«Nefarious»: un complot infame
por Albert Cortina
“Poco a poco nos vamos dando cuenta de algo que los ángeles caídos siempre han sabido: que los problemas que vemos y sufrimos en el mundo que nos rodea no son producto de una batalla cultural, sino más bien de una batalla espiritual” (Chuck Konzelman y Cary Solomon).
Batalla cultural y batalla espiritual
Chuck y Cary son los directores de Nefarious, una excelente película estadounidense de 2023 basada en la novela A Nefarious Plot, de Steve Deace. El film está protagonizado por Jordan Belfi en el papel del Dr. James Martin, un psicólogo que debe determinar si Edward, un recluso asesino en serie condenado a muerte -magistralmente interpretado por Sean Patrick Flanery- está fingiendo su supuesta posesión demoníaca.
La película nos muestra de forma muy sugerente la inteligencia engañosa de Nefarious, un demonio concreto y real que habita y posee el cuerpo de Edward. Sin embargo, la película nos muestra algo más, a lo largo de su proyección podemos entender, de alguna forma, la inteligencia perversa de Satanás, el “Señor Sumo Príncipe” del mundo, tal y como lo denomina Nefarious.
El demonio que habita el cuerpo poseído de Edward pone en conocimiento del psicólogo Dr. Martin -que se declara ateo- la agenda eterna de Satanás: destruir cada faceta de la creación. Para ello, utiliza a los seres humanos engañándoles sobre la libertad que tienen para “alcanzar todo su potencial” de forma ilimitada si se olvidan de la idea de pecado.
El Enemigo y Adversario del género humano susurra al hombre y a la mujer de nuestro tiempo -como siempre lo ha hecho a lo largo de la historia-, adulándoles en su soberbia y seduciéndoles con la promesa de que el ser humano puede ser su propio dios, en definitiva, que es dios, el Homo Deus, tal y como lo denomina Yuval Noah Harari, el escritor de culto de las elites defensoras de determinadas agendas globalistas.
Eliminando a Jesucristo de nuestras sociedades, deificando al hombre y elevando a Satanás al lugar que le corresponde, según Nefarious, se estaría cumpliendo el complot infame que se describe en el manuscrito titulado el “Evangelio oscuro”, escrito por ese ser demoníaco y que se le entrega al Dr. Martin en un momento de la película.
Sirva el relato de este film para preguntarnos sobre la auténtica batalla espiritual que está por encima de la batalla cultural que se va visualizando día a día en Occidente y en el resto del mundo. En mi humilde opinión, la Iglesia católica tiene en estos Últimos Tiempos un papel fundamental. El cristianismo, además de dar la batalla cultural, debe dar un mayor peso específico a la Verdad y a la preparación de los católicos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad para el combate espiritual individual y como humanidad que se está librando en estos momentos con gran fuerza entre el bien y el mal.
Recientemente, en su conferencia Testigos de la verdad en un mundo en crisis dictada en la Universidad La Salle de la Ciudad de México, el cardenal Robert Sarah ha señalado que el hombre moderno ha iniciado una terrible guerra contra Dios y contra el propio hombre: una guerra satánica. Según Sarah, parte de la vida cristiana es librar ese combate o batalla espiritual contra el mal y sin embargo, en la actualidad, “espiritualmente el hombre está en bancarrota”.
Retrato del Anticristo
El filósofo y teólogo Vladimir Soloviev (1853-1900), cosmista y católico bizantino-ruso, escribió al final de su vida, a modo de testamento, el libro titulado Breve relato del Anticristo. En dicha obra, el autor destaca con poderosa fuerza el perfil del Anticristo y la narración sobre su ascenso hasta el mayor grado de poder que puede ser concebido en la Tierra.
En los diálogos del citado libro, Soloviev aborda el problema de la naturaleza del Anticristo, que el Señor Z (portavoz del autor) define como “encarnación del mal, encarnación individual, única en su ejecución y plenitud”.
