Despropósitos
Dar pábulo a las maledicentes acusaciones de unos desnortados padres contra un buen párroco –"calumnia que algo queda"-, en un municipio de un millar y pico de habitantes, sobre unos hechos sesgados y oyendo sólo a una parte, causa en la otra indefensión, nos conduce a un juicio paralelo bajo la inexistente apariencia de neutralidad, y supone una falta grave de ética profesional
por Javier Pereda
En pleno mes de agosto nos sorprende que salte a la opinión pública nacional una noticia que afecta a la provincia de Jaén, con todos los ingredientes para desatar la polémica y, de paso, cierta confusión cuando no perplejidad.
Un periódico local –el mismo que en su día aventó con continuas entregas el artificial y forzado escándalo del párroco de Canena, Diario Jaén-, siguiendo la misma dinámica sensacionalista, se hace eco de unos hechos acaecidos dieciocho días antes, que podían haber pasado completamente desapercibidos, porque ya, a simple vista, se evidencia que son un cúmulo de despropósitos, por inoportunos, salvo que se pretenda algún otro fin que no sea precisamente el de la información veraz.
En la portada de este diario se resalta como noticia principal, ilustrada con una gran foto que capta la atención del lector, a los padres con una hija menor ante la Iglesia del pueblo de Sorihuela de Guadalimar (Jaén), titulando de forma nada inocente: “Denuncian a un cura por negarle la comunión a su hija”. Luego, desde una fingida objetividad informativa, en páginas interiores, se completa semejante dislate entremezclando la denuncia formulada ante la Guardia Civil por –¡atención a la nueva tipificación penal!- “humillación pública”, que, según un supuesto diagnóstico médico ha provocado en la joven “ansiedad reactiva”, con el apoyo al sacerdote de la nada sospechosa alcaldesa socialista, junto con la mayoría de vecinos sorihueleños.
Dar pábulo a las maledicentes acusaciones de unos desnortados padres contra un buen párroco –“calumnia que algo queda”-, en un municipio de un millar y pico de habitantes, sobre unos hechos sesgados y oyendo sólo a una parte, causa en la otra indefensión, nos conduce a un juicio paralelo bajo la inexistente apariencia de neutralidad, y supone una falta grave de ética profesional.
Ciertamente, cualquier persona en el ejercicio de su profesión puede cometer errores, pero no parece que sea este el caso. Tal y como se ha trasladado la noticia –claramente tendenciosa, con falta de matices-, queda la incertidumbre de cómo iba la niña para que el sacerdote le aconsejara que tenía que ir vestida con un mínimo de decoro, y así poder recibir la Comunión. La información del periódico da por buena, de forma imprudente, la única versión de los padres, acompañando la fotografía de la menor con el vestido que llevaba el día de marras. De tal forma que lleva a los lectores a hacerse un juicio de valor negativo contra el sacerdote al tratarse de un vestido normal. Esta prueba –la del vestido de la niña- sin que sea sometida a la contradicción de la parte acusada, está viciada y carece de validez, y con ella las insinuaciones veladas.
Y sin embargo, el periódico siendo consciente de que el vilipendiado clérigo y sus superiores jerárquicos prefieren ser prudentes y no van a entrar en un cruce de acusaciones –aspecto respetable, porque lo suyo es disculpar a todos y no sembrar desunión-, pueden ser mal entendidos como “el que calla otorga”.
Lo que omite este diario es que estos padres -es vox populi, nunca mejor dicho- estaban casados civilmente, y gracias a la comprensión del párroco, como ella quería comulgar a toda costa, le explicó que no podía hasta que se casara por la Iglesia, hasta que llegó a administrarles este sacramento; la madre, estando en estas circunstancias exigía ser catequista, y el sacerdote en un derroche de paciencia le ayudaba a formarse; a la menor, según fuentes cercanas, se le razonó amablemente con anterioridad para que no llevara tan corta la falda, aspecto que se contradice con la versión del periódico que se refiere a cubrirse los hombros; la madre en un alarde de desbaratar la autoridad del sacerdote ya ha formulado otras denuncias contra Cáritas, porque dice que se llevan el dinero; los padres han conseguidos cerca de trescientas firmas para apoyar su denuncia, pero, según reconoce la alcaldesa, éstas no son del municipio; lo cual, nos lleva a cuestionar seriamente la credibilidad de la versión de los padres.
