El libro renovado de Pagola (I)
Las líneas que siguen son fruto de una lectura y reflexión ágil sobre la reciente edición en catalán de la obra de Pagola. La lectura de la obra en catalán me lleva a constatar, en mi opinión, que siguen en pie las observaciones que la Nota de la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe hizo en su momento para clarificar la obra de Pagola.
Anotaciones a Jesús. Aproximació històrica, de J.A. Pagola (Editorial Claret, Barcelona, 2008, 684 pp.) Hace un par de meses que circula por Cataluña una edición “renovada” del conocido libro de J.A. Pagola. Como es sabido, en su día, la obra recibió estudios críticos por parte de diversos autores y por la Comisión Episcopal de la Doctrina de la fe de la CEE. En su momento leí la obra en su edición española, los estudios y recensiones y la mencionada Nota de la Comisión Episcopal. También las respuestas que dio el autor a las interpelaciones recibidas. La edición en lengua catalana y algunas promociones de la misma me llevan ahora a expresar en el foro público algunas anotaciones de mi lectura. Hace pocos días, la hoja diocesana de dos diócesis de la Tarraconense escribía una breve presentación de la obra de Pagola. Decía así:
“Editorial Claret acaba de publicar la edición renovada de este libro después que en la primera edición en castellano estuviese acompañada de polémica. El libro es denso, con 692 páginas de texto y abundante bibliografía, pero su lectura no comporta ningún esfuerzo especial. “Parte de la investigación más reciente y sólida y nos acerca a la persona de Jesús combinando el rigor histórico con una presentación clara y agradable. El autor se esfuerza por “captar” el impacto que Jesús provocó en sus contemporáneos y lo narra con palabras sencillas a los hombres y mujeres de hoy”. Lo que pretende, en definitiva, es dar respuesta a una pregunta que continúa vigente más que nunca: “Quien es Jesús?” Pagola reconoce que se esfuerza para seguir a Jesús “no siempre con la fidelidad que yo querría, en el seno de la Iglesia Católica”. (Full Diocesà Solsona/Vic, 26 octubre 2008)
Me pregunto si el redactor de la nota ha leído a fondo la obra y, conociendo las serias objeciones que ha planteado la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE, ha consultado a los Obispos responsables de dicha hoja diocesana para su publicación. Tengo serias dudas al respecto . Las líneas que siguen son fruto de una lectura y reflexión ágil sobre la reciente edición en catalán de la obra de Pagola. La lectura de la obra en catalán me lleva a constatar, en mi opinión, que siguen en pie las observaciones que la Nota de la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe hizo en su momento para clarificar la obra de Pagola. Hecha esta observación paso a exponer algunas notas que he tomado en el transcurso de la lectura de la edición “renovada” en catalán, sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos. Confrontando la edición catalana con la anterior y primera en castellano, constatamos que Pagola dedica muchas más páginas en la presentación de esta versión revisada. Reconoce que “mi obra ha recibido también críticas negativas y ha suscitado preguntas y recelos que pueden crear malentendidos” (p. 7). Todo ello le ha llevado a “preparar una nueva edición revisando el texto y, sobretodo, ofreciendo una presentación más detallada de mi estudio y una notable ampliación del capítulo conclusivo” (p. 7). Efectivamente, la renovación de la obra estriba fundamentalmente en la “presentación detallada”, más que en el capítulo conclusivo. El texto apenas ha sido retocado. No hay ninguna mención a la Nota emanada por la Comisión Episcopal. El autor explicita que ha llevado a cabo la mencionada revisión del texto “con el único objetivo que Jesús continúe haciendo el bien a aquellos que se acerquen a él a través de estas páginas” (p. 7). Pagola quiere dejar muy claro que la obra no se trata de una cristología, “no he escrito este