La apasionante situación de la iglesia española
Recién llegados a Madrid desembarcamos en una reunión de una parroquia de la diócesis de Getafe con la que estamos haciendo Alpha, a la que asistió nada menos que el obispo auxiliar don Rafael Zornoza.
Al día siguiente reunión en la diócesis de Alcalá para preparar otro curso, con un párroco emprendedor que se ha lanzado a liar a un equipo de gente dispuesta a evangelizar, para intentar hacer una experiencia en la que llegar a los alejados, enfriados o apartados de Dios y de la Iglesia.
En apenas un par de días me he encontrado con gente dispuesta a hacer cosas por Dios, a trabajar en la evangelización y a romper sus esquemas. El problema, cómo decía don Rafael, es que muchas veces no sabemos cómo, pues tenemos toda la buena voluntad del mundo pero nos faltan caminos por donde encauzarla.
Volver de fuera siempre es agradable, pues todo lo de casa adquiere un color especial, ya que miras con ojos nuevos lo que siempre has tenido al alcance de tu vista sin apenas prestarle atención. Con esos ojos miro a la Iglesia española, ahora mismo, pues me llama la atención todo lo bueno y genuino que contiene.
Creo que pocos negarán que nos encontramos en un momento de encrucijada, en el que necesariamente se ha de tomar un rumbo para continuar caminando en los años venideros.
España, como sociedad, vive una crisis en lo económico, una crisis en su demografía determinada por una baja natalidad y una crisis de valores de consecuencias devastadoras para tantísimos.
La Iglesia no es ajena a toda esta situación de dificultad y vive también su momento de asedio mediático-político, de agotamiento de estructuras pastorales, de secularismo invasivo, y de envejecimiento de la feligresía junto con la falta de vocaciones religiosas y sacerdotales.
En medio de todo esto cualquiera podría pensar que abundan los motivos para el pesimismo, pero también podemos ver en todo ello motivos de esperanza, pues por primera vez en muchísimo tiempo la Iglesia se ve obligada a volver a su fundamento, a su primera hora, a esa experiencia de conversión de Pentecostés que hizo todas las cosas nuevas.
Alguien dijo una vez que la palabra crisis es sinónimo de oportunidad, y sinceramente creo que es de lo más sano salir de la propia seguridad, del conformismo y la autocomplacencia de cuando las cosas funcionan, para recordarnos que somos pobres y dependientes de Dios en todo lo que hacemos.
Y es que nada como las vacas flacas para recordarnos quienes somos ante Dios, la radical necesidad que tenemos de Él, y lo importante que es trabajar desde y para su Voluntad, y no para los esquemas humanos que muchas veces nos fabricamos cuando las cosas nos van bien.
Mucha gente en Santo Domingo me ha dicho que lo que admiran de España es que los pocos que son "cristianos de verdad” lo son hasta los tuétanos, pues están comprometidos a fondo en su testimonio, en su oración, así como en su vida de trabajo y familiar.
Quizás será porque estamos volviendo a los tiempos de la Iglesia primitiva, cuando los cristianos eran una minoría perseguida que no tenía ningún beneficio social en el hecho de seguir a Jesucristo.
Si crisis significa oportunidad, ciertamente estamos en un momento lleno de posibilidades, que llama a ser intrépidos, a buscar nuevos caminos atesorando la tradición de la que venimos, pero respondiendo también a las necesidades del momento histórico que nos rodea.
La Iglesia española es apasionante, tiene pasado, tiene presente y tiene futuro. Sabemos que será el que Dios quiera, y ojalá que todos podamos tener un papel en el mismo para poder remar siempre mar adentro, más hondo, con energías renovadas en la confianza de saber que el Espíritu Santo es Señor y Jesucristo nos acompaña siempre en nuestro caminar.