Ante semejante desafuero, quizá los padres deberían emplear su beligerante actividad, antes que en colaborar en este torticero circo mediático, en enseñar a sus hijos el respeto a la autoridad –también al párroco-, la educación y los buenos modales para vestir en cada lugar correctamente, y en adquirir la necesaria formación de la doctrina cristiana.
Esta historia no acaba aquí, porque quien firma este artículo es colaborador semanal del otro periódico de la ciudad, el Ideal de Jaén. Y justamente el contenido anteriormente trascrito es el que se envío para publicar esta semana. Pero hete aquí que recibo una llamada del director de este diario indicándome que esta información no podía publicarla porque podía lesionar un pacto no escrito de no ingerencia entre estos dos medios, pese a que uno es la competencia del otro, con todo lo que ello comporta. Le contesté que una cosa es la línea editorial de un periódico, y otra bien distinta la libre opinión de los colaboradores, y que a todos los ciudadanos de Jaén y de España, no se les podía privar de otra versión muy distinta de los hechos. Al final, los respetos humanos, la cobardía, la falta del sentido de libertad, en este caso de expresión, han podido a la hora de dilucidar la conveniencia de hacer prevalecer un derecho fundamental.
Quizá observando este tipo de hechos podemos llegar a comprender –porque tienen una relación muy directa-, la razón por la cual esta provincia tiene un paro que supera el cuarenta por ciento, con una de la menor renta per capita de toda España, que está muy relacionada con el grado de libertad.
El corporativismo periodístico es una forma más de corrupción que invade a todas las instituciones. La actitud de este director de periódico es propia de una mentalidad de provincianismo quietista, que impide que se desarrollen las libertades, y así no es de extrañar que esta provincia sea un nido de corrupción social y política, en donde han nacido los falsos expedientes de regulación de empleo, y la corrupción sindicalista, y ahora comprendemos porque no se atajó a tiempo. Sin embargo, los grandes periódicos de ámbito internacional no le duelen prendas en rectificar y criticar sus informaciones, porque lo que se trata es de decir la verdad, no de ocultarla. Es lo que les hace más grandes y más creíbles.
Con este artículo, al menos existe la posibilidad de que algunos ciudadanos puedan tener la posibilidad y acceso a una información más veraz y distinta a la de aquellos que pretenden imponer un pensamiento único, para de esta forma atacar y desacreditar a la Iglesia.
Un periódico local –el mismo que en su día aventó con continuas entregas el artificial y forzado escándalo del párroco de Canena, Diario Jaén-, siguiendo la misma dinámica sensacionalista, se hace eco de unos hechos acaecidos dieciocho días antes, que podían haber pasado completamente desapercibidos, porque ya, a simple vista, se evidencia que son un cúmulo de despropósitos, por inoportunos, salvo que se pretenda algún otro fin que no sea precisamente el de la información veraz.
En la portada de este diario se resalta como noticia principal, ilustrada con una gran foto que capta la atención del lector, a los padres con una hija menor ante la Iglesia del pueblo de Sorihuela de Guadalimar (Jaén), titulando de forma nada inocente: “Denuncian a un cura por negarle la comunión a su hija”. Luego, desde una fingida objetividad informativa, en páginas interiores, se completa semejante dislate entremezclando la denuncia formulada ante la Guardia Civil por –¡atención a la nueva tipificación penal!- “humillación pública”, que, según un supuesto diagnóstico médico ha provocado en la joven “ansiedad reactiva”, con el apoyo al sacerdote de la nada sospechosa alcaldesa socialista, junto con la mayoría de vecinos sorihueleños.
Dar pábulo a las maledicentes acusaciones de unos desnortados padres contra un buen párroco –“calumnia que algo queda”-, en un municipio de un millar y pico de habitantes, sobre unos hechos sesgados y oyendo sólo a una parte, causa en la otra indefensión, nos conduce a un juicio paralelo bajo la inexistente apariencia de neutralidad, y supone una falta grave de ética profesional.
