El gato o el marido
Me cuenta un amigo que un excompañero de trabajo suyo está pensando en divorciarse. La persona en cuestión tiene 30 años y está casado hace cuatro. Le pregunto a mi amigo por los motivos y no los sabe pero en lo que me cuenta hay un dato bastante revelador. Él es muy alérgico a los gatos y ella tiene un gato al que quiere con locura y del que no piensa desprenderse. Testigos presenciales cuentan disputas públicas entre ambos a cuenta de este asunto.
Lo primero que me viene a la cabeza es cómo esas dos personas no han hablado del tema del gato antes de casarse, siendo este, como parece, un asunto tan crítico para ambos, aunque quizás él no sabía que era alérgico cuando se casó.
Pero lo segundo que se me ocurre, y mucho más importante que lo anterior, es que qué clase de amor tienen dos personas que en cuatro años “se acaba”. En realidad lo que creo es que no se ha acabado nada, sino que no había. Porque si dos personas se aman de verdad, todos los obstáculos se superan. Si en cuatro años eso se acaba… es para sospechar. Y si no hay amor (repito, amor de verdad), pues llega un gato y lo fastidia todo, por así decirlo.
En realidad el gato no tiene culpa. La culpa es del egoísmo. Porque eso es lo que une ahora a muchos matrimonios: el egoísmo. En una frase sería algo así como: “Me caso contigo porque me viene bien; desde luego me gustas, pero si vas a ser un estorbo para mi vida, te dejo”. Y mi vida incluye mi gato, mis amigos, mi rutina, mis deportes, mis aficiones… Y como la otra parte está pensando exactamente lo mismo, pues, o hay mucha suerte y te has casado con tu media naranja exacta, o la cosa enseguida se tuerce.
Pero es que para colmo les han vendido que el divorcio es la solución a su problema, así que allá van. Pero esto es un error. Porque el divorcio no soluciona nada, sólo traslada tu problema a tu próximo matrimonio, ya que un egoísta no deja de serlo por casarse dos, tres o diez veces.
La solución es dejar de ser egoísta y ponerse a amar de verdad. ¿Y eso qué es? Pues, por ejemplo, es saber lo que quiere el otro, lo que siente el otro y lo que es el otro, para poder conseguir aquello que le hace feliz; y hacer esto desinteresadamente. Y como se supone que el otro hará esto mismo contigo, pues las perspectivas serán muy buenas, ¿verdad?
Aramis