¿Unificación de las religiones?
por Albert Cortina
¿Se presenta el Papa Francisco en la COP28 de Dubái como el gran promotor de la “unión de las religiones”?
El Pabellón de la Fe establecido en la Expo City de Dubái por el Centro Interreligioso para el Desarrollo Sostenible (ICSD), junto con el Consejo Musulmán de Ancianos, Fe para la Tierra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y otros socios “es el primero de este tipo en el corazón de una COP y muestra que todo auténtico credo religioso es fuente de encuentro y de acción”. Con estas palabras el papa Francisco inició su discurso inaugural del citado Pabellón de la Fe el pasado el 3 de diciembre de 2023.
Encuentro y acción
Francisco afirma en su discurso que “las religiones, en cuanto consciencias de la humanidad, nos recuerdan que somos criaturas finitas, habitadas por la sed de infinito”.
Y añade: “El drama climático es también un drama religioso: porque su raíz está en la presunción de autosuficiencia de la criatura. Pero la criatura sin el Creador desaparece (Gaudium et spes, 36). Que este pabellón sea, en cambio, un lugar de encuentro, y que las religiones sean siempre lugares de fraternidad, de respeto y de cuidado mutuo, sin justificar de ningún modo el maltrato de la creación (cf. Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 febrero 2019)”.
El obispo de Roma finaliza su discurso diciendo: “A este respecto, sabemos que la paz y el cuidado de la creación son interdependientes... Custodiar la paz también es tarea de las religiones... Hermanos, hermanas, que el Altísimo bendiga nuestros corazones para que podamos ser, juntos, constructores de paz y custodios de la creación”.
Iniciativa Fe para la Tierra
La Organización de Naciones Unidas lanzó en 2017 la iniciativa Faith for Earth [Fe para la Tierra], uno de los promotores del pabellón de la COP28 de Dubái. Su objetivo principal es construir una red en la que organizaciones religiosas aporten ideas para cumplir las metas ambientales de la Agenda 2030. La iniciativa, que fue firmada por 193 países, incluye la lucha contra la pobreza, la promoción de la educación y la protección del medio ambiente.
Según Iyad Abumoghli, coordinador principal de Faith for Earth: “Una de las cosas en las que estamos trabajando es en el establecimiento de una coalición global de líderes religiosos que transmitan ideas sobre la necesidad de implementar cambios éticos, basados en los valores de la fe, sobre la forma en que tratamos el medio ambiente y cuestiones ambientales”.
En 2020 se publicó un documento de referencia titulado Faith for Earth: A Call for Action [Fe para la Tierra: una llamada a la acción]. Su autoría es compartida por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y el Parlamento de las Religiones del Mundo.
En las primeras páginas del citado documento, se presenta el mensaje esencial de la iniciativa Fe para la Tierra, al señalar que “necesitamos un sistema de valores éticos común, independientemente de la religión en la que creamos” (Pnuma) y que “el contexto en el que tomaremos nuestras decisiones debe incluir toda la variedad de instituciones religiosas, científicas y sociales. Para que estas instituciones se conviertan en agentes de sostenibilidad, tendrán que estar capacitadas por el conocimiento e inspiradas por la fe” (Parlamento de las Religiones del Mundo).
En el citado documento, las escrituras de cada tradición, así como las citas de las personalidades de sabiduría, articulan claramente la preocupación de cada fe por el medio ambiente y el compromiso de honrar el cuidado de la creación no sólo con palabras, sino con acciones.
Parlamento de las Religiones del Mundo
Según consta en sus propios documentos publicados, el Parlamento de las Religiones del Mundo, otro de los organismos promotores del Pabellón de la Fe en la COP28 de Dubái, fue creado en Chicago en el año 1893 para “cultivar la armonía entre las comunidades religiosas y espirituales del mundo y fomentar su compromiso con el mundo y sus instituciones rectoras para lograr un mundo justo, pacífico y sostenible”.
Sus convocatorias parlamentarias son las reuniones del movimiento interreligioso global más antiguas, más grandes y más inclusivas del mundo.
La visión de dicha institución, según sus propios principios, es la de un mundo justo, pacífico y sostenible en el que:
-"Las comunidades religiosas y espirituales viven en armonía y contribuyen a un mundo mejor desde sus riquezas de sabiduría y compasión".
