El Papa vence en Inglaterra al secularismo agresivo
por Santiago Martín
El de Inglaterra no ha sido una visita más de un Papa a un país cualquiera. Por el momento y por el lugar, quizá se le puede incluir entre los viajes más importantes de los tres Pontífices viajeros y sin duda el más decisivo de los que hasta ahora ha hecho Benedicto XVI.
Inglaterra ha sido y sigue siendo la cuna del secularismo más radical –junto con Francia, tambien la cuna de la masonería-. Por eso allí se produjo el rabioso ataque a la Iglesia y a la figura del Pontífice que llenó durante semanas las páginas de los diarios y las pantallas de la televisión. Fue tan duro, tan ofensivo, que todo parecía indicar que el Papa se iba a introducir en el foso de los leones y que iba a quedar, allí, despedazado. Sin embargo, como suele suceder, la realidad no es la que los medios de comunicación pregonan y creen crear, sino la que es. Y esa realidad se ha puesto de manifiesto tanto en Glasgow como en Londres o Birmingham. Los testimonios gráficos han sido contundentes: cien mil personas en Londres y setenta mil en Glasgow no dejan lugar a dudas. En cambio, los enemigos de Cristo y de la humanidad sólo pudieron reunir unos diez mil para protestar contra el Papa, a pesar de todo el despliegue publicitario a su favor y de las ayudas económicas recibidas.
Números aparte, el viaje ha servido para que Benedicto XVI pudiera hacer una apología del catolicismo precisamente en uno de los lugares donde éste es más atacado por el secularismo agresivo que domina el mundo occidental. Como un nuevo Newman –que escribió “Apologia pro vita sua” para justificar su conversión en aquella Inglaterra de principios del siglo XX que le atacaba ferozmente por haberse atrevido a hacerse católico-, el Papa ha ido mostrando a los ojos de los ingleses y del mundo los ataques que están recibiendo los seguidores de Cristo, no ya, como antaño, de furibundos protestantes, sino de los ateos militantes, intolerantes y agresivos. Este ha sido el eje de los mensajes lanzados desde Glasgow, Londres o Birmingham. Como era de esperar, Benedicto XVI tuvo de nuevo palabras de condena hacia los sacerdotes pederastas, se reunió con las víctimas –estuvo con ellas más tiempo que con el primer ministro- y volvió a pedir perdón de parte de la Iglesia por no haber sido más vigilantes ante la posibilidad de que se cometieran esos abusos. Sin embargo, la cuestión de la pederastia no ha logrado desbancar el tema central que el Papa quería poner sobre la mesa con su visita a Inglaterra: la posibilidad de que los creyentes, y en especial los católicos, puedan vivir como ciudadanos de primera, con los mismos derechos que los demás, en una sociedad poscristiana. Esto lo ha conseguido con creces y realmente, por mucho que griten o insulten los clásicos comecuras, habrá un antes y un después sobre la presencia católica en la vida pública tras este imortantísimo viaje. Además se han conseguido otras dos cosas; la primera es presentar al mundo a los católicos como la única religión con fuerza y cohesión suficiente como para hacer frente al secularismo agresivo sin caeer en la violencia; la segunda, abrir la puerta definitivamente a los anglicanos que quieran hacerse católicos, iniciando así un proceso que puede tener consecuencias incalculables, mientras que se deja claro que el ecumenismo no es una negociación ni puede hacerse a costa de la verdad.
Si nos detenmos en algunos de los textos que el Papa ha pronunciado, creo que merecen la pena estos tres:
“La evangelización de la cultura es muy importante en nuestro tiempo, cuando la ‘dictadura del relativismo’ amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos pretender excluir de la esfera pública las creencias religioss, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto…. Por esta razón os invito a vosotros, fieles laicos, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro publico los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe” (Homilía durante la misa en Glasgow, el día 16).
“Cada generación debe preguntarse: ¿cuáles son los requerimientos que los gobiernos pueden imponer razonablemene a sus ciudadanos? ¿Hasta dónde deben alcanzar? ¿Apelando a qué autoridad pueden resolverse los problemas morales? Estas cuestiones nos llevan directamente a los cimientos éticos del discurso público. Si los principios morales que sostienen el proceso democrático sólo estábn definidos por consenso social, la fragilidad del proceso se transforma en algo demasiado evidente” (Discurso en Westminster Hall, ante la Reina de Inglaterra y los políticos ingleses, el día 17)
“En nuestra época, el precio a pagar por la fidelidad al Evangelio no es tanto el de ser quemados o descuartizados, sino el de ser considerdos irrelevantes, ridiculizados o escarnecidos. Pero aún así la Iglesia no puede abandonar el deber de proclamar a Cristo y a su Evangelio como realidad salvadora, la fuente de nuestra felicidad como individuos y el fundamento de una sociedad justa y humana” (En Hyde Park,el día 18).
El Papa, en nombre de Cristo, nos ha llamado a la lucha pacifica contra el secularismo agresivo y violento. Habrá mártires. Los hay ya. Serán las víctimas de la ridiculización o de las balas. Pero estamos dispuestos a pagar el precio, como lo pagaron nuestros mayores, con tal de permanecer junto a Cristo, sin el cual no podemos vivir. Y, como ellos, venceremos.