libro para estudiar y exponer el contenido de mi fe en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado para nuestra salvación” (p. 7). Reconoce que su propósito “ha sido aproximarse a Jesús con rigor histórico y con lenguaje sencillo, para acercarle al hombre y a la mujer de hoy a la persona y al mensaje de Jesús” (p. 6). Entrando en la temática habría que recordar para empezar que, en el pasado Sínodo, Benedicto XVI tomó la palabra el 14 de octubre para corregir un defecto muy frecuente de la exégesis actual y que consiste en separar la exégesis de la Tradición. Hay que tener en cuenta la unidad de toda la Escritura e interpretarla desde el mismo espíritu con que fue escrita, teniendo en cuenta la Tradición viva de la Iglesia y la analogía de la fe. Estas palabras las tomaba el Papa de DV 10. No podemos olvidar que la Iglesia y la Tradición existieron antes de la Escritura y siguieron existiendo después de ella. Por lo tanto la Escritura hay que interpretarla desde la Iglesia, correspondiendo al Magisterio su interpretación auténtica. Tradición, Escritura y Magisterio están entrelazados de tal forma, sigue diciendo el Concilio, que uno no tiene consistencia sin los otros, dado que tienen el mismo origen y tienden a la misma finalidad (DV 9, 11, 12). Por ello no puede haber contradicción entre Escritura y Tradición. Pero Ratzinger justifica el método histórico-crítico en la investigación de los evangelios en su obra Jesús de Nazaret (Madrid 2007). Porque los evangelios pretenden contar la historia auténtica de Jesús en sus dimensiones fundamentales. Recuerda Ratzinger que: “si dejamos de lado la historia de Jesús, la fe cristiana como tal queda eliminada y transformada en otra religión” (p. 11). El método histórico-crítico, dice Ratzinger, sigue siendo necesario e indispensable (p. 1112). La resurrección, los milagros, la predicación de Jesús junto con la conciencia que tenía de su divinidad aparecen en la Escritura como hechos históricos, de ahí que puedan ser estudiados desde una perspectiva histórica. Por ello el investigador cristiano que estudia la vida de Cristo según el método histórico-crítico no tiene por qué prescindir de su fe, porque no solamente no habrá contradicción entre la historia y la fe, sino que incluso la fe puede orientar la investigación en la verdadera dirección. Pero por las razones que hemos dado antes, el método histórico-crítico goza de una autonomía propia en cuanto método. De lo que Ratzinger se queja en su libro es de la parcialidad con la que muchas veces se ha usado y se usa este método (p. 8), del reduccionismo que se hace con él y de los aprioris con que se utiliza. Se trata por lo tanto de un método que frecuentemente se usa mal. El Papa por su parte dice que sigue confiando en los evangelios en cuanto que nos dan un Jesús real, un Jesús histórico en un sentido propio y verdadero (p. 18). Pero recuerda también que en este estudio se ha de tener en cuenta la unidad de toda la Biblia y que se han de emplear también otros métodos complementarios. Pagola por su lado mantiene una clara ruptura entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, olvidando que un cristianismo sin historia no es cristianismo. En la larga introducción que hace Pagola en su obra observa que no da el mismo valor a todas las fuentes literarias y que los evangelios son la fuente más importante y decisiva. Sin embargo, su valoración de la historicidad de los evangelios nos parece muy minimalista. Para Pagola “los escritos de los evangelios están impregnados de su fe en Jesucristo resucitado, son sumamente selectivos, han sido narrados en función de problemas y necesidades de las primeras comunidades cristianas y están ordenados y orientados hacia objetivos teológicos concretos. Por esto exigen un estudio crítico cuidadoso antes de obtener información fidedigna para la investigación” (p. 12). Creo que sería mucho más acertado decir, como expresaba magistralmente Mons. Amato, que “un estudio