Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Fundación, historia y actualidad de la Orden de Malta


¿Dónde arraiga su existencia? ¿Qué relación hay entre los Caballeros de Malta y la Orden de Malta? ¿Siempre se ha llamado así? ¿Orden militar, religiosa y nobiliaria? ¿Es verdaderamente un país? ¿Estado independiente y orden religiosa? ¿Quién la gobierna? ¿Cómo se rige? ¿Quiénes son sus ciudadanos? ¿A qué se dedican sus miembros?

por Jorge Enrique Mújica

En varias ediciones, el libro de los record Guinness ha colocado a la Orden de Malta, con poco más de hectárea y media de extensión, como el país más pequeño del mundo. Clío, la prestigiosa revista de cultura, en un artículo del número mensual de abril de 2003, señala que “a pesar de su reducido tamaño, de carecer de territorio propio, de estar enclavada dentro de la ciudad de Roma y de que sus súbditos se encuentren esparcidos por todo el mundo” es “un Estado independiente fiel a los principios de la orden religiosa de la que surgió hace nueve siglos”. ¿Dónde arraiga su existencia? ¿Qué relación hay entre los Caballeros de Malta y la Orden de Malta? ¿Siempre se ha llamado así? ¿Orden militar, religiosa y nobiliaria? ¿Es verdaderamente un país? ¿Estado independiente y orden religiosa? ¿Quién la gobierna? ¿Cómo se rige? ¿Quiénes son sus ciudadanos? ¿A qué se dedican sus miembros? El nacimiento de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén Jerusalén 1050 Hablar de la Orden de Malta es referirse a la más importante de las órdenes militares por su duración. En su longeva vida ha cambiado su nombre en diversas ocasiones. El inicial fue Hospitalarios de san Juan de Jerusalén (sanjuanistas); posteriormente Caballeros de Rodas y, más avanzados en el tiempo, Caballeros de Malta. Su fundación se remonta al año 1050[1], medio siglo antes de la primera Cruzada, cuando su fundador, el hoy beato Gerardo (†1120), establece un hospicio y, poco más tarde, el 15 de febrero de 1113, consigue del Papa Pascual II la bula de aprobación religiosa para el establecimiento de una iglesia, un convento y un hospital en los que se pudiera asistir a los peregrinos de cualquier fe o raza que acudieran a Tierra Santa. Incluso antes de las cruzadas, los mesones se hacían necesarios para albergar a los peregrinos. Los “hospitia” o “xenodichia” tenían esa función. Pertenecían a naciones diversas: en la época de Carlomagno existió el hospicio franco; el hospicio húngaro estuvo en funciones durante la época del rey san Esteban. No obstante, el más famoso fue un hospicio italiano fundado por mercaderes italianos de Amalfi, creado justo a la mitad del siglo XI. La relación establecida entre el origen de los mercaderes de Amalfi y los Hospitalarios parece poco convincente para algunos historiadores. Los Hospitalarios tenían a san Juan Bautista como patrono, mientras que el hospicio de los amalfitanos estaba dedicado a san Juan de Alejandría. Los Hospitalarios, además, adoptaron la regla de san Agustín y su monasterio fue autónomo desde el inicio, mientras que el de los de Amalfi seguía la regla benedictina y dependía de otro monasterio. Con las cruzadas el hospital italiano vino a menos mientras que el de Gerardo se benefició de la presencia de los cruzados y la gratitud hacia su hospitalidad. Esto posibilitó que Gerardo adquiriera los primeros territorios e ingresos económicos, incluso fuera del reino de Jerusalén. La acumulación de recursos por parte del primer superior de la orden facilitó que su sucesor, Frey Raymond de Puy (11201160), erigiera edificios más amplios y que el hospicio se convirtiera realmente en un hospital. Propiamente, los Hospitalarios nacen con Frey Raymond de Puy, autor de la regla que establece su conducta como religiosos, enfermeros y militares. En ésta se instituye que el hospital mantendrá fijos cinco médicos y tres cirujanos. Hacia el año 1150 se calculó que hasta 2,000 enfermos y