Catolicismo de algarada
Despertemos del letargo en el que estamos sumidos. Con tanta política e ideología, hemos descuidado la mística. Sí, no me pongáis cara de póquer. Este combate es de unas dimensiones tan grandes y profundas que sólo lo vamos a ganar con medios sobrenaturales, no con autobuses.
por Carmen Castiella
Me niego a alistarme en uno de los dos bandos en los que queda reducida la realidad en España: los nuestros y los otros. Enfrentamiento ideológico convertido nuevamente en guerra entre hermanos.
No me parece sano exagerar esos sentimientos de pertenencia. Yo personalmente sólo quiero pertenecer a Cristo y no me debo a ningún grupo, ideología o bando. La fe hace intrépido al hombre pero esa valentía no tiene nada que ver con el “morir matando”.
Es evidente que hay un combate y hace falta estar ciego para no ver que en España hay quien persigue nuestra fe y hay quienes, además, aleccionan así a nuestros hijos.
Pero no imitemos las tácticas de quienes persiguen. Nuestras armas son mucho más letales y profundas: el amor y el perdón. Frente a la dinámica del odio, la dinámica del amor. No es ingenuidad. Es evidente la enorme complejidad de las relaciones humanas y más cuando las personas están crispadas por las ideologías, sean del signo que sean. Por delante de las grandes categorizaciones, siempre la persona concreta y su historia.
La tendencia a dividir, provocar polémica y ponerse al mismo nivel de quien agrede no me convence, aunque se disfrace de celo…Podemos volar mucho más alto y dar una batalla de más nivel espiritual, humano e incluso intelectual. Furia reactiva y catolicismo de algarada no, por favor.
"Cuando el cristianismo es odiado por el mundo, no necesita obras de persuasión, sino grandeza" (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 3,3).
Despertemos del letargo en el que estamos sumidos. Con tanta política e ideología, hemos descuidado la mística. Sí, no me pongáis cara de póquer. Este combate es de unas dimensiones tan grandes y profundas que sólo lo vamos a ganar con medios sobrenaturales, no con autobuses. Este combate lo vamos a ganar con oración y ayuno, con actos de desagravio y alabanza a nuestro Dios, con la certeza de que la victoria final es de Cristo.
“Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”(MT 5). Y, sinceramente, ¿cuánto hemos rezado tú y yo por la conversión de cada una de las personas que odian la fe en España? Yo, desde luego, poco.
No me parece sano exagerar esos sentimientos de pertenencia. Yo personalmente sólo quiero pertenecer a Cristo y no me debo a ningún grupo, ideología o bando. La fe hace intrépido al hombre pero esa valentía no tiene nada que ver con el “morir matando”.
Es evidente que hay un combate y hace falta estar ciego para no ver que en España hay quien persigue nuestra fe y hay quienes, además, aleccionan así a nuestros hijos.
Pero no imitemos las tácticas de quienes persiguen. Nuestras armas son mucho más letales y profundas: el amor y el perdón. Frente a la dinámica del odio, la dinámica del amor. No es ingenuidad. Es evidente la enorme complejidad de las relaciones humanas y más cuando las personas están crispadas por las ideologías, sean del signo que sean. Por delante de las grandes categorizaciones, siempre la persona concreta y su historia.
La tendencia a dividir, provocar polémica y ponerse al mismo nivel de quien agrede no me convence, aunque se disfrace de celo…Podemos volar mucho más alto y dar una batalla de más nivel espiritual, humano e incluso intelectual. Furia reactiva y catolicismo de algarada no, por favor.
"Cuando el cristianismo es odiado por el mundo, no necesita obras de persuasión, sino grandeza" (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 3,3).
Despertemos del letargo en el que estamos sumidos. Con tanta política e ideología, hemos descuidado la mística. Sí, no me pongáis cara de póquer. Este combate es de unas dimensiones tan grandes y profundas que sólo lo vamos a ganar con medios sobrenaturales, no con autobuses. Este combate lo vamos a ganar con oración y ayuno, con actos de desagravio y alabanza a nuestro Dios, con la certeza de que la victoria final es de Cristo.
“Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”(MT 5). Y, sinceramente, ¿cuánto hemos rezado tú y yo por la conversión de cada una de las personas que odian la fe en España? Yo, desde luego, poco.
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