Sábado, 28 de diciembre de 2024

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¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?

por En cuerpo y alma

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            Es una pregunta que se formula en una de sus divertidas novelas uno de los más cómicos autores de la literatura española, Enrique Jardiel Poncela (19011952), una pregunta que al parecer le atormentaba tanto, que incluso le sirvió para darle título a una de sus más celebradas novelas.
 
            Pues bien, aunque un poco tarde para que el autor de la pregunta pueda conocerla como no sea desde los escatológicos ámbitos en los que se desenvuelva actualmente, vamos a procurarle una respuesta, que va a ser, ya se lo anticipo a Vds., bastante sorpresiva.
 
            La fiesta que la Iglesia celebra tal día como hoy bajo la advocación de las Once mil vírgenes hunde sus raíces en una serie de documentos de los siglos X y XI sobre hechos supuestamente ocurridos en el s. III, durante las persecuciones de Dioclesiano y Maximiano, el más antiguo de los cuales el “Sermo in natali sanctarum Coloniensium virginum”, que sólo nos brinda el nombre de una virgen, Pinnosa, proveniente según él de la Gran Bretaña.
 
            Posterior al “Sermo” tenemos el Martirologio de Wandalberto de Prum que, compuesto hacia el 850, menciona ya a varias miles de vírgenes. El Martirologio de Usuard, un cuarto de siglo posterior, nos da el nombre de dos de las vírgenes, Martha y Saula. Bien avanzado el s. IX aparecen en la ciudad alemana de Colonia nuevos textos que la recogen, la adornan y la consolidan: el “Fuit tempore pervetusto” y el “Regnante Domino”, que descansa sobre la autoridad de S. Dunstan de Canterbury, y recoge el relato que prevalece: Úrsula, hija de un rey britano de religión cristiana, es pedida en matrimonio por el hijo de un gran rey pagano. Deseando conservarse virgen, consigue demorar el matrimonio hasta tres años. Finalmente y acompañada de diez nobles mujeres, cada una de ellas con un séquito de mil vírgenes, embarcan en once barcos, que el viento se lleva hasta Colonia y luego a Basilea, donde por tierra peregrinan a Roma. De vuelta en Colonia, los hunos paganos las asesinan a todas.
 
            Llegados a este punto la cuestión es: ¿cómo se llega a la extraña cifra de once mil vírgenes, ausente en los primeros textos? Muy probablemente a través de una lectura errónea de los textos, que habría llevado a interpretar como “once mil” palabras que en realidad no significaban “once mil”: Así aquélla que habla de la undécima mártir, “undecimillia”, traducido como “once mil”; aquélla que da a una de las mártires el nombre de “Ximillia”; o aquella abreviatura XI.M.V. que llamada a significar “undecim martyres virgines” (once vírgenes mártires), es interpretada sin embargo como “undecim millia virginum” (once mil vírgenes).
 
            Aunque posterior a las citadas, otra crónica debida al cronista británico Godofredo de Monmouth (h. 11001155), también recoge una leyenda gálica muy antigua que podría relacionarse con el tema: en ella, el Emperador Maximiano, tras conquistar la Armórica (las actuales Bretaña y Normandía, en territorio francés), envía desde Gran Bretaña 100.000 colonos y 30.000 soldados, y entrega su gobierno al príncipe bretón, Conanus Meriadocus, quien, para repoblar el territorio, solicita a Dionotus, rey de Cornwall, en Gran Bretaña también, que le envíe a su hija Úrsula para esposarla, y con ella, 11.000 vírgenes nobles y otras 60.000 jóvenes. Alcanzado el acuerdo, una tormenta destruye muchas de las embarcaciones que las trasladan, y empuja las supervivientes a Germania, donde las vírgenes son asesinadas.
 
            Con todo este material, y animadas por el descubrimiento en el s. XII en el Ager Ursulanus, en Colonia, de unas fosas comunes con multitud de cadáveres, (bien que no sólo de mujeres), siguen incorporándose nuevos relatos a la historia, basados ahora en visiones: así, las de Santa Isabel de Schonau, las del Beato Germán José de Steinfeld, o las de la monja Helintrude. De una de estas versiones incluso resulta que un papa de origen británico y nombre Ciríaco abdica del trono de Pedro para seguir a las vírgenes, y si dicho papa no aparece en las nóminas pontificales, es porque los cardenales, disgustados con su proceder, borran todo registro de ellos.
 
            Por si todo ello fuera poco, en la iglesia de Santa Ursula, en Colonia, se puede visitar una lápida antiquísima, muy probablemente del s. V, si no del IV, grabada con un texto en latín que habla de un tal Clematio quien, de acuerdo con un voto realizado y sobre un terreno de su propiedad, reconstruye a sus expensas la basílica “donde algunas santas vírgenes habían derramado su sangre en el nombre de Cristo”, lo que en cualquier caso, da fe de la antigüedad de la tradición en Colonia, y desde luego, de la no menor antigüedad de la presencia del cristianismo en tierras germánicas.
 
            Desde el s. XII, el intenso tráfico de reliquias que asuela Europa halla uno de sus mejores yacimientos en las que desde Colonia viajan a toda Europa con las de las vírgenes mártires, y el tema inunda la mejor iconografía cristiana, de lo que son buena prueba los ejemplos que traemos a esta página. En 1535, Santa Ángela de Merici funda la orden de las ursulinas, dedicada a la educación de las jovencitas e inspirada en el ejemplo de la primera virgen de las once mil, Santa Ursula.
 
            La tradición ha rescatado el nombre de las once vírgenes más señaladas, a las que denomina Úrsula, Sencia, Gregoria, Pinnosa, Martha, Saula, Brítula, Saturnina, Rabacia, Saturia, y Paladia.
 
            Y sin más por hoy queridos amigos, sino que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, me despido hasta mañana en que según espero y con toda puntualidad, por aquí andaré de nuevo.
 
 
            ©L.A.
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