-"Los miedos y odios religiosos y culturales son reemplazados por comprensión y respeto. En todas partes la gente llega a conocer y cuidar a sus vecinos".
-"La riqueza de la diversidad humana y religiosa está entretejida en el tejido de la vida comunitaria, civil, social y global".
-"Las instituciones más poderosas e influyentes del mundo van más allá del estrecho interés propio para lograr el bien común".
-"La Tierra y toda la vida son apreciadas, protegidas, sanadas y restauradas. Todas las personas se comprometen a vivir sus más elevados valores y aspiraciones”.
¿Dónde está Cristo?
Releyendo las palabras de Francisco en su discurso de inauguración del Pabellón de la Fe en el contexto de la COP28, me hago la siguiente pregunta: ¿qué papel juega Jesús en este encuentro y acción enunciado por el Papa?
Cabe preguntarse, tal vez ingenuamente, si en la iniciativa Fe para la Tierra y en el Parlamento de las Religiones del Mundo cabe la persona de Jesucristo, como Dios verdadero y hombre verdadero, el único Salvador universal. ¿Resultará posible proclamar en esos foros la convicción de que a través de Él, y solo a través de Él, nos ha sido revelada a los hombres la plenitud de la verdad? Me temo que la respuesta es negativa.
Estoy leyendo estos días un libro profético escrito en el año 2008 por el padre Santiago Martín titulado: La última aparición de la Virgen. ¿Ha llegado el final para la Iglesia católica? y que me está resultando muy clarificador al respecto.
La trama de esta novela es trepidante. Una vez empiezas no puedes dejar de leerla. En ella, una inteligente y maquiavélica campaña a nivel mundial ha puesto contra las cuerdas y está a punto de enviar a las catacumbas a la Iglesia católica. Pero los enemigos de los seguidores de Jesucristo no cuentan con la intervención de fuerzas sobrenaturales que pueden cambiar por completo el desenlace de la historia.
Reproduzco a continuación dos diálogos que pueden ilustrar sobre la encrucijada y grave dilema en el que se encuentra la Iglesia católica tanto en la ficción de la novela como en la realidad actual.
El primer diálogo se produce entre monseñor Di Carlo, un sacerdote católico fiel, y Gunnar Eklund, un sacerdote mundano que ostenta un alto cargo en el Comité para la Unificación de las Religiones, un departamento de la Unesco muy activo:
Gunnar: “Sólo buscamos que las religiones se unan para que dejen de ser instrumento de guerra, de enfrentamiento. ¿Te imaginas que judíos y musulmanes estuvieran en una misma institución? Habríamos acabado de golpe con la principal amenaza para la paz mundial. Si estuvieran también los cristianos, habríamos dado otro paso de gigante. Por eso estoy entusiasmado con mi trabajo y no ahorro esfuerzos para conseguir el fin que busco. Cuando mi obispo me permitió trabajar para la Unesco, él no sabía a dónde me mandaba, pero no pudo haber encontrado una tarea mejor para mí.”
Di Carlo: “Lo que dices suena muy bonito, pero hay cosas que no son tan bonitas. Vuestro objetivo no es que las religiones trabajen por la paz y dejen de ser causa de guerra o, mejor, que dejen de ser utilizadas por unos y otros como excusas para la guerra. Vuestro objetivo es que todas las religiones desaparezcan y que exista una sola. Buscáis el sincretismo y promovéis una especie de cajón de sastre, con un poco de aquí y un poco de allá, quitando todo aquello que no esté de moda y poniendo todas las religiones a las órdenes de una autoridad política mundial, que es el secretario general de la ONU”.
Gunnar: “No exactamente. En efecto, queremos crear una religión mundial, porque sólo así podrá existir paz entre las religiones. También es verdad que la religión mundial tendrá un poco de todo y que estará bajo las órdenes del secretario general de la ONU, pues de lo contrario volveríamos al enfrentamiento medieval de las dos espadas. Pero no queremos que las religiones desaparezcan, sino que cada persona pueda inclinarse por creer en lo que más le guste, siempre que no defienda que sus opiniones son las verdaderas; es decir, siempre que esté de acuerdo en que él y ella tiene su verdad y en que los demás tienen también derecho a tener las suyas. Es el concepto de verdad absoluta lo que hace peligrosas a las religiones.”