peregrinos recibían cuidados. Gracias a las donaciones, Raymond innovó por segunda vez: en 1137 transforma la orden hospitalaria en militar. Para acompañar y defender a los peregrinos, sufragó el costo de una escolta armada que se convertiría en ejército formado por caballeros reclutados entre los cruzados de Europa. Se originaban, consecuentemente, los grados militares más antiguos de la orden: el de mariscal (que comandaba a los caballeros) y el de copler (que dirigían a la caballería ligera). El Papa Lucio III confirmaría el carácter militar de la orden en 1184. El quinto sucesor de Raymond, Frey Gosbert (1177), se distinguió como hombre de armas. En lo sucesivo, varios Maestres perecerían en el campo de batalla. No obstante, la Orden de san Juan se convirtió en militar sin perder el acento hospitalario. Pero aparecerá una mención explícita de la distinción militar hasta los estatutos del noveno Gran Maestre, Frey Alfonso de Portugal, hacia el 1200. A partir de este momento quedan definidas tres clases de miembros: los hermanos militares, los hermanos enfermeros y los hermanos capellanes. De este modo, mientras los caballeros Templarios y los caballeros Teutónicos eran puramente militares, la Orden de San Juan quedaba como orden mixta, es decir, hospitalaria y militar. Los caballeros Hospitalarios y los caballeros Templarios Los Templarios, orden coetánea de la Hospitalaria, tenían la regla monástica cisterciense y vestían un hábito distinto, el hábito blanco con una cruz roja, mientras que los Hospitalarios usaban manto negro con una cruz blanca que, al ir a la guerra, cubrían sobre su armadura con un sobretodo rojo con una cruz blanca. Ambas órdenes tenían el mismo rango ante la Iglesia y el Estado; eran reconocidas como órdenes regulares y el Papa les concedía independencia de cualquier autoridad espiritual y temporal (salvo la de la Sede Apostólica), exención de diezmos, derecho a erigir y tener capillas y cementerios propios y la asignación de la defensa militar de Tierra Santa. En el campo de batalla incluso compartieron puestos y se turnaban en vanguardia y retaguardia. Hospitalarios y el Reino Latino de Jerusalén Una parte de la historia de los Hospitalarios entronca en íntima relación con la del reino latino de Jerusalén. Con él compartieron prosperidad y adversidad. En el apogeo del reino, los sanjuanistas llegaron a poseer hasta siete fortalezas (como Margat y Krais en Trípoli). En Europa se les acreditaron alrededor de 19,000 casas o fincas lo que supuso una organización y administración financiera que asegurase el cobro regular de los ingresos que emanaban de estas posesiones. Hacia 1270, el décimo séptimo Gran Maestre, Frey Hugo de Ravel, unificó las tierras uniéndolas a una sola casa y colocándolas bajo control de un caballero de la orden llamado, primero, preceptor y posteriormente comandante. Éste se encargaba de recolectar rentas destinadas a las casas de Tierra Santa y para el sostenimiento de la comunidad. Gracias a estos recursos, la orden sobrevivió algún tiempo tras la conquista del reino de Jerusalén por parte de las tropas de Saladino, en 1187. Conservó posesiones en el principado de Trípoli pero, tras la caída del fuerte monástico de San Juan de Acre, en 1291, las perdió también. Con la pérdida del último baluarte, sus miembros buscaron refugio, bajo el Gran Maestre Frey Jean Foulques de Villaret, en el reino de Chipre. El rey Amaury les asignó las costas de Limasol como residencia. Así, los Hospitalarios vieron necesaria una modificación en sus artes de guerra para la defensa de los peregrinos y los lugares santos: equiparon flotas para pelear en el mar y, todavía bajo la guía de De Villiers, conquistaron la isla de Rodas produciéndose una completa transformación de la orden. Los Caballeros de Rodas Rodas 13101522 A partir de la conquista de la isla de Rodas, el Gran Maestre fue soberano temporal de un principado eclesiástico