Lunes, 23 de diciembre de 2024

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El zulo del horror (a Jose Antonio Ortega Lara)

por Alejandro Campoy

No, así no se puede visitar este lugar. Salgo fuera y permanezco apoyado en el muro del pabellón mientras el resto de visitantes van saliendo fuera. Después, vuelvo a la estrecha cámara en solitario y me quedo dentro en completo silencio. Paso la yema de mis dedos por las inscripciones que dejaron en las paredes los condenados a morir de hambre y sed, y recuerdo las últimas horas de Maximiliano Kolbe y sus nueve compañeros en esa misma celda. Una agonía de poco más de dos semanas.

Fuera, a la derecha del pabellón, está el paredón donde se fusilaba a los elementos especialmente molestos, o a cualquiera, porque sí. En línea recta hacia el fondo de la avenida hay una horca. Allí fue ejecutado Rudolph Höss, el comandante en jefe del campo. Y al lado está la entrada a la cámara de gas y al horno crematorio que está anejo a la misma. Pero esto es Auschwitz, y está reconstruído y conservado como un museo. A tres kilómetros está el verdadero centro del horror, Birkenau, y esta inmensa llanura está tal y como la encontraron los ejércitos soviéticos. Algunos salieron vivos de aquí.

Algunos que pasaron dos o tres años sometidos a trabajos forzados y a unas condiciones inhumanas de vida, de higiene, de alimentación, de abrigo, de todo. Pero cada día veían la luz y respiraban al aire libre. Otto Frank, el padre de Anna, consiguió sobrevivir a este lugar y a toda su familia, horrendo castigo para el resto de su vida. Otto estuvo en Birkenau 142 días, desde el 7 de septiembre de 1944 hasta el 27 de enero de 1945. Otto vivió hasta los 91 años. Maximiliano Kolbe estuvo en la cámara de la muerte 15 dias hasta su muerte.

He visto las cámaras de gas. He visto los hornos crematorios. He visto la cámara de la muerte. Pero nada de todo esto me permite imaginar cómo es posible sobrevivir 532 días encerrado en un agujero sin poder ver la luz del sol. Un agujero bajo el suelo, de 3 metros de largo por 2,5 metros de ancho, donde sólo se pueden dar tres pasos, y donde sólo eres alimentado con verduras y frutas. Sí, tienes una bombilla, pero nunca sabes cuando es de día o de noche. Sí, puedes hacer ejercicio, pero nunca hablas con nadie. Cuentas las horas por miles hasta que el tiempo deja de tener sentido. Nunca sales, nunca hablas, nunca tienes ninguna experiencia que te permita recordar que eres un ser humano. Otto Frank sale cada día del barracón y habla con sus compañeros. Otto camina cada día y puede ver la luz diurna. Pero Jose Antonio no sale nunca. Sólo una bombilla. Maximiliano sufre una espantosa agonía durante 15 días, pero Jose Antonio tiene hambre durante 532 días. Y frío. El agujero siempre está húmedo, como el barracón de Otto. Y al final te vuelves loco. Y decides matarte. Sólo el destino, el azar o la providencia permiten que alguien levante la tapa del agujero cinco días antes de que ejecutes tu firme determinación.

Tu liberación le costará la vida una semana después a un joven de nombre Miguel Ángel. Las alimañas, los verdugos criminales no consentirán haber perdido su pieza. Los abyectos asesinos y torturadores aún quieren someter bajo su bota a los inocentes. Y hoy algunos igual de abyectos quieren ceder a las mismas exigencias que entonces plantearon, a las mismas exigencias por las que fuiste secuestrado tú, Jose Antonio.

¿Cómo podemos consentir? ¿Como puede ninguna sociedad mirarse al espejo siendo capaz de consentir? ¿Cómo entender que miembros del gobierno que debe velar por la seguridad y libertad de todos los ciudadanos hayan sido capaces de colaborar con los asesinos? ¿COMO ES POSIBLE QUE HAYA GENTE QUE TODAVÍA NO SEPA POR QUÉ HAY QUE ESTAR EN MADRID EL DÍA 5 A LAS 5?

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