Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Ella, que asaltó iglesias, lloró cuando ardió Notre-Dame; no cree en Dios, pero sí en los cristianos

Marguerite Stern, antigua portavoz de Femen, hoy anti-lobby trans, pide disculpas a los católicos

Marguerite Stern en 2021 con 29 años
Marguerite Stern en 2021 con 29 años, activista feminista, pero ya matizando

P.J.Ginés

La francesa Marguerite Stern fue una de las portavoces de Femen, el movimiento feminista y abortista, de 2012 a 2015. En este vídeo de 2013 la vemos con su corona de flores rojas y amarillas declarando claramente su doctrina de entonces.

"A las mujeres les oprimen física y mentalmente y moralmente las religiones y sus fundamentalistas, porque hay millones en Francia", decía. Criticaba la mera idea de religión moderada. "Femen es un movimiento anti-religioso y considera que donde comienza la religión se detiene la libertad de las mujeres", insistía.

Vídeo de 2013 cuando Marguerite Stern era una joven portavoz de Femen, atacando a todas las religiones (lleva flores rojas y amarillas):

Pero han pasado muchas cosas desde entonces, empezando por un auge de la ideología de género, el wokismo, el fanatismo trans y su agresividad.

Y hoy Marguerite Stern ha cambiado su forma de ver el mundo y pide perdón explícitamente a los católicos, en una entrevista y un artículo en Famille Chretienne.

Marguerite Stern asegura que sus "convicciones y su sensibilidad han evolucionado" y presenta sus "sinceras disculpas" a los católicos. También lo expresa en un vídeo breve.

Ella sigue sin ser creyente y el concepto cristiano de perdón, dice, aún le cuesta. Piensa que los cristianos perdonan mucho, quizá demasiado. ¡El cristianismo consiste en perdonar a sus enemigos y sus perseguidores! Pero pide disculpas por lo que hizo en su pasado. También intenta explicar sus motivaciones.

"Presento mis disculpas a los católicos": vídeo Marguerite Stern explicando su evolución.

"Al atacar la religión católica, me pregunto si yo no estaba […] en una lógica de destrucción y de autodesprecio", plantea.

Escandalizando en Notre-Dame

En 2013, Marguerite Stern y otras militantes de Femen entraron gritando y escandalizando en Notre-Dame de París.

"Entrar gritando en Notre Dame de París fue una forma de dañar una parte de Francia, es decir una parte de mí misma. A los 22 años no me daba cuenta", escribe hoy, con 33 años. Años después, cuando Notre-Dame ardió, lloró: era algo valioso, precioso, que se perdía.

Lo que ha causado su evolución es reflexionar sobre la ideología trans y el daño que causa a la civilización occidental.

La ideología trans: un peligro contra la civilización

"Llevo casi cinco años expresando mi oposición a la ideología transgénero. Al principio hice campaña contra cosas básicas, como la presencia de hombres en los deportes femeninos. Y luego profundicé en el tema y comprendí que más allá del peligro para las mujeres y los niños, el transgénero representa una amenaza civilizatoria", detalla.

"El transgenerismo no crea, destruye. Aboga por la destrucción de los cuerpos, la falta de respeto por los vivos, la abolición de las diferencias entre mujeres y hombres, la destrucción de la cultura que nos une. Proviene del impulso de muerte y del odio a uno mismo", afirma en su texto.

"Mi oposición al transgenerismo me hizo patriótica. Cuando casi todos a mi alrededor me rechazaron por mis posiciones, me di cuenta de que mi país era mi única ancla profunda, y que hoy está en peligro, diluido en la globalización y desfigurado por la inmigración masiva. Me volví conservadora. Me di cuenta de que era absolutamente necesario salvar lo que nos quedaba, que no podíamos recrearlo todo constantemente y rechazar el pasado con el pretexto de que fue imperfecto", explica.

Alaba lo que el catolicismo ha aportado a Francia.

"Aunque yo no era creyente, me bauticé, hice mi primera comunión y, sobre todo, crecí en un país cuya historia, arquitectura y moral fueron moldeadas por la Iglesia", reconoce.

Y añade, contundente, de forma que resuena en el único país europeo oficialmente laico: "Francia es un país católico. Debe seguir siéndolo y para ello debemos seguir manteniendo vivos sus ritos".

Enumera cosas que ahora aprecia y valora: "Los campanarios que nos dominan y que adornan nuestros paisajes sonoros. La grandeza de los edificios. La belleza. Y la fe de los creyentes". Dice que son "tesoros" y que "lamenta haberlos pisoteado".

Hace un tiempo, invitada por un amigo, Stern fue a una misa solemne en un gran templo, un funeral por Philippine, la joven de 19 años asesinada por un joven marroquí que ya había sido detenido años antes por violar a otra mujer y que tenía sobre él una orden de expulsión del país.

"Ante la belleza de la catedral, los cantos, la ceremonia, me sentí parte de una gran civilización. El padre Grosjean repitió varias veces que los no creyentes están aquí perfectamente en su lugar. Me dije a mí mismo que nunca escucharías eso en una mezquita", escribe.

"Los ritos nos unen, calman, a veces reparan y regulan nuestras emociones, nos anclan en el presente recordándonos lo que nos precedió. “Convivir” es una noción teórica, los ritos son una de sus aplicaciones en la realidad. Muchos de los nuestros dependen de la Iglesia Católica, e incluso los no creyentes deberían luchar para preservarlos", afirma.

El ser humano que intenta ser su propio creador

Por último, entiende que la ideología trans no es solo trans. "Al profundizar en el tema trans, entendí que el transgenerismo era un proyecto transhumanista, donde el ser humano se comporta como su propio creador. Esto me asusta, porque ¿qué hacemos con lo desconocido, con el misterio, con el encanto, con lo que está más allá de nosotros? Esto me asusta porque creo que el ser humano debe permanecer en su lugar como criatura y no como creador. Sin creer en Dios, en algunos puntos llego finalmente a las mismas conclusiones que los católicos", constata.

El derecho a criticar a las religiones

Ella, que realizó actos blasfemos, gritando en iglesias e insultando a la religión, sigue defendiendo el derecho a "criticar, o incluso burlarse, de una institución religiosa del mismo modo que de una institución política".

En Francia, en concreto, esto está regulado por su peculiar ley laicista ¡de 1905!, bastante diferente a la del resto de países europeos, donde lo normal es proteger los sentimientos religiosos y equilibrarlos con la libertad de expresión.

"Pero si bien la blasfemia es legal, no siempre es moral", matiza la antigua activista blasfema.

"Actualmente está de moda denigrar a los católicos y hacerlos parecer viejos idiotas, insuficientemente conectados para merecer el estatus de seres humanos. En el pasado, he utilizado este clima para actuar de manera inmoral, al tiempo que contribuí a reforzarlo. Sinceramente me disculpo por esto", finaliza su texto.

En 2019 Stern se hizo bastante famosa en el país impulsando el movimiento Collage contra les Féminicides, que empezó en Marsella, animando a colgar mensajes de concienciación y recordando a las víctimas.

En abril publicó un libro junto a la periodista Dorat Moutot llamado Transmania, combatiendo la ideología trans. El libro ha sufrido distintos tipos de boicot y censura, también por parte de libreros y medios culturales.

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