Nuestros chicos
Han sido muy pocas las personas clarividentes que han entendido que el principal instrumento que el capitalismo tiene para su expansión y triunfo es, precisamente, la degeneración social.
Cuando el otro día Juncker saludó al doctor Pedro Sánchez como el «nuevo chico», me acordé de mis encuentros con Rafael Termes, quien allá a finales de los noventa me distinguió con su amistad. A Termes, por entonces presidente jubilado de la Asociación de la Banca, le gustaban mucho los artículos en los que yo exaltaba el coraje del sufriente Juan Pablo II, que no tenía rebozo en mostrar su agonía al mundo. Termes, hombre muy afable e infatigable conversador, me invitó muchas veces a comer; y en las sobremesas trataba en vano de ganarme para la causa del capitalismo, de la que era denodado paladín.
En una de aquellas largas sobremesas Termes se refirió a Felipe González como «nuestro chico»; y lanzó una encendida loa del presidente socialista, a quien calificó como el gobernante que mejor había servido a los intereses del gran capital. Este elogio me dejó confuso y perturbado, siendo Termes hombre conservador y numerario del Opus Dei; pero mi amigo me pidió que olvidásemos por un momento que González había sido promotor del aborto y de diversas formas de degeneración social, para centrarnos en sus logros económicos. Termes, naturalmente, consideraba «logros económicos» todas las concesiones que González había hecho a la plutocracia, desde la firma de los Pactos de la Moncloa hasta el ingreso en la Unión Europea, que había exigido el desmantelamiento de nuestra industria y agricultura, para concluir con las muchas concesiones que había hecho a la banca. «Todo lo que le pedimos nos lo concedió», me resumió Termes, quien también me comentó con gesto picaruelo pero sin atisbo de cinismo (pues era, en verdad, un hombre angelical) que para el sector financiero eran infinitamente más beneficiosos los gobernantes de izquierdas, pues las masas tienden a creer -¡ilusas!- que son enemigos de los plutócratas. Yo le pregunté entonces a Termes si no consideraba que las leyes en favor del aborto y otras formas de degeneración social que había promovido Felipe González (para que luego los conservadores las conservasen, fieles siempre al papel que se les ha asignado) no formarían también parte de los servicios abnegados que Felipe González había prestado a la plutocracia. Pero mi amigo Termes despachó mi enojosa pregunta alegando que no conviene mezclar churras con merinas.
No se lo puedo reprochar; pues han sido muy pocas las personas clarividentes (desde luego Chesterton y Belloc en el bando católico, así como Pasolini en el bando comunista) que han entendido que el principal instrumento que el capitalismo tiene para su expansión y triunfo es, precisamente, la degeneración social. Pero desde que mi añorado Termes llamase a Felipe González «nuestro chico» hasta que Juncker saludase alborozado al doctor Pedro Sánchez como el «nuevo chico» nada ha cambiado: todos los gobernantes socialistas han estado siempre al servicio de la plutocracia. Lo estuvo, desde luego, Zapatero, desbaratando las últimas garantías laborales que asistían al trabajador y vendiendo los últimos vestigios de nuestra independencia económica a través de una reforma constitucional ignominiosa, a la vez que seguía promoviendo la degeneración social. Y va a estarlo, desde luego, el doctor Sánchez, a quien el especulador Soros vino en persona a dar instrucciones, en visita clandestina. Pues todo lo que el doctor Sánchez se dispone a hacer (estimular las corrientes migratorias, implantar la eutanasia para reducir gastos sociales, introducir una educación en «valores cívicos» que se imponga como nueva fe religiosa) es la hoja de ruta establecida por Soros y otros líderes protervos de la plutocracia mundial.
Nuestros chicos siguen prestando servicios impagables al Dinero apátrida.
Publicado en ABC.