bajo soberanía de los emperadores del este. Aunque Villaret se preocupó por construir un nuevo hospital, el cuidado de los enfermos fue secundario pues el tiempo de los religiosos para atenderlos era poco. Por eso el nombre de “Caballeros” prevaleció entonces sobre el de Hospitalarios. Tras la supresión de los Templarios en 1312, y su posterior incorporación a la Orden Hospitalaria, se incrementaron las riquezas de los Caballeros de Rodas y su cariz marcial. Desde ese momento, la organización de la orden tomó forma definitiva: un cuerpo dividido en lenguas (o naciones), bailías, prioratos y encomiendas. En un inicio las lenguas eran siete con su propio administrador (Provenza, Auvernia, Francia, Inglaterra –con Irlanda y Escocia–, Italia, Aragón y Navarra, y Alemania, a las que se agregó Castilla y Portugal, en 1484, para constituir la octava lengua). El Gran Maestre podía ser elegido de cualquier lengua para ejercer la autoridad suprema. Cada lengua estaba dividida en prioratos. La cabeza tenía derecho a recibir caballeros nuevos y a visitar las encomiendas. Los prioratos eran 24 y las encomiendas o subdivisiones 656. Los puestos se asignaban por antigüedad y, después de tres campañas (“caravanas”), se tenía derecho a una encomienda. Un punto importantísimo fue el cambio de caballeros a corsarios. La piratería musulmana suponía un flagelo al comercio cristiano en el Mediterráneo. La acentuada continuidad en la defensa del mundo cristiano exigía la existencia de una fuerza naval y los Caballeros de Rodas construyeron una potente flota para surcar los mares. Armando cruceros, siguieron a los piratas sofocando los asaltos y, a la vez, incursionaron en las costas enemigas como Esmirna y Alejandría motivando a los turcos otomanos de Iconio a tomar la defensiva. Tras conquistar Constantinopla, el rey Mehemet se esmeró en expulsar de Rodas a los Caballeros. En 1480, bajo el Gran Maestre Frey Pierre d´Aubusson, repelieron las fuerzas del rey otomano. En 1522, Solimán II, con una flota de 400 barcos y 140,000 hombres, volvió a atacar. Durante seis meses los Caballeros resistieron el asedio, ahora con Frey Philippe Villiers de L´Isle Adam a la cabeza. Desprovistos y agotados, fueron vencidos y expulsados de Rodas con honores militares como gesto de admiración y la magnanimidad de Solimán II quien les prestó sus barcos para que partieran a Europa. Ya dispersados en sus encomiendas, el Gran Maestre Frey Philippe obtuvo del emperador Carlos V, con la aprobación del Papa Clemente VII, la concesión de la isla de Malta, dependiente del reino Borbón de Sicilia, soberanía que les fue concedida en 1530. Los Caballeros de Malta Malta 15301798 Pronto reasumieron la forma de vida practicada en Rodas. Resistieron a los piratas de Berbería con apenas siete galeras y formaron un valioso contingente en las grandes expediciones de Carlos V a Túnez y Argel. Poco más tarde equiparon más galeras para cazar a los turcos, lo que les atrajo nuevos ataques de Solimán II. El rey turco reunió a todas las fuerzas de su Imperio para sacar a los ahora Caballeros de Malta de su refugio. En 1565, a las órdenes del Gran Maestre Frey Jean de la Valette, quien daría su apellido a la actual capital de la República de Malta, La Valetta, los Caballeros defendieron la isla del ataque otomano que duró cuatro meses. La Orden no se desharía de su adversario sino hasta la batalla de Lepanto, en 1571, cuando los otomanos sufrieron el golpe fatal. Tras estos hechos, la historia de la Orden de Malta se reduce a pequeños encuentros marítimos. Un periodo de purificación se avecinaba: en algunas casas de la orden se propició un ambiente enrarecido entre algunos de sus miembros. Algunos historiadores apuntan a que las escenas de violencia y brutalidad vividas por los caballeros ejercieron mala influencia, lo que se reflejó en las actitudes de algunos de ellos. El efecto del protestantismo también afectó algunas encomiendas asignadas a la nobleza protestante (como el caso de Bailiwick de Sonenburgo, en Prusia, que despareció en 1810). Su declive empezó con la confiscación de sus posesiones en aquellos lugares donde la así llamada “reforma” religiosa amainó al catolicismo. 