Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Aborto: asesinato de inocentes


Decía el Dr. Wilke: «Es más fácil sacar un bebé del útero de una mujer que de su conciencia». «Todo confesor experimentado sabe que el aborto es un pecado que muchas mujeres no se perdonan a sí mismas, ni siquiera después de haber sido perdonadas por Dios».

por Padre Loring

Está sobre el tapete la legalización del aborto en España. Esto es una monstruosidad. Nadie con el más mínimo sentido de la justicia puede defender que sea justo condenar a muerte a una persona inocente. Pues el niño no-nacido es tan persona humana como un adulto. De la unión del óvulo con el espermatozoide nace un nuevo ser humano, una célula diferente con doble herencia: 23 cromosomas del padre y 23 de la madre. Los médicos afirman que el nuevo ser humano empieza en la concepción. El Dr. Jerónimo Lejeune, uno de los más brillantes investigadores franceses, Catedrático de Genética en la Universidad de la Sorbona de París, y Director del Centro Nacional de Investigación Científica, que cuenta en su haber profesional con los más importantes premios científicos, y es miembro de las Academias de Ciencia de Suecia, Inglaterra y Estados Unidos, comentaba: «Esta primera célula, resultado de la concepción, es ya un ser humano». Tiene los 46 cromosomas propios de la especie humana. En otra ocasión dijo: «Aceptar que después de la concepción un nuevo ser humano ha empezado a existir, no es ya cuestión de gusto o de opinión, sino una evidencia experimental». Lo mismo se decía en una de las conclusiones de la Conferencia Internacional sobre el Aborto, celebrada en Washington donde participaron expertos en varios campos de la Medicina. El Dr. Ángelo Serra, de la Universidad Gemelli de Roma escribe: «Con la fusión de los dos gametos, un nuevo ser humano comienza su propia existencia». El Profesor Juan Ramón Lacadena, Catedrático de Genética de la Universidad Complutense de Madrid, en el Primer Congreso Internacional de Bioética de España, dijo que «la nueva vida comienza en el momento en que el espermatozoide entra en el óvulo». El Dr. José Hernández Yago, Presidente de la Sociedad Valenciana de Bioética, ha dicho que el descubrimiento del genoma humano demuestra «inequívocamente que en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide surge un ser humano con todo el genoma completo». El biólogo Jean Rostand afirma: «La individualidad humana comienza en el momento de la concepción». EL Dr. Ramiro Rivera, Presidente del Consejo General de los Colegios Médicos de España, dice: «Para un médico es indiscutible que desde el momento de la fecundación tenemos un nuevo ser humano». La Dra. Natalia López Moratalla, Catedrática de Biología, dice: «El cigoto, fruto de la fecundación, es una realidad nueva, un ser humano con todas las características de quien inicia su primer día de vida. Ya está completada la constitución de un individuo humano, de una persona». El Dr. Botella, el que fuera Presidente de la Real Academia de Medicina y Catedrático de Ginecología en la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo titulado El derecho a nacer, dice que la individualidad humana depende del código genético, y este código genético queda constituido en el momento de la concepción, siendo propio del nuevo ser, distinto de los códigos paterno y materno. Es decir, que el nuevo ser es un individuo desde el momento de la concepción, y por lo tanto está amparado por los derechos humanos. Eliminarlo es eliminar a un hombre: un homicidio. Un hombre, que además del derecho que tiene a la vida, lleva en sí el derecho a vivir de toda una cadena de otros posibles seres humanos en el futuro, entre los que puede haber genios, artistas, sabios y santos. El 15 de febrero de 1979 el periódico YA, publicó un documento del Colegio Oficial de Médicos, donde dice que: «Desde el punto de vista científico la vida comienza en el momento de la concepción». El Profesor Kastler, Premio Nobel, dice: «La vida humana comienza en la concepción, en el momento de la fusión del espermatozoide y el óvulo». «Producir un aborto es matar a