Libertad y verdad
por Pedro Trevijano
En el evangelio de San Juan, Jesús pronuncia dos frases muy importantes: “La verdad os hará libres” (8,32) y, en la Pasión ante Pilato,: “Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (18,37). Pilato pregunta a Jesús: “¿Qué es la verdad?” (18,38). Pero ni siquiera se molesta en esperar la contestación.
Actualmente, los relativistas como Zapatero dan la vuelta a la frase de Jesús y proclaman: “La libertad os hará verdaderos”. ¿Con qué resultado?
“La libertad os hará verdaderos” supone el deseo de una libertad ilimitada, o sea de poder obrar según el propio albedrío, desvinculado de toda norma. Se trata de vivir nuestra existencia sin obligaciones y gozar sin trabas. Pero con ello el Diablo, el Padre de la Mentira, según nos cuentan el padre Amorth y otros exorcistas, intenta engañarnos con sus tres grandes leyes o principios: “Haz aquello que quieras, no debes obedecer a nadie, sé tu propio dios”. El primer principio aparentemente nos concede una plena libertad, pero se trata de una libertad sin límites ni frenos que en realidad nos hace esclavos de nuestras pasiones y suprime nuestra responsabilidad. El segundo principio anula el ejercicio de la autoridad. El tercero niega todas las verdades que vienen directamente de Dios: el cielo, el infierno, el juicio, el purgatorio, los diez mandamientos, María, etc.
En este contexto soy yo mismo quien determina lo bueno y verdadero. Hago lo que quiero, lo que me venga en gana. Pero en mi encuentro con los demás no queda respetado el principio de que mis deberes son los derechos de los demás respecto a mí y mis derechos, los deberes de los demás hacia mí. Por ello “la libertad os hará verdaderos” no nos conduce ni a la verdad, pues la ideología prima hasta el punto que es la realidad la que debe ponerse al servicio de la ideología, ni a la libertad, pues nos lleva directamente al totalitarismo, al hacer que sea el Estado quien me concede mis derechos, pues al no haber autoridad superior a él, dejo de ser el sujeto natural de derechos que nadie puede violar.
Es decir, cambio a Dios por el Estado, pero lo que sí hago es mantener el lenguaje de que respeto los derechos humanos, como ha hecho recientemente cierta autoridad política que nos ha dicho que ella está en Política para defender esos derechos. Lo malo es que esa persona es alguien que defiende el aborto, la eutanasia y la ideología de género, olvidándose de que el primer derecho humano es el derecho a la vida, porque si no estoy vivo, ¿para qué quiero todos los demás derechos?
Pero no sólo es el derecho a la vida el que está en peligro. También los demás derechos corren peligro de caer como fichas de dominó. La primera pieza a cobrar es la familia y el matrimonio, con una serie de leyes antivida y antifamilia, como el divorcio exprés, el aborto, las relaciones sexuales extraconyugales, la fornicación, la sodomía, el matrimonio homosexual, los vientres de alquiler, la eutanasia, el derecho de los padres a educar a sus hijos, la obligatoriedad de la educación afectivo sexual basada en la ideología de género, el no a la objeción de conciencia y en consecuencia la violación de la libertad religiosa, de conciencia, de opinión y de expresión, así como el quebrantamiento de la fidelidad sexual y de la monogamia.
Ahora bien, no nos creamos que la batalla contra el Bien se detiene aquí. Nuevas ideologías, todavía más aberrantes, como la transhumanista, que en teoría intenta mejorar las capacidades cognitivas, intelectuales, físicas y morales del ser humano por la tecnología, con un falso mesianismo que desprecia los valores absolutos, y la antiespecista, que nos considera animales como los otros. Son ideologías que están empezando a tomar posiciones, dispuestas a quedarse, sin olvidar de nuevas aberraciones que alguna legislación civil empieza ya a aceptar, como está sucediendo en Francia con su nueva Ley de Bioética, en la que se va a permitir entre otras cosas la implantación de embriones humanos en animales.
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