Lo reconozco. La impaciencia es una carretera por la que el demonio me adelanta por la derecha cada vez que centro mi mirada en mis planes y me despisto de los de Dios para mí.
Ayer por la mañana andaba yo turbado con una historia. A veces no meaguanto. No me aguanto a mí, digo. Ha sido a eso del medio día cuando he llamado a las Dominicas de Lerma para una gestión, y me ha saltado el contestador: “Sé feliz. Dios te ama”, ha sido el saludo, y yo me he acordado de quien inventó el aparatito.
Dios te ama. El amor. ¡Menuda cuestión! En ella, solo una cosa tengo clara: procedemos del Amor, estamos llamados a Él, y por tanto, lo necesitamos para vivir. Cada uno, en la manera y forma en que Dios haya conformado su corazón: en la vida religiosa, en la vida monástica, en la vida conyugal y familiar… es ahí, en su búsqueda, hallazgo y desarrollo de esa vida donde un corazón, un alma, la esencia inmortal y eterna de nuestro ser, es feliz o no, encuentra alegría o no, vive o no. No basta para ser feliz el saber que Jesús te ama. Hombre, ayuda bastante, es cierto, pero hay veces, situaciones concretas en que hay que vivirlo, hay que sentirlo.
A veces se da la paradoja en esa búsqueda de que tienes que esperar cuando ya sabes lo que te espera. Para entrar en un convento que está lleno, a que se muera una monja. Para entrar en un seminario, a que te acepten. En un noviazgo, ni te cuento… En una situación la que sea… y muchas veces el que espera, desespera. Le puede la impaciencia vestida de anhelo de la felicidad.
El mensaje de las dominicas de Lerma continuó: “Si estás llamando en el horario de llamadas y nadie contesta, es porque una hermana está hablando. Si estás llamando en el horario de nuestra oración, ten por cierto que estás en ella. El amor es paciente”.
¡Qué gracia me ha hecho sor contestador! Me ha dado en la línea de flotación y entre la duda de echarme a llorar o despiporrarme de risa, he decidido que qué narices, y he soltado una carcajada que ha dado la vuelta a la oficina. ¡Hay que fastidiarse con la monja del mensaje! Cuando vaya allí, va a ser ella la que me va oir…
Fuera de bromas. Muchos de los que oyen hablar de Medjugorje, cuestionan la autenticidad del fenómeno argumentando que por qué tantas apariciones, por qué tanto tiempo. Esa es la respuesta: porque el amor es paciente. Yo creo que, si las apariciones de Medjugorje fuesen ciertas, pues que si la Virgen María no nos amase mucho, se habría ido ya hacía tiempo, porque con todo lo que cuentan que ha hecho, y la gente le sigue poniendo pegas… Es como si muchos estuviesen deseando que fuese mentira. Pero es que el amor es paciente, y la Virgen es buena prueba de ello. Así que ese argumento ya no vale.
La cosa es que a mí me ha servido para darme cuenta de que mi impaciencia no es amor. Así que, ¡hala! ¡A amar en la espera!