desapasionado, libre de prejuicios racionalistas, lleva a concluir que los evangelios son parte del género literario bíos: eso significa que las narraciones evangélicas están más interesadas en referir acerca de “las gestas” de Jesús que a dar testimonio de la “fe” de los primeros cristianos. Los evangelios se centran en la persona, el mensaje, las actitudes y las obras de Jesús, en resumen, sobre su “vida”, en su momento más decisivo. La experiencia cristiana, en cambio, nos ha sido transmitida sobre todo en el resto del Nuevo Testamento… El valor histórico de los evangelios y su cualidad biográfica devuelven a la teología una base insustituible para su elaboración cristológica” (Conferencia pronunciada en Barcelona, febrero de 2008). De hecho la obra de Pagola es una obra de mínimos e incluso de bajo mínimos, por ejemplo cuando desconoce lo que hoy muchos autores denominan una cristología implícita en dichos y actuaciones de Jesús. En su investigación histórica no encuentra lugar un hecho tan fundamental como la pretensión de divinidad de Jesús y su clara conciencia de ello. Este punto neurálgico de la conciencia que Jesús tuvo de sí mismo no es tratado adecuadamente en la obra de Pagola. De hecho, fue una de las críticas que le hizo en su momento la Nota: “Si Jesús no se presentó a sí mismo como Dios y como Hijo de Dios, ni reclamó para sí la fe que reclamó para el Padre, la posterior confesión de fe de los Apóstoles no fue más que una interpretación exagerada… La conciencia que Jesús tenía de sí y de su misión es inseparable de la verdad histórica contenida en la profesión de fe”. (Cf. Nota, 11). ¿Cómo resuelve Pagola esta importante interpelación en su obra renovada? Con una nota a pié de página que no aparecía en la anterior edición. La nota en cuestión dice así: “Naturalmente, nuestro trabajo de aproximación histórica a Jesús no prejuzga en absoluto lo que la doctrina de la Iglesia afirma o la cristología estudia sobre la conciencia filial y mesiánica de Jesús, ni sobre la relación peculiar que el Hijo de Dios encarnado tiene con su Padre en su singularidad irrepetible, ni sobre la legitimidad o no legitimidad de la atribución de la fe a Jesucristo ni en que sentido. Sencillamente son temas que quedan fuera del campo de la investigación histórica” (p. 380, nota 2). Jesús se define por ser “creyente fiel” y es un dato histórico incuestionable, según Pagola, que Jesús “actuó movido por su experiencia de Dios e invitó a la gente y a sus seguidores a creer en Dios y a acogerle con la misma confianza con que él lo hacía”. (p.379). Pagola insiste en que Jesús no propone una doctrina sobre Dios ni pretende sustituir en ningún momento la doctrina tradicional de Dios por una nueva. Jesús asocia Dios con la vida y lo primero y más importante para él es que los hijos e hijas de Dios gocen de la vida de una manera justa y digna. (p. 380) Como vemos no hay cambios sustanciales respecto la edición anterior en este punto. La nota que ha añadido a pie de página y que he transcrito dice que se quiere hacer un trabajo de aproximación histórica de Jesús y no una Cristología. A la Cristología corresponde estudiar el problema de la fe de Cristo, del desarrollo de su conciencia filial y mesiánica así como la singularidad irrepetible de Jesús frente al Padre. Pues bien, decir esto es afirmar que hay una ruptura total entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, olvidando que el cristianismo sin base histórica no es cristianismo. Hace un par de años, la Congregación para la Doctrina de la fe, emanaba un documento en el cual se clarificaban algunas cuestiones de cristología. El documento se refería a unas afirmaciones de J. Sobrino. La enseñanza del Magisterio decía: “Considerando el conjunto del Nuevo Testamento no se puede sostener que Jesús sea un creyente como nosotros. En el evangelio de Juan se habla de la “visión” del Padre por parte de Jesús. Igualmente, la intimidad única y singular de Jesús con el Padre se encuentra atestiguada en los evangelios sinópticos. La conciencia filial y mesiánica de Jesús es la consecuencia directa de su ontología de Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús fuera un creyente como nosotros, aunque de manera ejemplar, no podría ser el revelador verdadero que nos muestra el rostro del Padre… quedaría reducido a la condición de revelador que solemos atribuir a los profetas o a los místicos. Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, goza de un conocimiento íntimo e inmediato de su Padre, de una “visión”, que ciertamente va más allá de la fe. La unión hipostática y su misión de revelación y redención requieren la visión del Padre y el conocimiento de su plan de salvación…La relación de Jesús con Dios no se expresa correctamente diciendo que era un creyente como nosotros. Al contrario, es precisamente la intimidad y el conocimiento directo e inmediato que él tiene del Padre lo que le permite revelar a los hombres el misterio de su amor divino. Sólo así nos puede introducir en él”. Cristo o tuvo en su historia vivida conciencia de su condición única como Hijo de Dios o el cristianismo es una invención inexplicable. En trabajos anteriores publicados contra la tesis de Pagola se dejaba claro que Jesús había tenido conciencia de ser el Hijo único de Dios en un sentido trascendente. Sólo a modo de ejemplo, recordemos que no se puede encontrar en la Escritura un solo texto que diga que Jesús creía o tenía fe, mientras que pide siempre para sí la misma fe que pide para el Padre (Jn 1,12; 3,18; 5,3.8.46; 6,30; 7,37; 8,31.45.46; 10,37-38; 14,1). Esto es una prueba de su divinidad. Se le acusa en múltiples ocasiones de blasfemia, no sólo ante el Sanedrín sino en textos como Mc 2,1 y ss. y Jn 5, 18; 8,58; 10,33-34; 19,7. No se puede decir que sea la comunidad la que se invente que a Jesús se le acusaba de blasfemo porque esto iría contra el principio de discontinuidad. La conciencia divina de Jesús es patente también cuando asume el poder de perdonar pecados en su nombre (Mc 2, 1 y ss.), o se coloca por encima de la Ley (Mt 5) o por encima del Templo (Mt 12,6), o por encima del sábado (Mt 12,8). Llega incluso a aplicarse el nombre de Yahvé (Jn 8,24.28.58) y no se puede decir que esto se deba a la comunidad porque la comunidad no pondría jamás el nombre de Yahvé en boca de Jesús cuando para ella resultaba impronunciable por respeto y lo sustituía por el de Jehová. No olvidemos tampoco el uso por parte de Jesús del título Hijo del Hombre que tantas veces utilizó y que no puede tener origen en la comunidad primitiva, dado que esta no lo utilizó nunca para nombrar a Jesús. Pagola reconoce como interlocutor explícito de su obra “la sociedad moderna” y afirma que “la fe me ha estimulado a narrar la historia de Jesús de manera significativa para la sociedad moderna” (p. 16) Para el autor no es suficiente “confesar que Jesús es la encarnación de Dios si después no nos preocupa saber cómo era, qué sentía vitalmente o cómo actuaba aquel hombre en quien Dios se nos ha revelado” (p. 22). Pagola, escribiendo este libro, según el reconoce, ha “tenido muy presentes a aquellos que, decepcionados con el cristianismo real que tienen ante sus ojos, se han alejado de la Iglesia y están buscando por diversos caminos luz y calor para su propia vida… Con Iglesia o sin Iglesia son muchos los que viven “perdidos”, sin saber a que puerta llamar. Sé que Jesús podría ser para ellos la gran noticia…. Nada me haría más feliz que saber que la Buena Nueva llega, por caminos que ni yo mismo puedo sospechas, hasta a los últimos. Ellos serán y son también hoy sus preferidos” (p.23) y entre los cuales el autor sitúa “los olvidados o postergados por la Iglesia” (p. 23). Al final del libro, el autor, expresa algunas convicciones personales sobre la Iglesia que, tal vez, expliquen algunas perspectivas de la obra. Hablando de “Construir la Iglesia de Jesús” dice: “No todos los cristianos tenemos la