¿La hora de la Iglesia?
Seremos sabios si lo antes posible nos identificamos con la Verdad de la Palabra de Dios en un testimonio contracultural -es decir, si sostenemos abiertamente las enseñanzas y los valores cristianos frente a aquellos francamente impíos que está adoptando este mundo-, ya que toda demora en hacerlo debilita nuestras fuerzas para hacerlo luego.
Ahora que el mundo occidental trata de eliminar toda referencia al Dios de la Biblia y toda influencia cristiana en la sociedad, y que los cristianos se sienten “ninguneados” -por utilizar este neologismo que está tan de moda-, uno podría llegar a preguntarse si la Iglesia de Cristo es aún pertinente o tiene algún papel que desempeñar en nuestro tiempo. Porque cualquiera que mire objetivamente al interés por el evangelio que hay a su alrededor ha de reconocer que ese interés está bajo mínimos. Naturalmente, la obra es de Dios y está en manos del Espíritu Santo (Jn. 16:811). Sin duda, por eso, algunos sectores de la Iglesia redoblan la oración, los ayunos, la llamada “guerra espiritual”, la confesión del pecado de las naciones, etc. Sin entrar a valorar lo bíblicas o eficaces que puedan ser algunas de estas prácticas, lo que sí parece claro es que en ciertos círculos cristianos todavía se espera que Dios le dé la vuelta a la situación de desinterés por el cristianismo que hay en Occidente. El avivamiento -entendido como una respuesta extraordinaria al evangelio por parte de los pecadores inconversos y una nueva influencia de la fe cristiana en la sociedad- se convierte así en el objetivo principal, y hasta llega a eclipsar a la esperanza cristiana -la Segunda Venida del Señor- como foco de nuestra atención. Por esta razón hay que dar la bienvenida al anuncio reciente de la Asociación Billy Graham según el cual va a dedicar este año a concentrarse en la Segunda Venida de Cristo y a preparar a los cristianos para el final de los últimos tiempos. Anne Graham Lotz, hija del evangelista y afamada predicadora, ha confesado incluso que espera poder estar viva cuando el Señor regrese. Ya sea que la Segunda Venida sea tan inminente como piensan los Graham o no lo sea -siempre, nos recuerdan algunos, ha habido cristianos que creían que verían la Venida de Jesús en gloria y se equivocaron (¡aun el apóstol Pablo habría sido, dicen, uno de ellos! [1 Ts. 4:17; cf. 2 Ts. 2:1 y ss.])-, lo cierto es que esta esperanza debe ser el centro de atención y la expectativa mayor de la Iglesia (1 Ts. 1:9, 10), no menos porque Jesús nos exhortó a estar siempre vigilantes esperando a que Él regrese aunque no sepamos ni el día ni la hora en que eso sucederá (Mt. 24:36). Esta verdadera esperanza cristiana tiene el efecto de centrar, equilibrar y purificar tanto nuestra doctrina como nuestra forma de vivir como creyentes en Jesucristo; y cuando la misma se deja de lado o se sustituye por otra esperanza, se produce un trastorno teológico y ético que da lugar a extremismos y exageraciones de todo tipo. No es lo mismo, sin embargo, hacer cábalas para adivinar cuándo será la Venida del Señor o a qué líder mundial corresponde la cifra 666 del Anticristo, que reconocer las señales de los tiempos: lo primero supone una necedad que no conduce a ninguna parte; lo segundo es nuestro deber hacerlo (Mt. 24:32, 33). El creer que si ponemos en práctica las estrategias adecuadas y utilizamos los medios espirituales debidos podemos hacer dar marcha atrás a la rueda de la Historia y conseguir que vuelvan los tiempos culminantes de la influencia cristiana en el mundo occidental, es poco menos que creer que la Historia es cíclica, cuando, en realidad, tuvo un comienzo -Creación, Caída-, un punto álgido -vida, muerte, resurrección y entronización de Cristo-, y tendrá un final: la Segunda Venida de Jesús que dará paso al Juicio y a la plenitud del Reino de Dios. Saber en que estadio de este continuo histórico nos encontramos es de suma importancia. Juntamente con la Asociación Billy Graham yo también creo que la venida del Señor “está cerca, a las puertas” (Mt. 24:33); lo cual implica que la rebelión contra Dios está llegando a su clímax y que la manifestación del “hombre de pecado” o Anticristo (2 Ts. 2:112) no tardará en producirse. Si tenemos esta perspectiva, no nos creará tanto estupor lo que está sucediendo en forma de cambio de valores (los judeo-cristianos) por “antivalores” (los de lo políticamente correcto), o por la proliferación de leyes injustas e impías tales como las del aborto, los matrimonios homosexuales, la eutanasia, etc., y comprenderemos asimismo que estos tiempos no van a ser fáciles para la Iglesia de Cristo si queremos “escapar de todas estas cosas que vendrán, y estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36). Seremos sabios si lo antes posible nos identificamos con la Verdad de la Palabra de Dios en un testimonio contracultural -es decir, si sostenemos abiertamente las enseñanzas y los valores cristianos frente a aquellos francamente impíos que está adoptando este mundo-, ya que toda demora en hacerlo debilita nuestras fuerzas para hacerlo luego. Que esta es la hora de la Iglesia es indudable -siempre ha sido, es y será la hora de la Iglesia, que tiene el encargo de ser sal y luz ahora en el mundo y que reinará con Cristo cuando Él vuelva-, el quid de la cuestión está en: ¿La hora para hacer qué? ¿Para intentar negociar un armisticio con el mundo (Lc. 14:26-33) o para definirnos claramente según la Palabra de Dios como la luz frente a las tinieblas con el objeto, entre otras cosas, de poder anunciar mejor el evangelio de la gracia de Dios en Jesucristo? “Levántate, resplandece -nos exhorta Isaías-; porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria” (Is. 60:1, 2). ¡Ciertamente es la hora de la Iglesia! Juan Sánchez Araujo, pastor protestante evangélico
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