Domingo, 29 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Sobre el buenismo y el aborto


No puedo por menos de decir que ante ese asesinato masivo que es el aborto no podemos callar, porque la responsabilidad nos alcanza a todos, y no quiero presentarme delante de Dios con mi silencio, puesto que todos tenemos el derecho y el deber de formar la opinión pública.

por Pedro Trevijano

Hace unos días me encontré con unas viñetas en que unos periodistas interrogaban a Dios con este diálogo: “¿Y Vd. como Dios que es, no dormirá nunca, claro?” “Nunca”. “¿Y a qué dedica todo ese tiempo libre: lee, piensa, oye música?” “Perdono”. Me parece un diálogo muy característico de la oleada de buenismo que nos invade: como Dios es Amor y nos ama infinitamente, no le queda más remedio que perdonarnos, hagamos lo que hagamos. ¿Es eso verdad?, ¿qué sabemos de lo que Dios piensa en realidad? Recuerdo que cuando era adolescente, confesándome en cierta ocasión, el sacerdote me dijo: “Tu mentalidad es que estás yendo por el bordillo de la acera, y que Dios está esperando que te caigas, para llevarte al infierno. La realidad es, exactamente esa, pero al revés: Dios va a hacer contigo todas las trampas que pueda, menos cargarse tu libertad, para llevarte al cielo”. Muchas veces he pensado en la frase de ese sacerdote que, en realidad coincide con la conocida frase de san Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Pienso que Dios está interesadísimo en mi salvación, por supuesto mucho más que yo, pero también que para salvarnos ha querido, aunque sea en grado mínimo, mi o nuestra propia colaboración. Pero también pienso que a Dios no le tiene que hacer ninguna gracia que pensemos en Él como un pobre tonto que, al final nos va a salvar sin ni siquiera ese mínimo de colaboración por nuestra parte. De hecho en Gálatas 6,7 Dios nos da a conocer su pensamiento con toda claridad: “No os engañéis; de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare eso cosechará”. En el episodio del Juicio Final leemos en san Mateo: “Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? Él les contestará diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna”(Mt 25, 41-46). Pues bastante más grave que esas obras de misericordia no realizadas, es el matar a esos pequeñuelos con el horrendo crimen del aborto (Gaudium et Spes nº 51). Aclaro que para mí una mujer que aborta llevada por circunstancias muy difíciles, tiene muchas atenuantes, pero quien no las tiene son quienes se enriquecen con el infame negocio del aborto o los políticos que apoyan esas leyes cuyo resultado es la muerte de miles y miles de seres humanos en lo que podríamos calificar de un auténtico nuevo Holocausto. Recuerdo en este punto una anécdota que me contaron cuando era seminarista. Cuando los nazis llegaron al poder un grupo de jueces católicos alemanes preguntaron a la Santa Sede si podían aplicar las injustas leyes nazis. La respuesta fue que sí, porque siempre era preferible que la sentencia, aunque injusta, fuese lo más suave posible para la víctima. Pero también se dijo a los jueces que había un punto que no podían de ningún modo traspasar, aunque les costase la carrera e incluso el martirio: el condenar a muerte a un inocente. Por ello cuando leo barbaridades como las que dijo la ministro de Igualdad autorizando sin permiso paterno el aborto a los dieciséis años, o a Zapatero diciendo que el aborto es un derecho, no puedo por menos de decir que ante ese asesinato masivo que es el aborto no podemos callar, porque la responsabilidad nos alcanza a todos, y no quiero presentarme delante de Dios con mi silencio, puesto que todos tenemos el derecho y el deber de formar la opinión pública, aunque por supuesto mi responsabilidad sea mucho menor que la de los legisladores que autorizan la matanza de miles de seres humanos, responsabilidad que el Papa recordaba en su Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” del año 2007 al afirmar que el respeto a la vida humana es un valor innegociable con consecuencias a la hora de recibir la Eucaristía, pues como nos dice san Pablo: “Así pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma el pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe del cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”(1 Cor 11, 27-29). De hecho las Jornadas por la Vida, como la del 25 de Marzo, nos dicen que la Iglesia ni puede ni debe callarse. Pedro Trevijano, sacerdote
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