1798: el exilio Dos siglos más tarde, el 12 de junio de 1798, Napoleón Bonaparte realizó campañas de expedición-conquista a Egipto ocupando la isla de Malta. Los Caballeros, que tenían prohibido por regla luchar contra otros cristianos, se vieron obligados a abandonar la isla. El centro de operación y gobierno de la orden comandada por el Gran Maestre, el Freire-Conde von Hompesch, se rindió al general Bonaparte. En 1800, los ingleses ocuparon la isla. En 1802, con el Tratado de Amiens entre Gran Bretaña y Francia, fue reconocida la soberanía de la orden sobre Malta. No obstante, la paz entre estas dos potencias duró poco y no se respetó el acuerdo. En 1814 firmaron el Tratado de París reconociéndose a la corona británica como soberana y propietaria de la isla de Malta. La orden no pudo retornar jamás. Una orden despojada 1834: Roma, la posteridad inmediata Hacia 1797, a cambio de ser elegido Gran Maestre, el zar Paulo de Rusia les asignó muchas propiedades en sus dominios pero su elección no fue reconocida por el Papa. De 1805 a 1879 no hubo Gran Maestre. León XIII restableció el cargo otorgándolo al noble austriaco Geschi di Sancta Croce. Después de transferirse temporalmente a Messina, Catania y Ferrara, en 1834 la orden se estableció en Roma donde, desde entonces, posee con garantía de extraterritorialidad, la villa en el Aventino y el Gran Palacio Magistral en Vía Condotti número 68. La orden fue convocada para asistir a la Convención de Ginebra, en 1864, con igual dignidad entre las grandes potencias. En 1910, con Galeazzo von Thun Hohenstein de Gran Maestre, los requisitos de admisión eran: nobleza, fe católica, mayoría de edad e integridad social. Existían sólo cuatro prioratos: uno en Bohemia y tres en Italia. La Soberana Orden de Malta Estado actual de la orden La misión original de asistencia hospitalaria se ha reintensificado a lo largo del siglo pasado. La actividad caritativa se desarrolló a gran escala durante las dos guerras mundiales bajo los mandatos de los Grandes Maestres Frey Ludovico Chigi Della Rovere Albani (19311951) y Frey Angelo de Mojana di Cologna (19621988). La orden conserva el privilegio de ente independiente y soberano. Tiene su ordenamiento jurídico, expide pasaportes, emite sellos, acuña monedas y da vida a los organismos melitenses dotados de personalidad jurídica autónoma. Tras la muerte de Frey Andrew Bertie, 78° Gran Maestre (1988-2008), acaecida el 7 de febrero 2008, el 11 de marzo del mismo año fue elegido como 79° Gran Maestre y Príncipe de la Orden, Frey Matthew Festing (Northumberland, 30 noviembre 1949). Inglés de nacimiento, Frey Matthew estudió historia en el St. John’s College de Cambridge. Es experto en arte y se desarrolló profesionalmente en una conocida casa de subastas hasta antes de su ingreso en la orden. Festing es descendiente de un Caballero de Malta que fue mártir en 1539, Adrian Fortescue, y tiene la distinción de Oficial de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II. Desde 1977 es miembro de la Orden de Malta, en la que hizo sus votos solemnes en 1991 como Caballero profeso. Antes de su elección, desde 1993, se desempeñó como Gran Prior de Inglaterra y dirigió misiones humanitarias a Serbia, Croacia y Kosovo. La orden, neutral, imparcial y apolítica, mantiene relaciones diplomáticas con 102 Estados, es observador permanente ante las Naciones Unidas y la Comisión de la Unión Europea, además de contar con representaciones antes 16 organismos internacionales como la FAO y la UNESCO. Al día de hoy las actividades de la orden son gestionadas por seis Grandes Prioratos, cuatro subprioratos y 46 Asociaciones