Cristianos y ciudadanos

Han pasado dos semanas desde que Benedicto XVI abandonara suelo español tras su peregrinación a Compostela y la consagración de la Sagrada Familia en Barcelona. Mucho se ha escrito sobre las palabras que dijo en el avión de camino a España, sobre si unos gays se besaron a su paso por las calles de la ciudad condal, sobre si Zapatero debió estar en algún acto o si fueron apropiadas sus palabras de crítica al Papa en un reciente mitin. Pero quizá no se ha reflexionado lo suficiente sobre la opinión del propio Pontífice acerca de la visita. Esta opinión la emitió estando ya en Roma, en la audiencia general del día 10, y es en realidad la valoración que hace el principal protagonista de lo ocurrido.

Merece la pena destacar el final de la parte del discurso pronunciada en español, pues es un verdadero programa de trabajo que el Papa encarga a obispos y laicos españoles. Estas son sus palabras: “Pido al Señor que bendiga copiosamente a los Pastores y fieles de esas nobles tierras, para que aviven su fe y la transmitan con valentía, siendo cristianos como ciudadanos y ciudadanos como cristianos”. Primero, Benedicto XVI nos está pidiendo a los españoles que avivemos la fe –más espiritualidad-. Segundo, que no tengamos miedo de proclamarla y de defender pacíficamente los derechos de Dios y de su Iglesia –que no consintamos que nos conviertan en ciudadanos de segunda-. Tercero, y ésta es una frase genial: “que seamos cristianos como ciudadanos y ciudadanos como cristianos”; es decir, que nuestra manera de ser cristianos es implicarnos en la “cosa pública”, en la vida social, política, cultural, económica del país para dar ahí la batalla, y que esa batalla y esa implicación la hagamos en tanto que cristianos, impregnados de los valores evangélicos y poniendo a Dios en el primer lugar, por encima de simpatías partidistas.

Cristianos y ciudadanos. Eso es lo que el Papa nos ha pedido a los españoles. Partiendo de una fe revitalizada y vivida con valentía. Al meditar sobre ello no se puede dejar de evocar la “Carta a Diogneto”, del siglo II, donde se nos indicaba a los cristianos cómo desenvolvernos en un mundo hostil y cómo estar en el mundo sin ser del mundo. Mientras haya medios de comunicación como la Sexta –apoyados por el Gobierno- o mientras se acose a los monjes de una abadía benedictina como la del Valle, nadie podrá negar que en España se vive un secularismo agresivo, una cierta “dictadura del relativismo”. Y mientras esto suceda, los católicos no podemos abdicar de nuestra responsabilidad de ser ciudadanos y de serlo como cristianos. Eso y no otra cosa es lo que nos ha pedido el Papa.