Ciertamente, cualquier persona en el ejercicio de su profesión puede cometer errores, pero no parece que sea este el caso. Tal y como se ha trasladado la noticia –claramente tendenciosa, con falta de matices-, queda la incertidumbre de cómo iba la niña para que el sacerdote le aconsejara que tenía que ir vestida con un mínimo de decoro, y así poder recibir la Comunión. La información del periódico da por buena, de forma imprudente, la única versión de los padres, acompañando la fotografía de la menor con el vestido que llevaba el día de marras. De tal forma que lleva a los lectores a hacerse un juicio de valor negativo contra el sacerdote al tratarse de un vestido normal. Esta prueba –la del vestido de la niña- sin que sea sometida a la contradicción de la parte acusada, está viciada y carece de validez, y con ella las insinuaciones veladas.
Y sin embargo, el periódico siendo consciente de que el vilipendiado clérigo y sus superiores jerárquicos prefieren ser prudentes y no van a entrar en un cruce de acusaciones –aspecto respetable, porque lo suyo es disculpar a todos y no sembrar desunión-, pueden ser mal entendidos como “el que calla otorga”.
Lo que omite este diario es que estos padres -es vox populi, nunca mejor dicho- estaban casados civilmente, y gracias a la comprensión del párroco, como ella quería comulgar a toda costa, le explicó que no podía hasta que se casara por la Iglesia, hasta que llegó a administrarles este sacramento; la madre, estando en estas circunstancias exigía ser catequista, y el sacerdote en un derroche de paciencia le ayudaba a formarse; a la menor, según fuentes cercanas, se le razonó amablemente con anterioridad para que no llevara tan corta la falda, aspecto que se contradice con la versión del periódico que se refiere a cubrirse los hombros; la madre en un alarde de desbaratar la autoridad del sacerdote ya ha formulado otras denuncias contra Cáritas, porque dice que se llevan el dinero; los padres han conseguidos cerca de trescientas firmas para apoyar su denuncia, pero, según reconoce la alcaldesa, éstas no son del municipio; lo cual, nos lleva a cuestionar seriamente la credibilidad de la versión de los padres.
Ante semejante desafuero, quizá los padres deberían emplear su beligerante actividad, antes que en colaborar en este torticero circo mediático, en enseñar a sus hijos el respeto a la autoridad –también al párroco-, la educación y los buenos modales para vestir en cada lugar correctamente, y en adquirir la necesaria formación de la doctrina cristiana.
Esta historia no acaba aquí, porque quien firma este artículo es colaborador semanal del otro periódico de la ciudad, el Ideal de Jaén. Y justamente el contenido anteriormente trascrito es el que se envío para publicar esta semana. Pero hete aquí que recibo una llamada del director de este diario indicándome que esta información no podía publicarla porque podía lesionar un pacto no escrito de no ingerencia entre estos dos medios, pese a que uno es la competencia del otro, con todo lo que ello comporta. Le contesté que una cosa es la línea editorial de un periódico, y otra bien distinta la libre opinión de los colaboradores, y que a todos los ciudadanos de Jaén y de España, no se les podía privar de otra versión muy distinta de los hechos. Al final, los respetos humanos, la cobardía, la falta del sentido de libertad, en este caso de expresión, han podido a la hora de dilucidar la conveniencia de hacer prevalecer un derecho fundamental.
Quizá observando este tipo de hechos podemos llegar a comprender –porque tienen una relación muy directa-, la razón por la cual esta provincia tiene un paro que supera el cuarenta por ciento, con una de la menor renta per capita de toda España, que está muy relacionada con el grado de libertad.
El corporativismo periodístico es una forma más de corrupción que invade a todas las instituciones. La actitud de este director de periódico es propia de una mentalidad de provincianismo quietista, que impide que se desarrollen las libertades, y así no es de extrañar que esta provincia sea un nido de corrupción social y política, en donde han nacido los falsos expedientes de regulación de empleo, y la corrupción sindicalista, y ahora comprendemos porque no se atajó a tiempo. Sin embargo, los grandes periódicos de ámbito internacional no le duelen prendas en rectificar y criticar sus informaciones, porque lo que se trata es de decir la verdad, no de ocultarla. Es lo que les hace más grandes y más creíbles.
Con este artículo, al menos existe la posibilidad de que algunos ciudadanos puedan tener la posibilidad y acceso a una información más veraz y distinta a la de aquellos que pretenden imponer un pensamiento único, para de esta forma atacar y desacreditar a la Iglesia.
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