos”; más bien tenemos que reconocer que no sabemos, aunque confiamos, y seguir pidiendo la gracia a Dios para todo, presentándole nuestra vida entera y la de nuestros hermanos.

 

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