Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Iglesia: domina el despotismo ilustrado


por Angela Pellicciari

Opinión

“Una sociedad de sacerdotes” no tiene derecho a “comprometerse bajo juramento a un cierto símbolo inmutable”, porque esto equivaldría a “un crimen contra la naturaleza humana”, que tiene como fin “progresar". "Es algo absolutamente no permitido adherirse a una constitución religiosa inconmovible… y con ello aniquilar y hacer infecundo un periodo en el progreso de la humanidad hacia su perfeccionamiento”. Estamos en 1784 y quien escribe es el Immanuel Kant de Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?

Al cabo de cinco años, los ilustrados, en el poder, intentarán destruir la Iglesia católica, cuya existencia “es algo absolutamente no permitido”.

Antes de que el Ser Supremo de la “declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” de 1789 garantizase el respeto a los “derechos naturales, inalienables y sagrados” de todos, el Siglo de las Luces había asistido a un paciente trabajo de las logias, de los clubs filosóficos y de inteligencias libres cuyo objetivo era liberar al hombre de los vínculos religiosos y sociales que le oprimían. Libertad. Libertad y más libertad. Desde Lutero en adelante, ése es el objetivo declarado.

En un primer momento se trata de liberarse de Roma, luego de Dios y por último del rey. Pero siempre y en cualquier caso el objetivo es garantizar la libertad a los gnósticos, esto es, a quienes ambicionan definir el bien y el mal creyendo hacerlo mejor que Dios (cfr Gén 3). Los gnósticos exigen para sí una libertad plena y total porque, convencidos como están de ser los mejores, están seguros de que la libertad definida e impuesta por ellos beneficiará a todos.

Las mentes más iluminadas, siempre con las logias precediéndolas y acompañándolas, consiguen a mitad de siglo destruir en la corte el prestigio y la influencia de los jesuitas. Empezando por Portugal, gobernado por el masón marqués de Pombal, los jesuitas son suprimidos en todas partes, una corte detrás de la otra. La Santa Sede les sigue en última instancia en 1773 con la bula Dominus ac redemptor de Clemente XIV. El historiador masón Giuseppe La Farina interpreta con acierto la decisión pontificia como una victoria de los monarcas, sabiamente conducidos por los francmasones. Para la Iglesia es una auténtica rendición: “La bula del Papa Ganganelli no fue una reforma, sino un capitulación impuesta por el vencedor”.

Silenciada momentáneamente la razón de los jesuitas, los iluminados por la luz de una razón liberada de prejuicios imponen el triunfo del “despotismo ilustrado”. El nombre es todo un programa. En nombre de la libertad, del progreso, de la justicia y de la felicidad, las cortes europeas suprimen conventos de clausura, limitan la profesión de votos religiosos, hacen la vida de monjes y frailes más razonable. Menos exagerada. Más moderada. Más ilustrada por los dictados de una razón no supersticiosa. Así, por ejemplo, es abolido el oficio nocturno.

Cuando la razón se contrapone a la fe (cuando el hombre hace como si Dios no existiese) el destino es siempre el mismo: una violencia indiscriminada contra quienes se nieguen a las luminosas exigencias del progreso.

Todo lo que en tiempos era típico del ataque masónico a la Iglesia católica, vale hoy para las cuestiones de fe ad intra, en el interior de la Iglesia católica. En nombre de la razón y del progreso puede triunfar en el interior de la Iglesia un pensamiento único que quiere imponer a Roma (¡a Roma!) el modo de vida simple y auténticamente humano (¡!) de los pueblos amazónicos. Incluidos los cultos locales.

Un pensamiento único que quiere uniformar en una dirección más moderna y razonable las aspiraciones excesivamente rigurosas de algunas órdenes religiosas demasiado exigentes. La vida de las familias religiosas debe ser normalizada, de modo que en todas partes se acomode no a los deseos de sus respectivos fundadores (y, por tanto, del Espíritu Santo), sino a los de quienes tienen poder para decidir qué está bien y qué está mal en el interior de la Iglesia.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.

Traducción de Carmelo López-Arias.

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