un ser humano» (Dr. Zamorano Sanabria. Catedrático de Embriología de la Universidad Complutense de Madrid). El Dr. José Antonio Abrisqueta, Jefe de la Unidad de Genética Humana del Centro de Investigaciones Biológicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, afirma: «Ningún científico dudaría en afirmar que la vida humana empieza en el momento de la concepción». «La biología contemporánea impone que el embrión humano es un individuo estrictamente determinado, con un potencial genético propio, desde el instante de la concepción». «Ningún biólogo duda hoy en día que en el momento mismo de la reunión de los gametos, se ha engendrado ya no sólo una vida nueva e independiente, sino además una individualidad inédita». El profesor Herranz, Catedrático de Histología y Embriología General de la Universidad de Navarra, ha dicho: «El embrión humano es un ser humano, tiene vida humana. Su DNA es el mismo que tendrá toda su vida». En un congreso de científicos de las universidades de Roma, celebrado en la universidad La Sapienza, el 2 de febrero del 2002, se llegó a la conclusión de tratar al embrión como paciente, con los mismos derechos de cualquier paciente, pues es un individuo totalmente humano. En Estados Unidos se ha firmado una ley sobre los derechos a vivir del feto, pues considera al nasciturus (el que va a nacer) como miembro de la especie humana, cualquiera que sea el nivel de su desarrollo. Como la vida de una persona comienza con la concepción, el aborto provocado es un crimen. El Concilio Vaticano II lo llama: «crimen abominable». Es un asesinato de lo más cruel y cobarde, pues el asesinado es un ser inocente e indefenso que no puede huir, ni siquiera gritar para protestar de la injusticia que se comete con él. Las generaciones del futuro no comprenderán que en nuestro tiempo se permita a las madres que maten a sus hijos. Nos llamarán «generación asesina». Los abortistas se molestan si se les llama asesinos; pero, ¿qué otro nombre podemos dar a los que han condenado a muerte a cuarenta millones de seres inocentes? Y añaden: «La Iglesia es cruel, porque a los que cargan con el trauma de haber abortado, les añade el trauma de la excomunión». Este razonamiento es absurdo. Sería como querer quitar la policía para no preocupar a los terroristas. Defender a los abortistas es como defender a los terroristas que matan, y despreocuparse de las víctimas. Permitir el aborto para evitar el peligro de las mujeres que abortan clandestinamente es lo mismo que permitir los asesinatos para no poner en peligro la vida de los asesinos. Pero además el aborto es ilícito incluso en el caso de duda. Si me dan un paquete para que lo tire al mar diciéndome que es un gato muerto, pero yo sospecho que es un niño vivo, no puedo tirarlo al mar, antes de salir de la duda. Y si lo hago sin estar seguro de que no es un niño vivo, y resulta que lo es, soy responsable de un homicidio. ¿Y quién puede estar seguro afirmando lo contrario de lo que los médicos confirman? Dios ha dispuesto que los primeros días del ser humano se desarrollen dentro del seno de la madre para proteger su vida. Esto para algunos seres, en lugar de ser una defensa resulta un riesgo, pues madres que no se atreverían a asesinar a su hijo de dos años, se atreven a hacerlo si sólo lleva pocos meses en su seno. Estas madres traicionan la misión que Dios les ha confiado. Esto no lo hacen ni las fieras. Todos los animales defienden a sus crías. La crueldad de una madre matando a su hijo no tiene parangón. Ese hijo es la persona que más la va a querer. Ningún hijo haría lo mismo con su madre. Si alguno lo hiciera diríamos que es un monstruo. ¿Qué calificativo merecen las madres abortistas? El que en algunas naciones el aborto no esté penalizado por la ley, no lo convierte en moral. Las normas morales absolutas son independientes de la voluntad de los hombres. La ley de Dios prohíbe el aborto, y ninguna ley hecha por el hombre puede hacer lícita la muerte de un inocente. La ley universal de Dios obliga también a los no creyentes. El no matar, el no robar, el no fornicar, el no calumniar, etc. es para