Di Carlo: “Por eso la religión católica es vuestro principal enemigo”.
Gunnar: “La religión católica, tal y como ha sido defendida hasta ahora por el Vaticano, sí. Pero no tenemos nada en contra de los católicos, ni tan siquiera en contra de la mayor parte de los dogmas católicos o de la moral católica. Si tú quieres seguir creyendo que Jesucristo es Dios y que está presente en la Eucaristía, puedes hacerlo. Del mismo modo, puedes creer en la virginidad perpetua de María. También puedes estar contra el aborto y contra la eutanasia, y contra todo aquello que quieras. Lo único que te pedimos es que aceptes que hay tanta verdad en tus creencias como en las de aquellos otros que consideran que la Eucarística es un símbolo, que la Virgen tuvo muchos hijos, que el aborto es un derecho o que Cristo es una más de las reencarnaciones de la divinidad. En definitiva, vive y deja vivir, cree y deja creer. Todo eso sólo será posible bajo el paraguas de una religión universal. O eso, o la guerra de religiones, el terrorismo suicida y todo lo demás, que llevamos tantos siglos padeciendo”.
El segundo diálogo en la novela, se lleva a cabo entre monseñor Schmidt, un cardenal alemán muy influyente y renovador y el Papa reinante:
Schmidt: “Yo sólo pretendo dialogar; pactar; llegar a acuerdos mediante los cuales podamos vivir en paz, aunque tengamos que ceder en algo. ¿Qué problema hay en aceptar que otros digan que Cristo es un salvador más en lugar de El Salvador? Nosotros seguiremos pensando en que es el Hijo de Dios, pero no insistiremos en afirmar que sólo él tiene la plenitud de la verdad, aunque pensemos así en nuestro interior. Tenemos que ponernos al lado de las otras religiones, como una más, sin pretensiones de poseer la verdad absoluta. Debemos aceptar hasta las últimas consecuencias la afirmación de que uno se puede salvar siendo fiel a su conciencia y, por tanto, que en el fondo da lo mismo a qué religión se pertenezca, pues todas son instrumento de salvación. Hay que acabar definitivamente con las misiones, pues eso ofende a los miembros de las otras religiones y a los ateos, pues su misma existencia implica que nosotros consideramos que la que tenemos es superior a la que tienen ellos. Y, si me apura, le diré que, efectivamente, aquellos mártires de Nerón y Diocleciano eran unos intransigentes que se ganaron a pulso su ruina, pues nadie los obligaba a creer que los emperadores eran dioses; sólo les pedían que echaran un poco de incienso en su altar: ¿Era tan importante eso como para jugarse la vida, como para enviar a la muerte a los propios hijos?”.
Santo Padre: “Sí. Era lo suficientemente importante. Entonces y ahora. Cristo es el Salvador del mundo. El único Salvador del mundo. Y si bien todas las religiones tienen elementos de verdad y cualquier persona puede salvarse siendo fiel a su conciencia, no todas las religiones son iguales ni todas conducen del mismo modo a la salvación. Y en cuanto a la fidelidad a la conciencia, de sobra hemos visto en estos años hasta qué punto es fácil de manipular, hasta conseguir que le diga al individuo sólo aquello que le conviene oír. Sin la voz de la Iglesia, que es la voz de Cristo en la historia, la conciencia no tarda en ser arrastrada por el huracán del relativismo que nos azota”.
Pienso que ambos diálogos de la novela del padre Santiago Martín son representativos de lo que nos podemos encontrar actualmente en ciertos ámbitos de la Iglesia cuando tratan de conciliarse con el espíritu del mundo.
La Virgen nos da esperanza
Sin embargo, hemos de tener muy presente que la Santísima Virgen protege a la Iglesia y a todos los que procuramos ser sus hijos fieles a pesar de las tribulaciones y circunstancias adversas.
María, en distintas ocasiones, nos advierte de lo que va a suceder en la Iglesia y el mundo para que, cuando pase, los creyentes sepamos que eso está previsto por Dios y no desesperemos. Ella siempre nos habla de conversión del corazón, de arrepentimiento y de reconocimiento de Jesús como el único Salvador y Redentor de la humanidad.
Y es que nuestra Madre nos quiere cerca del Sagrado Corazón de Jesús. Ella siempre nos sostiene en la esperanza. Y es que como anunció en Fátima: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
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