Casos y nombres concretos
Así pagan los católicos fieles al Papa cada consagración episcopal cismática en China
La Santa Sede anunció este sábado la excomunión de José Huang Bingzhang, obispo gracias a la Iglesia Patriótica títere del partido comunista.
Este sábado la Santa Sede comunicó públicamente la excomunión de José Huang Bingzhang, consagrado el jueves como obispo cismático de Shantou, y cuya autoridad, obviamente, los católicos de esa diócesis no tienen que respetar porque "ya tienen un obispo legítimo" fiel al Papa.
El Vaticano lamenta además que las autoridades chinas hayan obligado a participar en la ceremonia a algunos obispos que se habían negado a hacerlo voluntariamente. La Iglesia Patriótica China, organización títere del partido comunista para dividir a los católicos, ha mostrado así su rostro más torvo, porque ahora toca a los fieles leales a Roma pagar las consecuencias de su lealtad.
De hecho, el comunicado de la Santa Sede recuerda que su resistencia "es meritoria ante Dios y suscita la admiración de toda la Iglesia. Ese aprecio se dirige también a las personas consagradas y a los fieles que han defendido a sus pastores, acompañándoles en este momento difícil con la oración y compartiendo su sufrimiento íntimo".
Obispos heroicos
Y es que tras esa rebeldía evangélica ("Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", Hech 5, 29) hay nombres propios, rostros identificables de personas que sufren en carne propia la actitud de personajes como José Huang Bingzhang.
Por ejemplo, el obispo de Liaoning, Pablo Pei Junmin, estuvo continuamente rodeado de sus sacerdotes, en oración con él para evitar su secuestro por el régimen; ya en otras ocasiones fue sometido a tortura psicológica. Otro prelado, monseñor Cai Bingrui Xiamen, consiguió esconderse, pero ahora está en busca y captura. En diciembre, el obispo de Cangzhou, Li Lianghui, logró escapar para no ser forzado a asistir a una asamblea de la Iglesia Patriótica China, pero la policía le capturó y le mantuvo aislado tres meses aplicándole sistemas de "lavado de cerebro" para convencerle de las "buenas intenciones" del Partido hacia la Iglesia.
Las autoridades de Pekín han combinado históricamente el asesinato, la tortura o el encarcelamiento para doblegar a los obispos, sacerdotes y fieles católicos, con intentos de atraerles a su lado por debilidad o cobardía, para los cual sirve de instrumento la Iglesia Patriótica.
Pero la escalada de tensión de los últimos meses está obteniendo el resultado contrario. Cada vez más páginas web chinas publican los comunicados del Vaticano sobre la situación, a pesar del riesgo que envuelve hacerlo con todo lo que contradiga las directrices gubernamentales, y cada vez es mayor el número de obispos que se niegan en rotundo a cualquier apariencia de colaboración con los cismáticos.
El Vaticano lamenta además que las autoridades chinas hayan obligado a participar en la ceremonia a algunos obispos que se habían negado a hacerlo voluntariamente. La Iglesia Patriótica China, organización títere del partido comunista para dividir a los católicos, ha mostrado así su rostro más torvo, porque ahora toca a los fieles leales a Roma pagar las consecuencias de su lealtad.
De hecho, el comunicado de la Santa Sede recuerda que su resistencia "es meritoria ante Dios y suscita la admiración de toda la Iglesia. Ese aprecio se dirige también a las personas consagradas y a los fieles que han defendido a sus pastores, acompañándoles en este momento difícil con la oración y compartiendo su sufrimiento íntimo".
Obispos heroicos
Y es que tras esa rebeldía evangélica ("Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", Hech 5, 29) hay nombres propios, rostros identificables de personas que sufren en carne propia la actitud de personajes como José Huang Bingzhang.
Por ejemplo, el obispo de Liaoning, Pablo Pei Junmin, estuvo continuamente rodeado de sus sacerdotes, en oración con él para evitar su secuestro por el régimen; ya en otras ocasiones fue sometido a tortura psicológica. Otro prelado, monseñor Cai Bingrui Xiamen, consiguió esconderse, pero ahora está en busca y captura. En diciembre, el obispo de Cangzhou, Li Lianghui, logró escapar para no ser forzado a asistir a una asamblea de la Iglesia Patriótica China, pero la policía le capturó y le mantuvo aislado tres meses aplicándole sistemas de "lavado de cerebro" para convencerle de las "buenas intenciones" del Partido hacia la Iglesia.
Las autoridades de Pekín han combinado históricamente el asesinato, la tortura o el encarcelamiento para doblegar a los obispos, sacerdotes y fieles católicos, con intentos de atraerles a su lado por debilidad o cobardía, para los cual sirve de instrumento la Iglesia Patriótica.
Pero la escalada de tensión de los últimos meses está obteniendo el resultado contrario. Cada vez más páginas web chinas publican los comunicados del Vaticano sobre la situación, a pesar del riesgo que envuelve hacerlo con todo lo que contradiga las directrices gubernamentales, y cada vez es mayor el número de obispos que se niegan en rotundo a cualquier apariencia de colaboración con los cismáticos.
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