¿Es necesario el movimiento feminista?
por En cuerpo y alma
En El País del pasado 9 de abril, en su artículo titulado “Las mujeres se quedan sin los objetivos del milenio”, aporta Mercé Rivas los siguientes datos estremecedores que resumo:
“Cobran entre un 30 y un 50% menos que los hombres, producen el 80% de los alimentos que consume su familia aunque sólo poseen el 1% de la propiedad de la tierra ya que tienen limitaciones para ejercer el derecho a la titularidad o para acceder a créditos. De los 867 millones de analfabetos que hay en el mundo, 559 son mujeres. Además de estos datos escalofriantes, se calcula que anualmente dos millones de niñas entre los 5 y los 15 años son incorporadas al llamado “mercado comercial del sexo” y que otras cuatro millones son compradas y vendidas con destino al matrimonio forzoso o la esclavitud mientras que 130 millones de mujeres siguen siendo obligadas anualmente a someterse a la mutilación genital”.
“Alrededor de un 60% de [las mujeres] todavía no tiene acceso a la escuela”.
Estos y otros muchos datos que están en la mente de todos demuestran que la lucha de las mujeres es una prioridad para el mundo, y que es muchísimo, pero muchísimo, lo que hay que hacer en el planeta para conseguir una igualdad que, en primer lugar, es de justicia, y en segundo lugar, haría que el mundo funcionara mucho mejor, porque la aportación de las mujeres a la convivencia en todas sus facetas es, desde luego, tan buena como la que puedan realizar los hombres, cuando no mejor, de lo cual soy un firme convencido.
Por eso me resulta particularmente decepcionante ver al movimiento feminista internacional postergar a lugares secundarios de su agenda las cosas importantísimas que hay que hacer en el mundo entero, en ambientes muy hostiles y en los que todo está por conseguir, y dedicar lo mejor de sus energías a lograr, en los países donde la igualdad es prácticamente un hecho, leyes aberrantes que consisten en convertir en derecho lo que no es sino un vulgar y deplorable asesinato; ventajistas leyes de cuotas que no pretenden otra cosa que permitir a las mujeres acceder a posiciones con menos méritos que los hombres con los que compiten; o leyes inicuas que convierten en delitos comportamientos masculinos que no lo son cuando el mismo comportamiento es femenino. Y eso, cuando no se entregan a luchas tan ridículas y estúpidas como que una palabra se escriba con “a” cuando todo el mundo la escribe con “o”, o a comportamientos tan degradantes como insultar a las mujeres que no se comportan de acuerdo con el cliché de la perfecta mujer feminista.
Unas reivindicaciones y unos objetivos desenfocados que, por un lado, convierten al feminismo en un sindicato que, so pretexto de una causa loable, sólo lucha por obtener nuevas ventajas para sus militantes; y que, por otro, le hacen perder legitimidad y credibilidad, siendo así que su presencia en el panorama internacional es, efectivamente y por desgracia, de acuciante necesidad.
©L.A.
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