Las religiones y la violencia: islam y cristianismo

Las declaraciones públicas del Papa Francisco siempre suscitan interés. La entrevista que el Pontífice concedió a dos periodistas de La Croix, publicada el 17 de mayo pasado, incluye cantidad de declaraciones excelentes, incluso alegres. Por ejemplo, su concepción del papel que el cristianismo podría y debería jugar en las culturas, entre ellas la europea; o sus reflexiones acerca de las causas de la crisis migratoria y su posible gestión y, por último, su divertida denuncia del clericalismo. En sus declaraciones hay material para una reflexión profunda y esperemos que a nuestros responsables les sirvan de ejemplo.

Otros puntos son cuestión de gusto y el mío no coincide siempre con el del Papa. Así, poner al mismo nivel Maurice Blondel y Jean Guitton, o a los dos jesuitas Henri de Lubac y Michel de Certeau, personalmente me hace sonreír un poco. Pero no hay nada que demuestre que mi gusto sea el bueno…

En cambio, un pasaje suscita en mí una clarísima perplejidad y es el que atañe al tema del islam. El pasaje contiene también cosas muy positivas como, por ejemplo, cuando expone la arrogante imprudencia con la que Occidente ha intentado imponer su régimen político en regiones mal preparadas. Es  justo decir que la coexistencia entre cristianos y musulmanes es posible, aunque los ejemplos de Argentina, con su 1,5% de musulmanes y, sobre todo, de Líbano, deben ser tomados con prudencia. Mientras se trate de hacer que las personas convivan -aunque sea torpe reducirlas sólo a su afiliación religiosa-, tenemos el derecho de esperar y el deber de actuar en este sentido.

Pero la cuestión se complica si, en lugar de comparar personas, comparamos sistemas religiosos según sus documentos normativos. Desde este punto de vista, un pasaje de las declaraciones del Papa Francisco atrae la atención: «Ciertamente, la idea de conquista es inherente al espíritu del islam. Pero podríamos interpretar con la misma idea de conquista el final del Evangelio de Mateo, cuando Jesús envía a sus discípulos a todos los pueblos». Este es el pasaje citado: «Id, pues, y haced discípulos (mathèteuein  en griego) a todos los pueblos, bautizándolos (…), enseñándoles (didaskein) a guardar todo lo que os he mandado (Mateo 28, 19)».

Podemos llamar «conquista» la tarea de predicar, enseñar y bautizar. Se trata de una misión universal que propone la fe a todos los hombres, a diferencia de las religiones nacionales como es el sintoísmo. El cristianismo en este aspecto se parece al islam, cuyo profeta ha sido enviado «a los rojos como a los negros». Pero su fin es la conversión de los corazones por la enseñanza, no por la toma del poder. Los intentos de imponer la fe por la fuerza, como intentó hacer Carlomagno con los sajones, son perversiones monstruosas, un puro y evidente contrasentido.

El Corán no tiene un equivalente al envío misionero de los discípulos. Puede ser que las exhortaciones a matar que leemos sólo tengan un alcance circustancial e ignoremos las causas de la expansión árabe del siglo VII. El caso es que  el mensaje de conquista ya no es una metáfora y tiene un significado más concreto, definitivamente militar. Las dos colecciones más autorizadas (sahīh) atribuyen a Mahoma esta declaración (hadith), constantemente citada desde entonces: «He recibido la orden de combatir (qātala) a las personas (nās) hasta que éstas testifiquen que "no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta", realicen la oración y depositen la limosna (zakāt). Si lo hacen, su sangre y sus bienes estarán protegidos por mí, a salvo según el derecho del islam (bi-haqqi 'l-islām), y Alá tomará cuenta de sus asuntos (hisābu-hum ‘alā ‘Llah) (Bukhari, Foi, 17 [25] ; Muslim, Foi, 8, [124] 32-[129] 36)». He reproducido el árabe de los pasajes inciertos. En lo que respecta al último, la reciente traducción de Harkat Ahmed explica: «En lo que respecta a su fe interior, su cuenta incumbirá sólo a Dios (p. 62)».

Indicación de gran valor: se trata de obtener la confesión verbal, los gestos de oración y el pago del impuesto. No se trata de convertir los corazones, sino de una sumisión, que es el significado de la palabra «islam» en muchos relatos de la vida de Mahoma. La adhesión sincera podrá y tendrá que llegar, pero no es lo fundamental. Nada puede forzarla, puesto que «no hay obligación en la religión (Corán, II, 256)». Vendrá cuando la ley islámica esté en vigor. Entonces será interés de los conquistados pasar a la religión de los conquistadores. Vemos que la palabra «conquista» tiene un significado diametralmente opuesto respecto al versículo de Mateo.

¿Por qué, entonces, insistir sobre estas diferencias? Muchos musulmanes están llevando a cabo un amplio examen de conciencia en respuesta a los horrores causados por el Estado Islámico. No es manteniendo viva la confusión intelectual como los ayudaremos a dejar las cosas claras sobre las fuentes textuales y los orígenes históricos de su religión.

Rémi Brague es un filósofo francés, especialista en Filosofía Medieval Árabe y Judía. Miembro del Instituto de Francia, es profesor emérito de la Sorbona.
Publicado en Le Figaro.
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).