Esto no es el acabose, sino el continuose del empezose
Quien sea de verdad un fiel católico, y más si ha leído el libro, no puede por menos que dar gracias a Dios porque la Iglesia hace lo que tiene que hacer: velar por la sana doctrina. No es que esa sea su única misión, ciertamente, pero NO PUEDE dejar de hacerla
Cuando el 30 de marzo del 2006 la Conferencia Episcopal Española publicó el documento “Teología y secularización”, algunos pensamos - y escribimos - que aquel era un paso que marcaba un antes y un después en la historia de la Iglesia en España. Uno de los capítulos de dicho texto –el 3,d- abordaba la cuestión del “Magisterio de la Iglesia y el fenómeno del disenso”. Así, podíamos leer que “…una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. Aprovechan la facilidad con que determinados medios de comunicación social prestan atención a estos grupos, y multiplican las comparecencias, manifestaciones y comunicados de colectivos e intervenciones personales que disienten abiertamente de la enseñanza del Papa y de los obispos. Al mismo tiempo reclaman para sí la condición de cristianos y católicos…”. El documento añadía que “…es necesario recordar, además, que existe un disenso silencioso que propugna y difunde la desafección hacia la Iglesia, presentada como legítima actitud crítica respecto a la jerarquía y su Magisterio, justificando el disenso en el interior de la misma Iglesia, como si un cristiano no pudiera ser adulto sin tomar una cierta distancia de las enseñanzas magisteriales…” se aseguraba que “…esta actitud encuentra apoyo en miembros de Centros académicos de la Iglesia, y en algunas editoriales y librerías gestionadas por Instituciones católicas..” y como consecuencia “…es muy grande la desorientación que entre los fieles causa este modo de proceder”. Viene todo esto a cuento de lo que con casi total seguridad va a pasar tras la publicación de la Nota de la Conferencia Episcopal Española sobre el libro “Jesús. Aproximación histórica” del teólogo vasco José Antonio Pagola. Si ya cuando el obispo de Tarazona, monseñor Demetrio Fernández, tuvo la osadía de escribir una carta pastoral a sus fieles advirtiéndoles de los errores de dicho libro, se montó un cirio mediático-eclesial de considerables dimensiones, y si ya cuando Monseñor Martínez Camino anunció la publicación de esta Nota algunos se lanzaron a denunciar oscuros y ladinos intereses, eclesiales y económicos, como razones para condenar el libro, ¡qué no cabe esperar ahora que ya tenemos la condena!. Porque, eso sí, nadie puede negar que la Nota es una condena en toda la regla del “Jesús” de Pagola. No recuerdo tanta contundencia en ningún documento reciente del magisterio católico a la hora de condenar desviaciones doctrinales. Y a fe que las que se denuncian en esta Nota afectan a puntos esenciales de la doctrina católica. De hecho, coinciden de forma sorprendente con el documento “Teología y secularización” antes mencionado. Reproduzco su punto 29: Constatamos con dolor que en algunos escritos de cristología no se haya mostrado esa continuidad, dando pie a presentaciones incompletas, cuando no deformadas, del Misterio de Cristo. En algunas cristologías se perciben los siguientes vacíos: 1) una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos ni advertir de sus límites; 2) sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad; 3) ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días; 4) negación del carácter real, histórico y trascendente de la Resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles; 5) oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación. Si se compara con lo que la Nota dice sobre el libro de Pagola, las coincidencias saltan a la vista. Por tanto, por mucho que la marabunta mediático-eclesial progre quiera desviar la cuestión, lo que está en juego es ni más ni menos que la fe de la Iglesia. El "Jesús" de Pagola NO ES el Jesús de la fe católica. Quien sea de verdad un fiel católico, y más si ha leído el libro, no puede por menos que dar gracias a Dios porque la Iglesia hace lo que tiene que hacer: velar por la sana doctrina. No es que esa sea su única misión, ciertamente, pero NO PUEDE dejar de hacerla. Personalmente no tengo ninguna satisfacción de que las cosas hayan llegado hasta este extremo, aunque era necesario que así fuera. Que uno de los teólogos más influyentes de España, sobre todo en determinados ámbitos eclesiales, haya escrito un libro sobre Jesús que se aleja de la fe católica es muy grave. Pero me parece aún más grave que miles de católicos no hayan sido capaces de discernir que ese “Jesús” no es el Jesús de la fe. Sin ser ninguna lumbrera teológica he podido llegar a conclusiones muy similares a las que se pueden leer en la Nota. Por ello me pregunto qué efecto causará la misma a los que lo habían leído y les pareció magnífico. La actitud correcta es que hagan una reflexión personal que lleve a preguntarse a sí mismos si se están en la fe católica o en una fe hecha a medida de una teología desviada. Y a continuación, deben disponerse a ajustar sus ideas, sus creencias propias a la fe verdadera. Un fiel católico no puede optar por otro camino salvo que quiera acabar de facto, aunque pueda que no de iure, fuera de la fe de su Iglesia. Esto no es el fin del “caso Pagola”. El hecho de que monseñor Uriarte haya decidido dar el “nihil obstat” e “imprimatur” a una versión corregida de su libro me hace pensar que todavía hay mucho camino que recorrer. Es tal la cantidad de errores de metodología y de doctrina que la Nota señala, que veo muy complejo que la versión corregida se vea libre de todos ellos. En ese caso, estaríamos ante un libro que cuenta con “nihil obstat” e “imprimatur” episcopal y a su vez con errores doctrinales importantes. Eso provocaría la inmediata intervención de Roma, con las consecuencias que tal hecho acarrearía. Como quiera que no conozco la versión renovada del libro, aunque ciertamente tengo fuentes que me aseguran que sigue siendo inaceptable, no puedo hacer un juicio sobre el mismo, pero tengo la sensación de que el obispo de San Sebastián se ha metido en un jardín del que no va a salir bien parado. Monseñor Uriarte debió haber seguido las indicaciones que se le hicieron tanto desde Roma como por algunos de sus compañeros de episcopado. Un libro en entredicho no debe recibir un “imprimatur” sin que sea corregido por los órganos competentes de la Iglesia, ya sea en Roma, ya sea en Añastro. Él sabrá por qué ha optado por seguir otra vía. El hecho de que haya presentado su renuncia por edad puede hacer pensar a algunos que, al fin y al cabo, monseñor Uriarte no se juega más que el que le acepten la renuncia antes de lo previsto. Pero yo creo que para el prestigio de este obispo vasco, sería un palo de considerables dimensiones el ver como Roma retira un “nihil obstat” y un “imprimatur” que él ha concedido. Por ello, sería deseable que volvieran a revisar el libro de acuerdo a lo que dice la Nota antes de publicar más ediciones. Y si, como pensamos muchos, no hay manera de corregir esa obra, póngase punto y final a ese “Jesús”, que no es el Jesús de la Iglesia. De lo contrario, la Iglesia tendrá que ser aun más contundente de lo que ya ha sido. Luis Fernando Pérez Bustamante
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