Nacionales. El Gran Maestre, en calidad de soberano temporal, preside el Soberano Consejo formado por cuatro altos cargos (Gran Comendador, Gran Canciller, Gran Hospitalario y Recibidor del Común Tesoro) y otros seis miembros elegidos por el Capítulo General por cinco años. El ordenamiento jurídico se refleja en la división de poderes propios de todo Estado moderno: el poder legislativo, ejecutivo y judicial (éste último compuesto por los Tribunales Magistrales de Primera Instancia y Apelación formados por jueces nombrados por el Maestre entre los miembros de la Orden expertos en derecho). Orden religiosa, acción caritativa y carácter nobiliario Por su carácter religioso, la Orden de Malta está ligada a la Santa Sede. Este rasgo, no obstante, convive con su plena soberanía. El Gran Maestre es cabeza de un Estado soberano y líder espiritual de una orden católica. Canónicamente está definida como orden religiosa laica. Algunos de sus miembros son freires que han profesado los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia; otros miembros sólo han hecho una promesa de obediencia, mientras que la mayoría son laicos que viven las virtudes cristianas. La bandera melitense tiene como insignia una cruz con ocho puntas que hacen referencia a las bienaventuranzas evangélicas. Así ponen de manifiesto su espiritualidad. De acuerdo a las normas de su Constitución, el Papa nombra a un cardenal patrono como representante suyo ante la orden[2], de entre una terna que propone, como privilegio, el Gran Maestre. El cardenal patrono tiene la función de promover los intereses espirituales de la orden, ser el superior eclesiástico y ocuparse de las relaciones con la Sede Apostólica. Afín a sus principios y fieles a la defensa de la fe y la ayuda a los necesitados, los más de 12,500 Caballeros y Damas de la orden, y los 80,000 voluntarios permanentes, trabajan en el campo de la asistencia médica, social y humanitaria en más de 110 países. A través del “Malteser International” actúa en primera línea en catástrofes naturales y conflictos bélicos. En él trabajan 100 expertos en ayuda humanitaria de emergencia junto a 900 agentes locales en zonas en crisis como Kosovo, Afganistán, Sudán y el sudeste asiático. El “Malteser International” actúa en colaboración con la red de la Orden de Malta conformada por 46 asociaciones nacionales en cinco continente y sus embajadas en el mundo. Las actividades de la orden experimentan un desarrollo particularmente intenso en Medio Oriente y África. Sin distinción de raza o religión, desde hace más de 40 años la fundación melitense CIOMAL (Comité Internacional de la Orden de Malta) trabaja activamente en el tratamiento de la lepra e interviene en la lucha contra otras enfermedades y discapacidades, además de contar con programas para madres y niños que padecen SIDA en el tercer mundo. Actualmente, sus misiones más significativas están en Kosovo, Macedonia, Mozambique, Turquía, El Salvador, India y la zona africana de los Grandes lagos[3]. En 2005 destacó su respuesta al tsunami con más de 30 millones de euros recabados de la solidaridad de sus miembros, y al huracán Katrina en Estados Unidos. Los médicos colaboradores de la orden han actuado en escenarios de crisis como Afganistán, Rumania, Níger y Pakistán. Entre sus obras más insignes tienen el Hospital de la Sagrada Familia de Belén (www.holyfamilyhospital-bethlehem.org), en Palestina, y el hospital especializado en neurología y rehabilitación, en Roma. Ser Hospitalario en este milenio significa “dedicarse a aliviar el sufrimiento y llevar el consuelo de la caridad cristiana a los afligidos donde sea necesario: enfermos, marginados, perseguidos, refugiados, etcétera”. Toda esta labor la cumplen a través de sus hospitales, centros médicos, residencias para ancianos, minusválidos y centros para enfermos terminales. La naturaleza caballeresca sigue siendo un rasgo distintivo de la Orden