Corregir a Roald Dahl es convertirlo en un escritor para adultos
por Antonio Gurrado
La polémica sobre la edulcoración de Roald Dahl también nos dice algo sobre lo que pensamos de los niños. En efecto, un libro siempre es un compuesto de dos vertientes: la de quien escribe y la de quien lee. Una intervención editorial más o menos censora, o que en cualquier caso se considera que va a mejorar el texto, no se dirige solo a la actividad del autor, sino que define la identidad del lector.
Santillana, editor español de Road Dahl, ha anunciado que su sello Loqueleo no censurará sus obras, que publica "con independencia de las modas y circunstancias del momento". En efecto, los críticos de la decisión de Puffin apuntan que corregir a un autor pone en cuestión el concepto mismo de autoría, y que una adaptación a los supuestos criterios canceladores de hoy exigiría una nueva adaptación a los criterios canceladores de mañana, haciendo irreconocibles las obras. [Actualización: Finalmente, Puffin ha dado marcha atrás ante las protestas y no reescribirá las obras de Dahl.]
Si la editorial Puffin ha decidido corregir pasajes de Dahl que considera ofensivos, es porque cae en un típico error de concepto sobre la infancia: considerar que los niños son buenos, y que tu cualquier elemento perturbador con el que entren en contacto puede arruinar para siempre su candor. En esta teoría subyace la idea de que el mundo sería el paraíso terrenal solo con que dejásemos crecer a los niños en ese candor, sin que nada que pueda corromperles caiga de lo alto para corromperlos con el mal ejemplo.
Un resumen en tres minutos, bellamente ilustrado con las películas basadas en sus libros, de la vida y obra de Roald Dahl (1916-1990).
Paparruchas. Si se les dejase crecer en ese candor, el mundo sería un infierno: los niños son malos, egoístas, despilfarradores, caprichosos, sucios, ruidosos, al borde del robo si encuentran ocasión y siempre a un paso del homicidio si tuviesen fuerza para ello. La infancia es la guerra de todos contra todos. El éxito de Dahl reside en haber captado y exacerbado la maldad de los niños, creando un mundo literario que convierte en realidad los confusos instintos destructivos que se agitan dentro de ellos.
El historiador Hubert Heckmann, comentando en 'Le Figaro' la censura a Roald Dahl, vincula la 'cancelación woke' a la idea de Rousseau de que el hombre nace bueno por naturaleza. Pero el pecado original existe, y por eso los niños deben ser educados. William Golding apuntó esta idea en 'El Señor de las Moscas' (1963), llevada al cine en 1990 por Harry Hook. (Pincha aquí para leer un caso real de una experiencia como la de 'El Señor de las Moscas', donde está presente la fe y no es coincidente con lo que Golding sugiere.)
Y, puesto que todo libro se escribe y reescribe pensando en quien lo lee, las correcciones incorporadas por la editorial Puffin sirven precisamente para convertir los libros de Roald Dahl en libros para adultos; algo consolador y anodino que podemos leer tranquilamente sin contemplar a nuestros hijos con pavor.
Publicado en Il Foglio.
Antonio Gurrado es profesor de filosofía en la Universidad de Pavía, especializado en el iluminismo.
Traducción de Carmelo López-Arias.