Domingo, 29 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El eterno conflicto de los Bienes de la Franja


Habría sido mejor desacralizar las piezas y tirarlas a un vertedero antes que haber dado un espectáculo vergonzoso que ha perjudicado a la credibilidad de toda la Iglesia ante los ojos del mundo. No todos tienen el mismo grado de responsabilidad, pero todos darán cuentas a Dios por lo ocurrido.

por Luis Fernando Pérez

Poca máximas hay tan ciertas como la que afirma que “lo que mal empieza mal acaba". El conflicto por la propiedad de los Bienes de la Franja empezó mal, ha continuado mal y me temo que acabará mal. Empezó mal porque Roma no supo hacer bien las cosas desde el principio. Si el asunto hubiera quedado zanjado por parte de la Iglesia en el mismo acto por el que las parroquias situadas en la Franja Oriental de Aragón dejaban de pertenecer a la diócesis de Lérida para ser adscritas a la de Barbastro, no habríamos asistido a década y media de espectáculo vergonzoso por el que dos diócesis vecinas y hermanas se han tirado los trastos a la cabeza. Porque, nadie lo dude, es una vergüenza absoluta para la Iglesia todo lo que ha ocurrido en este tiempo. Independientemente de quién tenga razón, que para mí está muy claro que la tiene Barbastro, lo cierto es que aquí se han pasado por el forro lo que San Pablo afirma en los primeros versículos de 1ª Corintios 6: Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante los injustos, y no ante los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no sois acaso dignos de juzgar esas naderías? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? Y ¡cómo no las cosas de esta vida! Y cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la Iglesia tiene en nada! Para vuestra vergüenza lo digo. ¿No hay entre vosotros algún sabio que pueda juzgar entre los hermanos? Sino que vais a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso, ante infieles! De todos modos, ya es un fallo en vosotros que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar? ¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los demás! ¡Y esto, a hermanos! ¿Esos versículos se leen en Lérida y Barbastro? Y cuando se leen, ¿no se le cae a nadie la cara de vergüenza? Porque no diré que no es importante que se haga justicia y se devuelva a unos lo que es suyo. Lejos de mí tal pensamiento. Pero muy cerca de mi parecer está la idea de que habría sido mejor desacralizar las piezas y tirarlas a un vertedero antes que haber dado un espectáculo vergonzoso que ha perjudicado a la credibilidad de toda la Iglesia ante los ojos del mundo. No todos tienen el mismo grado de responsabilidad, pero todos darán cuentas a Dios por lo ocurrido. Ahora la cuestión está absolutamente enfangada. Ante la petición del Vaticano al obispo de Lérida de que retire las obras del museo de Lérida, el gobierno catalán dice que “verdes las han segao". Montilla asegura que los tribunales les darán la razón, porque la propia ley catalana así lo dicta. No me dirán ustedes que no tiene guasa la cosa. Hay un conflicto entre dos comunidades autónomas y una de ellas dice que tiene razón porque su propia ley así lo dicta. Es como si mañana el parlamento de Aragón saca una ley por la que dice que históricamente Cataluña es parte del Reino de Aragón y por tanto la Generalidad está sometida a la autoridad de las Cortes aragonesas y aquí no hay más que hablar. Que nadie piense que los políticos van a limpiar lo que los obispos ensuciaron. Hablar de pacto cuando se llevan años y años sin pactar, tiene poco sentido. Los tribunales de la Iglesia ya decidieron y de lo que se trata acá es de bienes propiedad de la Iglesia, ante lo cual todo debería de estar ya arreglado. Pero en cuanto que son también bienes de indudable interés artístico, el poder político quiere marcar su propio terreno. No sé si cabría la posibilidad de que la Iglesia reclamara esos bienes para darle un uso litúrgico, de forma que retornaran de verdad a las parroquias de quienes son propiedad. Dado su valor, haría falta unas medidas de protección que no sé si son posibles. En todo caso, si tenemos que esperar a que el Supremo dé su última palabra, podemos hacernos a la idea de que pasarán otros 15 años antes de que esas piezas vuelvan a sus legítimos propietarios. Si es que vuelven. Como eso dependa del peso político de las respectivas comunidades autónomas, en Cataluña se quedarán. Luis Fernando Pérez Bustamante
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