todo el mundo, y no sólo para los creyentes. Aunque en una nación se legislara lícita la calumnia, no por eso la calumnia dejaría de ser una injusticia. «Nadie pude autorizar la muerte de un inocente, sea embrión, feto, enfermo o anciano, sin cometer, por ello un crimen de extrema gravedad». Biológicamente no hay diferencia entre matar un embrión humano de veinticuatro horas o un niño de veinticuatro meses. El Papa Juan Pablo II, dijo en Madrid el 2 de noviembre de 1982: «Nunca se puede legitimar condenar a muerte a un inocente». La Comisión Permanente del Episcopado Español, dijo el 5 de febrero de 1983: «La despenalización del aborto nos parece gravemente injusta y del todo inaceptable. »Ningún católico podrá en conciencia colaborar en la realización del aborto... Lo que hoy se llama interrupción voluntaria del embarazo, no podrá escapar a la calificación moral de homicidio». Querer despenalizar el aborto criminal porque son muchas las mujeres que lo practican, es una aberración. En ese caso, habría que permitir los robos y los atracos cuando son frecuentes. La despenalización del aborto lleva a que se realicen monstruosidades, como cubos de basura llenos de fetos humanos, o aquel ginecólogo que alimentaba a su perro con lo fetos que obtenía de los abortos que practicaba a las mujeres que acudían a su clínica. Estos asesinatos de seres humanos inocentes se han generalizado en nuestra sociedad de un modo aterrador. Según el informe del fiscal del Tribunal Supremo sobre la delincuencia, en España se dan al año trescientos mil abortos provocados. Desde 1987 se han producido en España medio millón de abortos. Es una hipocresía defender como política de partido las libertades democráticas de la persona humana, y luego defender el aborto, privando del derecho a la vida a una persona inocente, aprovechándose que no puede defenderse, ni siquiera protestar. Si hay leyes civiles que conceden al niño no nacido el derecho a una herencia, ¿cómo otras leyes civiles le niegan el derecho a la vida? Es curioso que muchos que están contra la pena de muerte por el peligro de que se condene a muerte a un inocente después están a favor del aborto donde siempre se condena a muerte a seres inocentes. ¿Qué podemos esperar de una sociedad que permite asesinar a niños no nacidos, por egoísmo de los mayores? ¿Qué valores van a respetar los que no respetan el derecho a vivir de sus hijos inocentes? ¿Qué sentido tiene hablar de derechos humanos y negar el derecho a vivir a seres humanos inocentes? El derecho a la vida es el primero de los derechos humanos. Nadie con sentido común puede defender que sea lícito condenar a muerte a una persona inocente. Como dice el cardenal arzobispo de Toledo Antonio Cañizares, la práctica del aborto provocado es una derrota de los legisladores que deben defender a las personas inocentes, es una derrota de los médicos que reniegan de su juramento de defender la vida humana, y sobre todo es una derrota de las madres que asesinan a sus hijos a quienes ellas dieron la vida. El Papa Juan Pablo II dijo en Polonia el 4 de junio de 1991: «Ningún gobierno tiene derecho a autorizar la muerte de seres humanos inocentes». No todo lo legal es moral. Ni es bueno todo lo que no esté prohibido por la ley. El Arzobispo de Sevilla Monseñor Amigo dijo que es muy triste que el seno de una madre en lugar de ser un nido acogedor se convierta en un patíbulo para su hijo. D. Antonio Montero, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, dijo a los políticos que defendían el aborto que ellos podían hacerlo hoy porque sus madres no pensaban como ellos, pues de haber sido así ellos al nacer hubieran ido al cubo de la basura. Monseñor Juan José Asenjo, obispo de Córdoba, en una entrevista que le publicó ABC de Madrid dijo que hablar del derecho de las madres al aborto es una monstruosidad. Sería como si los terroristas pidieran una ley que les autorizase a los coches-bomba y tiros en la nuca. Es curioso que muchos ecologistas son abortistas. Defienden a las plantas y a los pajaritos, y no les importa asesinar seres humanos. Un párroco de La Rioja fue multado