Covadonga: la romería asturiana

De nuevo voltean las campanas en el valle del Auseva, y este rincón de Asturias renace como “altar mayor”, como lo tituló la escritora Concha Espina. La Santina nos prepara durante los días de su novena para celebrar con gozo el día de su fiesta cada ocho de septiembre. Son ya siglos de andaduras en esta montaña santa. Los caminos que se abren en nuestros bosques tienen rodadas de tantas pisadas. Hombres y mujeres que buscan respuesta a sus preguntas, bálsamo para sus heridas, una certeza en sus dudas, y la fortaleza en la debilidad cuando por dentro y por fuera arrecian las tormentas. Es el secreto que guarda a buen recaudo el misterio de estas altas montañas que nos presiden en los Picos de Europa, de estos valles frondosos por los que discurren ríos que con sus cantares llenan de música nuestra agradecida alabanza.

Como María fue presurosa desde Nazareth hasta Ain Karem para encontrarse con Isabel su prima, así nosotros acudimos a esta cita anual tan esperada con la premura de quien acude festivo a la casa de Dios y de la Virgen Santa, con los hermanos de la fe con quienes formamos un pueblo cuya identidad pervive en el tiempo, y con el que seguimos escribiendo la gran historia cristiana.

Hasta allí han acudido estos meses pasados varios grupos de jóvenes que son nuestra esperanza. El encuentro de más de 600 jóvenes asturianos el primer sábado de mayo, o los 2000 que acudieron de toda España en las jornadas eucarísticas y marianas de comienzo de julio, o los más de 1600 que vinieron de Europa acabando ese mes. Era un espectáculo de belleza y bondad ver a tantos chicos y chicas con su jovialidad sana expresando con alegría sus convicciones cristianas, con la madurez probada y fortalecida en estos tiempos revueltos de persecuciones varias, con la creatividad audaz que apunta maneras en un futuro sin tacha. No eran mojigatos pacatos en sus trastiendas acomplejadas, sino chicos y chicas de su tiempo que logran unir su edad desenfadada con la solidez de su testimonio frente a tantas frívolas parafernalias. Ver a estos miles de jóvenes subir a Covadonga era recibir en el alma una ráfaga del aire puro y fresco que enciende la esperanza. Pero no sólo son los chavales, sino también tantas familias, tantos grupos, tantos peregrinos que nos visitan cada año hasta redondear esa cifra de más de un millón y medio que acude a ese bendito lugar para dar gracias a Dios, para pedir una gracia a la Virgen, para derramar sus lágrimas con las que el Señor hace su llanto o compartir sus sonrisas con las que María nutre la fiesta de su alegría.

Covadonga tiene ese blasón de nobleza que facilita que acudamos a ese rincón de extraordinaria belleza natural, sabedores de que aquí nació un pueblo celoso de sus valores morales y de sus creencias cristianas y por ello mismo avezado en la reconquista de lo que vale la pena cuando merodean los nuevos turbantes que intentan turbarnos con la pasajera imposición de sus diatribas y el conato de secuestrar nuestro relato con las malas mañas y el impostado enfado de sus palabras sumisas. Un enclave así de hermoso y un pueblo que no olvida sus raíces aunque las cizañen otros, hace que Covadonga sea el corazón de Asturias con su historia inacabada que a diario seguimos escribiendo, con toda la fuerza que representa este lugar de indomable significación.

“Bendita la Reina de nuestra montaña que tiene por trono la cuna de España… Es Madre y es Reina, venid peregrinos”, decimos en el himno a la Santina. Y nosotros hemos venido un año más, deseando experimentar lo que Isabel pudo gozar ante la visita de su prima María: que salte de alegría lo mejor que tenemos en las entrañas. Ella fue con prisa, nosotros venimos con ganas. Ante nuestra Señora ponemos tantas cosas al dar comienzo un nuevo curso en torno a su fecha la sociedad asturiana y la comunidad cristiana. Feliz día de nuestra Madre la Virgen de Covadonga, feliz día de Asturias nuestra querida patria.

Publicado en el portal de la archidiócesis de Oviedo.