Una mirada a la Iglesia en Cataluña

Aprovechando unas horas de asueto, no puedo dejar de hablar de todas las cosas positivas que uno se encuentra en esta tierra que a tantos santos ha inspirado, cuya tradición cristiana se respira por todas las esquinas aunque la sociedad civil y laicista quiera hacerla opacar.

La Iglesia en Cataluña vive un momento difícil  con una sociedad tremendamente secularizada y muy alérgica a todo lo que venga de ella. El problema no queda ahí, pues faltan vocaciones, el clero está muy envejecido y lo normal es encontrarse con feligresías poco abundantes y ya entradas en edad.

 En medio de todo esto, mi experiencia personal es el encuentro con el rostro más amable de la Iglesia, encarnado en tantas gentes que dan su todo por Dios y trabajan a destajo desde los rincones más recónditos de esta tierra hasta las grandes ciudades.

Si uno conoce Cataluña por dentro todo evoca una gran tradición muy cristiana, capaz de engendrar monumentos de fe como el templo del Sagrado Corazón del Tibidabo o la Sagrada Familia, órdenes religiosas como los claretianos,  empresas evangelizadoras y un sinfín de asociaciones, que producen periódicos como Catalunya Cristiana u oratorios juveniles como los Esplai.

Cierto es que hay una crisis profunda, pero quizás por eso mismo se puede apreciar el inmenso valor, coraje y entrega de quienes perseveran, haciendo de sus vidas un testimonio constante de amor a Dios, a su Iglesia y a los hombres.

Desde la monjita de la Congregación de Hijas del Corazón de María que nos ha cuidado en su casa de ejercicios, hasta aquel obispo evangelizador y rompedor de esquemas, uno se encuentra con gentes excepcionales que son todo un ejemplo de fe.

Lo mejor que he encontrado aquí es que se intuye una nueva apertura, unas ganas de hacer cosas nuevas que está muy en sintonía con la llamada que se está haciendo a la Nueva Evangelización por parte de la Iglesia universal.

Y no es poco encontrar esto, yo por lo menos no me lo encuentro muy a menudo. Requiere muchas dosis de humildad, de esperanza y de apertura de corazón, pues muchas veces lo más fácil es caer en las actitudes de temor, cansancio, aturdimiento o repliegue que describen los Lineamenta para el Sínodo sobre Nueva Evangelización que tendrán lugar en Roma próximamente.

Al final lo que vale no es lo bien que esté la parroquia, el movimiento, o la diócesis de cada cual, sino la actitud de corazón y la apertura a la acción del Espíritu Santo que se tenga, pues sin ellos Dios no puede trabajar, ni renovar las cosas, ni inspirarnos la capacidad de soñar en grande.

Y de esto, de soñar en grande se trata, pues Dios siempre empieza por lo pequeño, por aquello por lo que nadie apuesta, para así sorprendernos recordándonos constantemente que la obra es suya y nosotros somos simples siervos inútiles que nos subimos al carro de lo que El está haciendo.

Ayer me lo comentaba un sacerdote entrañable, hablando de una nueva ola, un nuevo resurgir, un algo que está pasando de parte de Dios. No es fácil verlo porque aún es una ola que apenas comienza a crecer, pero se intuye, y edifica mucho compartir con quienes son protagonistas de ello.

En Cataluña se huele, se ve venir, y ojalá que en los próximos meses y años dé mucho que hablar en todas partes de la Iglesia Católica.