por retirar de la torre de su iglesia unos huevos de cigüeña; pero no se castiga a la madre que mata a su hijo. Y es que, como decía monseñor Bira, entonces Obispo de La Rioja, «el feto humano no es especie protegida». Monseñor Gea, Obispo emérito de Mondoñedo, publicó en su día una pastoral titulada El hombre, especie no protegida. Dice entre otras cosas: «Está muy bien que se multe a quienes destruyen nidos de cigüeñas o de águilas reales. Lo que es un contrasentido es que no se castigue también a quienes destruyen vidas humanas. ¿Es que el que destruye vidas humanas inocentes en el seno de su madre, es menos asesino que el terrorista que pone un “coche bomba”? ¿Qué dirían los políticos que defienden el aborto por “angustias” de la madre, si nos negáramos a pagar tributos exagerados por las “angustias” que esto nos produce?». Si se permite quitar la vida de un ser humano inocente, ¿qué otra cosa más grave se puede a prohibir? Defender el aborto criminal como un derecho de la mujer, es como defender la libertad del asesino para matar, y olvidarse del derecho que tiene la víctima a vivir. ¿Y si se trata de un embarazo por violación? La situación de una muchacha embarazada por violación es triste, pero esto no justifica el aborto. ¿Qué culpa tiene el hijo? ¿Por qué se le va a condenar a muerte a él? Si hay que castigar a alguien, es al violador. No va el hijo a pagar con su vida la culpa de su padre. La honra de la madre no justifica el derecho a matar a su hijo. Si es un hijo no deseado, que lo entregue en adopción, pero matarlo es un crimen. Eso de que la madre puede disponer de la vida de su hijo es una monstruosidad. La madre tiene obligación de que su hijo viva, y si es culpable de su muerte, nadie le quitará ese remordimiento. El aborto puede quedar impune ante la ley, pero no ante la conciencia; el remordimiento no la dejará dormir tranquila. Así me lo aseguraba una chica que se despertaba sobresaltada por las noches, mucho tiempo después de haber practicado el aborto, por el remordimiento de haber asesinado al hijo de sus entrañas. Me decía: «Padre, a veces me despierto viendo a mi hijo a quien asesiné». Decía el Dr. Wilke: «Es más fácil sacar un bebé del útero de una mujer que de su conciencia». «Todo confesor experimentado sabe que el aborto es un pecado que muchas mujeres no se perdonan a sí mismas, ni siquiera después de haber sido perdonadas por Dios. Los médicos y los psiquiatras saben también hasta qué punto las mujeres que han abortado voluntariamente sufren traumas psíquicos». El doctor D. Antonio Peco, ginecólogo, con treinta años de profesión en la Seguridad Social y en su clínica privada, me habló del trauma psíquico que sobreviene después del aborto: a) Remordimientos de conciencia por haber asesinado a su propio hijo. b) Mujeres que tenían uno o dos hijos y abortaron al que venía de camino. Después perdieron uno o los dos hijos, y viven desesperadas, pues ya es tarde para encargar otro. c) Matrimonios que no tienen valor de mirarse a la cara después de haber abortado, y terminan rompiendo definitivamente. d) Padres que ayudan a sus hijas a abortar, y después terminan odiándose mutuamente. Con razón los psicólogos austríacos reconocen gran cantidad de neurosis y depresiones en mujeres que han abortado voluntariamente. El Dr. Henry P. David, profesor de Psicología de la Universidad de Maryland de Baltimore (U.S.A.) dice: «El 64% de las mujeres a las que se ha realizado el aborto fueron ingresadas en hospitales psiquiátricos». Tampoco es admisible el aborto ante el peligro de que el niño pueda nacer subnormal. ¿Es que los enfermos no tienen derecho a vivir? ¿Es que vamos matar a todos los enfermos? ¿Es que la solución de las enfermedades es matar a los enfermos? Esto sería muy cómodo y barato. Se acabarían los problemas de la Seguridad Social. Pero nada puede justificar condenar a muerte a una persona inocente. Aparte de que esas predicciones de subnormalidad en los todavía no nacidos se presta a enormes errores. Así ocurrió cuando la nube tóxica de Seveso (Italia), que recomendaron a las madres embarazadas que abortaran