De las palabras del Presidente Piñera al último minero rescatado
por Luis Antequera
Emocionado como cualquiera con los momentos maravillosos vividos en Chile, donde la especie humana ha dado un hermoso ejemplo, esta vez, de lo mucho bueno que es capaz de desplegar, quiero dedicar estas breves líneas a un aspecto que me ha impactado especialmente: las palabras del Presidente Piñera al último de los mineros rescatados, el Sr. Luis Urzúa, en cuanto se halló frente a él. De su breve discurso destaco las siguientes:
“Quiero agradecerle a Dios que estuvo con nosotros”.
Y al final del mismo:
“Quiero que cantemos con el casco en el corazón la canción nacional”.
Tras lo cual todos los presentes sin excepción se emplearon lo mejor que supieron y pudieron en entonar el himno chileno, probablemente al día de hoy, uno de los más conocidos del mundo.
¿Se imaginan Vds. que lo mismo hubiera ocurrido en España? ¿Qué habría dicho nadie sobre una mención a Dios en circunstancias tan excepcionales? ¿Qué habría pasado si a alguien se le ocurre hablar de la unidad de los españoles, y no digamos proponer entonar el himno –sin letra por desgracia, el único himno del mundo sin letra, ni para acuerdo tan simple somos capaces los españoles-, y además de todo cantarlo? Sinceramente, ¿se imaginan Vds. al Sr. Zapatero entregado a tan grande afán? ¿Recuerda alguien la que se armó en España cuando el Foro de Ermua decidió finalizar con la Marcha Real aquella manifestación por las víctimas del terrorismo y contra la vergonzosa y humillante rendición ante la ETA que se proponía llevar a cabo el Gobierno, y que gracias al tesón y a la fortaleza de un Alcaraz y de otros no se llevó a efecto?
Curioso país este nuestro. ¡Para cuando el momento! Para cuando el momento en que seamos capaces de superar tantos complejos y comportarnos sencillamente como se comporta el resto del mundo, acordándose de Dios –diría que para eso no hay que ser ni creyente- cuando Dios nos sonríe, y sintiendo en el corazón el más humano de los sentimientos que es el de pertenecer a la colectividad a la que pertenecemos de la manera más natural, la patria... Y más aún cuando se tiene la suerte de tener una como la nuestra, España, con una historia sin parangón, con una geografía maravillosa, con algunas generaciones de españoles inigualables (entre las cuales quiero destacar a aquella que tras vivir una guerra fratricida decidió aprender a vivir en paz), una nación sin cuya existencia, sin cuya participación en la historia, el mundo sería, definitivamente, distinto de cómo es. Y en muchas cosas, de eso no les quepa duda porque así es, peor.
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