De acuerdo con los comentarios al libro de Soloviev realizados por Fernando Castelli (Humanitas núm. 33) en dicho relato, un superhombre es consagrado Anticristo en el siglo XXI. El citado personaje aparentemente trae seguridad y prosperidad a la humanidad. En esa época, la ciencia y la técnica habrían alcanzado altos niveles de progreso y estarían resolviendo muchos problemas globales.
Únicamente permanecían sin resolver las cuestiones últimas: la vida, la muerte, así como el destino final del hombre y del mundo. Junto con el materialismo teórico, entraría también en crisis la espiritualidad y la fe de las personas así como la concepción de la creación a partir de la nada. Se habría apoderado de la Tierra una apostasía generalizada respecto al Creador.
Tal y como expuse en el capítulo Transhumanismo y conocimiento profético del libro ¡Despertad! Transhumanismo y Nuevo Orden Mundial (Eunsa), mientras una inmensa mayoría de los hombres y mujeres resultan totalmente incrédulos sobre los Últimos Tiempos, algunos pocos creyentes en la actualidad han llegado a ser hombres y mujeres que entienden y razonan en clave de conocimiento profético, cumpliendo las palabras del apóstol San Pablo: “Sed niños en el corazón, no en la mente” (1 Cor 14, 20).
En un contexto de incredulidad y desinterés general por el conocimiento profético aparecería, según el relato de Soloviev, el Anticristo. Sería un joven de treinta y tres años.
Soloviev lo retrata de este modo: “El desmesurado amor propio de este gran espiritualista, asceta y filántropo parecería o al menos podía estar suficientemente justificado, además de esta excepcional genialidad, belleza y nobleza, por su elevado desinterés. Estaba de tal manera dotado de dones divinos que difícilmente podía criticarse por no ver en esos dones una señal especial de la benevolencia proveniente de lo alto y por considerarse segundo después de Dios, el único hijo de Dios, único en su género. En suma, él se consideraba a sí mismo lo que en realidad Cristo había sido. ¿Cristo? El más grande de sus precursores, enviado para preparar su venida, por cuanto el esperado en la historia era él, enviado por Dios a completar y corregir la obra de Cristo”.
El Anticristo en el relato de Soloviev es de origen oscuro. No tiene nombre, puede aparecer en cualquier parte, es ambiguo y misterioso, así como un portento de inteligencia y energía. Dice creer en Dios, pero su Dios se confunde con una realidad misteriosa, es decir, con el espíritu del mal, que le infunde un “desmesurado amor a sí mismo”. Impulsado por el orgullo, quisiera ocupar el lugar de Cristo y fundar “su reino”, apuntando a ciertos objetivos precisos: ante todo instaurar “su” paz, basada en el “bien común” que significa “bienestar”, es decir, satisfacción de los propios deseos e impulsos, posibilidad de diversión ilimitada, seguridad y tranquilidad en una “Nueva Iglesia” sin Cristo, sincrética, mundanizada, sin libertad y apartada del Dios Trinitario.
Y es que el engaño más peligroso del Anticristo residiría en hacer creer que él es el verdadero “Mesías”, el “Salvador”, que habría venido a perfeccionar -o más bien a corregir- la obra de Cristo.
Agenda cristiana
Somos conscientes de la batalla cultural y del combate espiritual que estamos librando, así como de la agenda y los objetivos finales que pretende implementar el Señor del Mundo. Frente a la rebelión del ser humano contra el Creador y ante el complot infame urdido para destruir la creación y que viene instigado, desde hace tiempo, por Satanás y su ejército de ángeles caídos, los cristianos también tenemos una agenda para el mundo: corresponder a la gracia divina y santificarnos más.
En el desarrollo y promoción de esta agenda cristiana no debemos olvidar que somos custodios de la Creación, administradores de la Verdad y constructores de la Civilización del Amor. Y para ello, sabemos que contamos con una gran ayuda angélica, con la comunión de los Santos, con la protección de nuestra Madre la Virgen María, con la Iglesia católica y los sacramentos, así como con la presencia de Jesús que no nos abandona nunca en esta batalla espiritual, con los carismas y dones del Espíritu Santo y con la promesa de Dios Padre que al final de los tiempos restaurara toda la creación en Cristo.
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