ante el peligro de tener hijos subnormales, y luego resultó que las cuatrocientas madres que no quisieron abortar tuvieron hijos perfectamente sanos. Lo mismo ocurrió en España con las embarazadas enfermas del aceite de colza, a quienes se les recomendó el aborto ante el peligro de tener niños anormales. Luego resultó, según el Dr. Zamarriego, Presidente del Consejo del Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad, que de cuatrocientos cincuenta partos de mujeres afectadas por el síndrome tóxico, ninguno de los nacidos ha presentado malformaciones. Si se hubiera hecho caso a las predicciones, se habrían cometido cuatrocientos cincuenta asesinatos de niños inocentes. El Dr. López Ibor denuncia el caso de una mujer a quien habían aconsejado abortar porque iba a tener un hijo deforme. Él la disuadió del aborto, y al año se le presentó ella con un niño precioso y perfecto. Una señora italiana, Marisa Ferrante, al cuarto mes de embarazo, el ginecólogo le recomendó que abortase pues iba a dar a luz una niña con malformaciones: un auténtico monstruo. Ella no quiso abortar, y cuando su «monstruo» cumplió veinte años, fue elegida «Miss Italia, 1995». También es inadmisible el aborto por peligro de la madre, psíquico o físico. Es posible que el niño no deseado sea un trauma psíquico para la madre; pero mucho peor es el trauma que va a tener por haber asesinado a su hijo, como se deduce de una larga experiencia. Lo de que el niño pueda ser un peligro para la salud de la madre es algo que ya ha sido superado. Con los avances de la Medicina, esto ya no se da. El Dr. Cruz Hermida, Jefe del Servicio de Ginecología de la Cruz Roja de España dice: «En mis treinta años de ejercicio profesional nunca se me ha presentado el dilema entre la vida de la madre y del hijo». Dice el Dr. Horno, Jefe de Maternidad de la Seguridad Social de Zaragoza: «En los 65.000 casos que llevo atendidos en mi Departamento nunca se ha dado una situación que haya obligado a plantear esa necesidad, puesto que hoy existen medios técnicos suficientes para dar soluciones satisfactorias, tanto para la vida de la madre como para la del hijo». Un día recibí una carta por INTERNET en la que me preguntaban sobre el peligro para la madre en casos de fetos ectópicos (fuera del útero). Le pregunté al Dr. Fernando Muñoz Ferrer, conocido ginecólogo en Cádiz, que ha sido Jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología de la Residencia de la Seguridad de Cádiz, y me dijo lo siguiente:«El feto ectópico no es viable. Por lo tanto lo que se extrae ya está muerto. Y esta extracción no supone ningún peligro para la madre, si la operación se hace a tiempo». Si se ve que el feto ectópico está vivo, se puede hacer la operación Wallace que consiste en trasladar el feto del sitio anormal en que se encuentra anidado a su sitio normal en el útero o matriz para que alcance allí su normal desarrollo. En el aborto procurado peca, además de la madre, quien lo realiza, quien colabora y quien lo aconseja. El Vaticano recuerda a los operadores sanitarios que tienen una obligación grave a presentar objeción de conciencia en el caso de legislaciones abortistas. Quien practica el aborto queda excomulgado. Esta excomunión es automática (se llama «latae sententiae») al consumarse el aborto. Dice el Código de Derecho Canónico: «Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión». Lo mismo todos los que colaboren a él de modo eficaz y voluntariamente. Es decir «si el delito no se hubiera cometido sin su colaboración». La excomunión es la pena canónica que la Iglesia impone a ciertos pecados muy graves para que no se cometan. Consiste en que al excomulgado se le prohíben todos los sacramentos menos el de la confesión. «No obstante, no caen en la excomunión cuando se dan las circunstancias que eximen de cualquier pena. En concreto, no incurren en penas eclesiásticas los menores de dieciocho años, quienes sin culpa desconocen que infringen esa ley, o los que lo realizan por miedo grave o con el fin de evitar un grave perjuicio». P. Jorge Loring, S.I.
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