misma visión de la realidad eclesial; nuestra perspectiva y estilo, nuestra manera de percibir y vivir su misterio es, a menudo, no sólo diferente, sino contrapuesta… Con todo, algo está cambiando dentro de mí. Amo a la Iglesia tal como es, con las virtudes y pecados que contiene, pero al mismo tiempo, cada vez más, la amo porque amo el proyecto de Jesús para el mundo: el Reino de Dios. No encuentro otra forma más autentica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al Evangelio”. (p. 603). Pagola ha mencionado el anuncio de la “Buena Nueva”, que procede de la fe confesada y vivida en la iglesia y esto desborda ciertamente el planteamiento de un estudio del Jesús histórico que reivindica el autor tantas veces. Al final de la larga presentación, Pagola concluye con estas palabras: “En todo caso, el encuentro con Jesús no es fruto de la investigación histórica ni de la reflexión doctrinal. Sólo tiene lugar en la adhesión interior y en el seguimiento fiel. Empezamos a encontrarnos realmente con Jesús cuando empezamos a confiar en Dios tal y como el confiaba, cuando creemos en el amor tal y como el creía, cuando nos acercamos a los que sufren tal y como él se acercaba, cuando defendemos la vida como él, cuando miramos a las personas tal y como él las miraba, cuando nos enfrentamos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó, cuando contagiamos la Buena Nueva que él contagiaba” (p. 24). Como vemos, no puede darse un encuentro con Jesús desde el punto de vista histórico ni de la reflexión doctrinal, sino cuando confiamos en Dios, tal como él confiaba. Jesús por lo tanto es un modelo de fe, nada más. El Reino de Dios En conexión con lo que vamos diciendo sería bueno presentar aquí brevemente el tema del Reino de Dios en el libro de Pagola. Si en algo coinciden todos los exegetas, católicos o protestantes, es que el tema del Reino de Dios es el centro de la predicación de Cristo, porque estaba avalado por el criterio de múltiple y por el de discontinuidad. En efecto, no se trata del reino mesiánico que esperaban los judíos y que implicaba el triunfo del Mesías. Además este Reino lo identifica Jesús con su propia persona (Lc 7,22-23) e implica ante todo la conversión (Mc 1,15). Jesús pide todo para el Reino, del mismo modo que pide todo para su persona: “el que busca su vida la perderá el que la pierda por mí la encontrará” (Mt 10,39). Pues bien, para Pagola tanto en esta edición como en la anterior, el Reino no exige una conversión. Jesús perdona sin condiciones, sin exigir un arrepentimiento. Nosotros por el contrario vemos en la parábola del hijo pródigo (Lc 15) que el hijo vuelve a casa pidiendo perdón. A la adúltera le dice “vete y no peques más” (Jn 8,11). El publicano sale del Templo perdonado porque ha pedido perdón (Lc 18,914). Olvida también Pagola todas las sentencias de los evangelios en las que Jesús aparece como juez al final de la historia con textos en los que dice que todos seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras (Jn 5,18-29; Mt 25). El Reino para Pagola no se realiza en el interior de la conciencia por la conversión sino que se reduce a suprimir el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza. Nunca habla Pagola de la vida de la gracia. Y, por supuesto, tampoco afirma que el Reino surge por la aceptación de Cristo (Lc 18,29; Mt 19,26). Aquellos que se obstinan en no convertirse morirán en su pecado (Mt 11,20-24; Jn 8,12.21-24; 3,16-21; 5,24). Nos hemos extendido en la consideración de estos puntos sobre la identidad de Cristo y del Reino de Dios y llegamos a la conclusión de que el pensamiento de Pagola en esta obra es idéntico al de la obra anterior, aunque se hayan pulido algunas expresiones. Continuará.... Dr. Joan Antoni Mateo García, sacerdote Profesor del Instituto de Teología Espiritual de Barcelona Profesor del Instituto Santo Tomás de Balmesiana Miembro de la Sociedad Mariológica Española
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