Una carta para releer, para meditar y para obedecer
Nos ha hablado un Papa entristecido. No contribuyamos a hacer permanente ese dolor. O, mejor dicho, no contribuyáis los que, desde un sector u otro, criticáis al sucesor de Pedro. Al que tiene por misión confiada por el mismo Cristo el apacentar sus corderos y sus ovejas.
La tenéis en el Boletín oficial de la Santa Sede en varios idiomas. Me parece que dice muchísimo y sugiere todavía más. A los lefebvristas y a los antilefebvristas. Me siento absolutamente identificado con ella. Sin el menor esfuerzo por mi parte. Si tuviera que haberlo hecho era seguro que lo haría. Reconociendo que estaba equivocado en lo que yo pensaba. No lo necesito en modo alguno. Mi opinión, que no vale nada, coincide exactamente con lo que el Santo Padre expresa. Eso pensaba yo de la situación de los lefebvristas, del gesto del Papa, de las declaraciones de Williamson, de las críticas al Papa, del Concilio... Esa es la postura de la Iglesia expresada por el Vicario de Cristo. Con ella estaba, en ella permanezco. En la alegría de sentirme un hijo fiel. Hay, sin embargo, otros destinatarios que deberían sentirse interpelados. Los críticos del Papa para que depongan su actitud y secunden al Pastor universal. No quedan bien, leído el texto, en sus reticencias, reservas y oposiciones. Y si son obispos, peor. Y los lefebvristas, creo que perfectamente retratados, para que de una vez se reintegren plenamente en la Iglesia. Y lo deberían hacer cuanto antes porque si persisten en su postura mañana lo van a tener más complicado. La Pontificia Comisión Ecclesia Dei, que tan benigna les ha sido bajo la presidencia del cardenal Castrillón, deja de tener autonomía para integrase en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Que seguro va a ser más rigurosa. Reconozcan de una vez el magisterio pontificio y el conciliar en lo que sea preciso o lo van a tener mucho más complicado. Y con fugas cada vez más numerosas hacia la verdadera y única Iglesia católica. Nos ha hablado un Papa entristecido. No contribuyamos a hacer permanente ese dolor. O, mejor dicho, no contribuyáis los que, desde un sector u otro, criticáis al sucesor de Pedro. Al que tiene por misión confiada por el mismo Cristo el apacentar sus corderos y sus ovejas. Francisco José Fernández de la Cigoña
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