Por qué John Henry Newman no es un santo gay
por Hugh Henry
El padre James Martin, S.I. cree que John Henry Newman puede constituir un modelo de santidad para quienes tienen inclinaciones homosexuales. Aunque no llega a afirmar apodícticamente que Newman fuese gay, quiere proclamar el mensaje de que “una persona gay (alguien con orientación homosexual, si lo prefieren) puede ser santo, incluso canonizado. La santidad se asienta sobre la humanidad”.
El jesuita estadounidense James Martin defiende la incorporación a la doctrina y a la pastoral de la Iglesia del lenguaje y los criterios de los lobbies LGBTI.
Como muchos han señalado, las pruebas de que Newman experimentase sentimientos homosexuales hacia su íntimo amigo el sacerdote Ambrose St. John van de lo escaso a lo inexistente, y hay pruebas de lo contrario. Por ejemplo, Newman confesaba que deseó casarse y fundar una familia.
Ambrose St. John (1815-1875), a la izquierda, y John Henry Newman (1801-1890), a la derecha.
El padre Martin acierta en su afirmación de que alguien que experimenta una orientación homosexual puede vivir una vida de santidad. Lo que no hace el padre Martin es indicar exactamente cómo puede lograrse.
¿Cuál sería la respuesta adecuada de un católico dispuesto a vivir una vida santa si descubre que experimenta deseos homosexuales hacia alguien con quien está viviendo? Ésta es una cuestión que no afecta solo a la (hipotética) situación de Newman, sino, en lo fundamental, a la de muchos de nosotros en un momento u otro de nuestra vida. Vale para los casados y para los solteros, para los que tienen inclinaciones heterosexuales y para quienes experimentan inclinaciones homosexuales. En realidad abarca mucho más allá de los deseos sexuales: todo tipo de tentaciones.
La respuesta está clara tanto en la tradición católica como en el sentido común. Hay que evitar las ocasiones de pecado, en particular cuando la tentación es de un pecado grave, se experimenta con fuerza y no existe ninguna razón para permanecer en la situación que la genera.
Por decirlo claramente: “Si no aguantas el calor, salte de la cocina”.
En el hipotético escenario de que Newman experimentase deseos homosexuales hacia el padre Ambrose, con quien vivía, es imposible entender por qué Newman (y el padre Ambrose) no dejaron rápidamente de vivir juntos, en bien de su propia alma.
No puede decirse que Newman desconociese la doctrina espiritual sobre las ocasiones de pecado. Ésta es una de sus oraciones: "De una vez y para siempre, ante los hombres y ante los ángeles, proclamo que el pecado no volverá a adueñarse de mí. En esta Cuaresma me entrego a Dios para siempre. La salvación de mi alma será mi primordial empeño. Con la ayuda de Su gracia crearé en mí un odio y pesar profundo por mis pecados pasados. Me empeñaré en detestar el pecado tanto como antes lo amé. En las manos de Dios me pongo, y no a medias sino sin reservas. Te prometo, Señor, con la ayuda de tu gracia, huir de las tentaciones, evitar toda ocasión de pecado, escapar enseguida de la voz del Maligno, ser constante en la oración: morir al pecado, para que Tú no hayas muerto en vano en la Cruz por mí (Via Crucis, XII Estación).
Según el padre Martin, Newman pudo ser gay, pero nunca rompió su promesa del celibato.
Ésta es una visión superficial del celibato (en realidad, de la castidad de los no casados) que no tiene en cuenta que es necesario escapar de las ocasiones de pecado, como queda de manifiesto en la hermosa oración de Newman antes citada, y en los Ejercicios Espirituales preparados por el fundador de la orden jesuita del padre Martin, San Ignacio de Loyola. La castidad para los no casados no consiste simplemente en abstenerse de actos genitales externos: es ante todo una inclinación de la voluntad y del corazón.
Evitar las situaciones evidentes y de gran tentación es la primera línea de defensa.
John Henry Newman es ahora un santo canonizado. Como dice el Catecismo, “al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores” (n. 828). Por tanto, Newman nos es ahora propuesto como modelo a imitar en nuestra vida.
El padre Martin tiene que optar por una cosa o la otra. John Henry Newman no puede haber sido un gay santo y haber vivido con el padre Ambrose. De haber sido santo y gay, ante el primer movimiento del deseo homosexual Newman tendría que haberse apartado inmediatamente de la tentación. Como no lo hizo, podemos deducir que o bien no tenía esos sentimientos hacia el padre Ambrose, o bien los tenía y, dado que no hizo nada al respecto, no puede ser propuesto como modelo de santidad para que lo imiten los católicos.
Quienes tienen inclinaciones homosexuales pueden llevar vidas de profunda y ejemplar santidad. Como el resto de la humanidad, lo consiguen amando a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente y asistidos por la sabiduría acumulada de los santos en sus vidas y en sus enseñanzas: entre ellos, San John Henry Newman.
Publicado en One Peter Five.
Traducción de Carmelo López-Arias.