de Malta porque mantiene los valores de la caballería y de la nobleza. Su fisonomía militar se explica y justifica hoy por el deseo de ser soldados en la lucha contra los males. Ahora libran la lucha contra la miseria, la enfermedad, la marginación, la intolerancia y a través de la defensa y divulgación de la fe católica. Al día de hoy, no pocos de los miembros de la orden siguen perteneciendo a clases nobles, queriendo significar el espíritu de servicio, abnegación y disciplina que también les anima a actuar. El modo exclusivo de hacerse miembro es por invitación, pues sólo se admiten personas de moralidad intachable y práctica cristiana que, además, hayan realizado méritos para la Soberana Orden, sus instituciones o sus obras. Sin embargo, hacerse voluntario de la orden es más sencillo. Según la Carta Constitucional de 1997, los miembros de la orden se dividen en tres clases. A la primera pertenecen los Caballeros de Justicia o Profesos, y los Capellanes Conventuales Profesos, que deben profesar los tres votos con el fin de perseguir la perfección evangélica. Son religiosos a todos los efectos, a tenor de las normas del Derecho Canónico, pero sin obligación a la vida común. La segunda clase, en virtud de la promesa de obediencia, se obliga a vivir según los principios cristianos y los relativos a la orden. Se subdividen en tres categorías: Caballeros y Damas de Honor y Devoción en Obediencia, Caballeros y Damas de Gracias y Devoción en Obediencia y Caballeros y Damas de Gracia Magistral en Obediencia. La tercera clase la constituyen miembros laicos que no profesan ni voto ni promesa de obediencia pero que viven según los principios de la Iglesia y de la orden. Tienen seis subdivisiones: Caballeros y Damas de Honor y Devoción, Capellanes Conventuales ad honorem, Caballeros y Damas de Gracia y Devoción, Capellanes Magistrales, Caballeros y Damas de Gracia Magistral y Donados y Donadas de Devoción. La Orden de Malta y la República de Malta Según lo acordado con el gobierno maltés actual, la orden ha vuelto a la isla de Malta concediéndoseles, por 99 años, el uso del fuerte de Sant´Angelo, propiedad de la orden desde 1530, hasta la ocupación napoleónica. La orden ha restaurado la antigua fortaleza y hoy es la sede de la Academia Internazionale Melitense que desarrolla e impulsa actividades de carácter histórico y cultural. La Orden de Malta nació en la Edad Media. Ha permanecido en los siglos gracias a la evolución y vigencia de su carisma fundacional que le ha caracterizado: el hospitalario. El no haber abandonado nunca este perfil, conforme al cuarto voto de consagrarse in obsequium pauperem et tuitionem fidei, y la providencia de Dios, le ha permitido perseverar y persistir en la historia. El web site oficial de la Orden de Malta se encuentra en: http://www.orderofmalta.org/espanol Bibliografía: · Enciclopedia Europea volumen VII, Garzanti ed., Roma, 1978, 1ª ed. · La Piccola Treccani vol. VII. Ed. Istituto della Enciclopedia Italiana, Roma, 1995 · Gran Enciclopedia Rialp volumen XIV. Editorial Rialp S.A., Madrid, 1993, 7ª ed. · R. de la Cierva, Misterios de la Historia, segunda serie, Editorial Planeta, Barcelona 1992, 1ª ed. · The Catholic Enciclopedia, volume I · Enciclopedia Universal Ilustrada Europea Americana volumen XXII, Espasa Calpe, Bilbao 1929, 1ª ed. · B. Llorca, S.I. y R. G. Villoslada S.I., Historia de la Iglesia Católica volumen II Edad Media, BAC, Madrid 2003, 7ª ed. · B. Llorca, S.I. y R. G. Villoslada S.I., Historia de la Iglesia Católica volumen III Edad Nueva, BAC, Madrid 1999, 4ª ed. · Storia della Chiesa volumen VIII La riforma gregoriana e la riconquista cristiana (10571123), San Paolo, Roma 1995, 2ª ed. · Revista Clío, Editorial Clío, México, abril 1993 · Enciclopedia Británica volumen XIV, Encyclopaedia Británica, Inc., Chicago 1964, 52ª ed. Jorge Enrique Mújica, LC
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