La vida de Marcelo Van tuvo como sentido «continuar en nuestro tiempo la misión de Santa Teresita»
El pasado miércoles se presentó en la Librería San Pablo situada en la Plaza Jacinto Benavente de Madrid la Autobiografía de Marcelo Van (1928-1959), religioso redentorista que murió en un campo de concentración comunista en Vietnam del Norte y cuyo proceso de beatificación tuvo como primer postulador al cardenal Francisco Javier Nguyen Van Thuân (1928-2002), su compatriota y coetáneo.
Intervinieron en el acto los traductores de las obras del hermano Van, el sacerdote Álvaro Cárdenas, párroco de Colmenar del Arroyo (Madrid), donde inició las Vigilias Asalto al Cielo, y Cordelia de Castellane, cuyo contacto con la asociación editora, Amis de Van [Amigos de Van], fundada en Francia en 1991.
En sus palabras, Cordelia de Castellane explicó los sorprendentes vericuetos que han hecho posible que se vaya extendiendo por todo el mundo la devoción a un joven religioso de débil y menuda constitución física, que no fue ordenado sacerdote, que no tuvo ninguna relevancia pública en vida y de quien no se conoce ni dónde están los restos.
Del padre Boucher a Anne de Blay
"Para mí todo empieza así: Van tenía desde pequeñito un gran amor a su Madre del cielo, la Virgen María. Cuando Van entro en los redentoristas después de una dura infancia tuvo como director espiritual al maestro de novicios el padre Antoine Boucher, un canadiense francés que llevaba muchos años en Vietnam. Entendió y vio lo especial de Van y le obligó a escribir lo que él recibía día a día de sus interlocutores: Jesús, María y Santa Teresita del Niño Jesús. Se quedo maravillado de cómo era Van y se cuidó de guardar todo lo que éste escribía a diversas personas, y cuando se tuvo que marchar en 1954 se llevó todos los papeles y cuadernos que había guardado. Estuvo algún tiempo en Filipinas y luego volvió al Canadá donde empezó a traducir los textos al francés. Fue la labor de todos sus años de vejez. Estos textos son los que ahora estamos traduciendo al español".
La señora Castellane recordó el papel fundamental que ha desempeñado en la difusión de la obra de Marcelo Van la fundadora de Amis de Van, Anne de Blay. La señora De Blay supo de la existencia de Van gracias al libro escrito sobre él por un carmelita, que leyó por casualidad durante una postración en cama a causa de una antigua y persistente dolencia de espalda que le bloqueaba la columna y le impedía moverse. Desde las primeras páginas se sintió conmocionada: "De repente era como si el corazón de Van estuviera en el suyo y una moción interior le dijese: 'Levántate, ya no tienes nada'. Después de luchar consigo mismo temiendo ser presa de una ilusión se levantó, ya no tenía nada... hasta hoy ya nunca ha vuelto a tener nada", explicó Cordelia de Castellane. A partir de ese momento decidió consagrarse a difundir la devoción a Marcelo Van y fundó Amis de Van en 1991.
Sus palabras concluyeron con una exhortación: "Han pasado algunos años y ahora Van llega a España. Llega con todo su empuje y amor, llega para conquistar almas que amen a Dios y le sirvan, y que sirviéndole sean felices. Porque la receta de Van al vivir con Jesús es transformar el sufrimiento en alegría”.
Continuando la misión de Santa Teresita
Seguidamente tomó la palabra el padre Álvaro Cárdenas, quien comenzó explicando que "leer esta Autobiografía es entrar en el corazón y en la vida turbulenta de un joven que vivió en un mundo lleno de esperanzas humanas de signo muy diverso, muchas de las cuales se mostraron ilusorias, conduciéndolo a su autodestrucción, en una vida marcada por el sufrimiento de su tiempo, de su familia, y de su propia historia personal". Esa presencia del dolor es fundamental en la vida de Van y también en su misión, dijo el sacerdote, pues Dios quiso mostrarle "el camino de la felicidad en medio de esa existencia marcada por la experiencia del mal y del dolor".
"Pero el cielo no pensó únicamente en él, también en nosotros", afirmó Don Álvaro: "A través de su vida y de todas las cosas que el cielo le comunicó, muchas de las cuales no llegó a entender, nos abrió también a nosotros, hijos y nietos de ese tiempo, marcados también por esas heridas de las que de una forma u otra somos herederos y por las nuevas que nos infringe nuestro tiempo, el camino que nos conduce a superar esos sufrimientos y ese dolor -con la inseguridad, el miedo y la angustia que nos provocan-, y a encontrar en el Amor Misericordioso de Dios el remedio de nuestras heridas y la fuente de una existencia maravillosamente fecunda, hallar así la paz del corazón y vivir de este modo felices en medio de todo ese sufrimiento, de las heridas que cargamos y del mal que hasta el último momento de nuestra vida nos puede golpear".
De ahí el vínculo entre Marcelo Van y Santa Teresita del Niño Jesús. Ese vínculo es biográfico, pues el joven vietnamita describía así a la carmelita de Lisieux: "La más amable de las hermanas que he encontrado en mi vida". Y fue el descubrimiento y lectura de la Historia de un alma de la santa, y los coloquios con ella, los que marcaron su propia vida.
Pero, además de biográfico, el vínculo se amplía a la misión de ambos: "Esta misión de Van que el cielo le ha confiado y que está empezando entre nosotros, de continuar y prolongar en nuestro tiempo la misión de su hermanita Santa Teresita, nos invita a ayudarle, a que le demos a conocer, para que pueda realizar esta misión entre nosotros. Él desde el cielo nos invita a trabajar junto a él, junto a Santa Teresita y a todos los santos, con María y con Jesús, como apóstoles del Amor Misericordioso, para preparar así la prometida llegada al mundo del esperado Reino del Amor de Jesús".
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