Jueves, 02 de enero de 2025

Religión en Libertad

Un libro sobre Don Pelayo; otro, sobre la Batalla de Clavijo; la épica que forjó España

¡Viva la Reconquista! José Javier Esparza y Juan Pérez-Foncea se lo ponen fácil a los Reyes Magos

'La carga de los tres reyes' de Augusto Ferrer-Dalmau.
'La carga de los tres reyes' de Augusto Ferrer-Dalmau, que recoge la determinación de los reyes de Navarra, Castilla y Aragón en la batalla decisiva de Las Navas de Tolosa. Esa victoria de 1212 solo fue posible gracias al tesón y arrojo demostrado siglos antes por los iniciadores de la Reconquista.

Carmelo López-Arias

Nunca los Reyes Magos lo tuvieron tan fácil: con dos recientes publicaciones no tendrán que darle muchas vueltas para acertar.

La verdad y la épica de la Reconquista

El panorama bibliográfico español vive una pequeña edad de oro de reivindicación de lo hispánico, y no solo en el ámbito de la divulgación histórica, sino también en el de la literatura. Y dos de los grandes autores actuales en el género de la novela histórica, José Javier Esparza y Juan Pérez-Foncea, han coincidido en ofrecer a los lectores esta Navidad sendas visiones de la primera etapa de la Reconquista que prácticamente se concatenan en el tiempo.

De modo que la suma de sus respectivas obras cubre desde el inicio de la rebelión cristiana contra el invasor musulmán, en el siglo VIII, a su consolidación en el siglo IX. Aún quedaba mucho por delante hasta la batalla de las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212 o el triunfo definitivo con la conquista de Granada el 2 de enero de 1492, pero ya estaban puestos sus fundamentos. Sobre todo uno: la voluntad de victoria y de recuperación de España.

Cronológicamente, tenemos en primer lugar España no se rinde. La Reconquista y forja de una nación (Almuzara), de Juan Pérez-Foncea, con la primera conspiración de Don Pelayo, y luego, como sucesión natural, El jinete de luz. Clavijo, la batalla prohibida de la Reconquista (La Esfera de los Libros), de José Javier Esparza, con aquella decisiva victoria que acompañó Santiago Apóstol en favor de los españoles.

José Javier Esparza (izquierda) y Juan Pérez-Foncea.

José Javier Esparza (izquierda) y Juan Pérez-Foncea: dos escritores muy distintos que reclaman la verdad de la Reconquista a partir de sendos trepidantes relatos.

Son dos autores generacionalmente próximos (Esparza, valenciano de 1963; Pérez-Foncea, donostiarra de 1965) y sobradamente experimentados en el ámbito de la narrativa histórica, aunque con trayectorias y estilos muy distintos.

Esparza, analista imprescindible de la actualidad desde el cotidiano El Gato al Agua (El Toro TV), cierra con El jinete de luz su tetralogía sobre los inicios del Reino de Asturias, pero ha escrito asimismo otras novelas sobre la España de los Tercios de Flandes (San Quintín o El Tercio que nunca existió), además de una destacada incursión en la novela metafísica (El Dolor y La Muerte) bajo el título genérico El Final de los Tiempos.

Pérez-Foncea, abogado especializado en derecho mercantil internacional, ha novelado también esa época (Los Tercios no se rinden o Invencibles) además de glorias españolas marítimas, de Blas de Lezo a las victorias que siguieron a la derrota de la Gran Armada en 1588, después de un exitoso recorrido por la narrativa épica juvenil (con su saga Iván de Aldénuri) e incursiones en la novela negra (Muerte en el rompeolas).

La recuperación de la tierra española para la fe cristiana

En las palabras introductorias de su texto, Pérez-Foncea afirma sin titubeos que, "se mire como se mire, la historia de España es grandiosa": la historia "de verdad, la real, no la caricatura que, desgraciadamente, a muchos españoles se les ha introducido en la cabeza ya desde el colegio". Y el motivo que impulsó la "gigantesca empresa" de la Reconquista "no fue otro que la defensa de la fe y, con ella, 'la recuperación de la España perdida', como aparece repetida e ininterrumpidamente recogido en los documentos de la época".

'España no se rinde' y 'El jinete de luz'.

Dos obras que abordan, con apasionantes tramas de acción, aventuras y dramas personales, entremezclando personajes históricos y de ficción, con escrupuloso respeto a las fuentes y la aportación de algunos planos para entender mejor los hechos, dos batallas primerizas de la Reconquista que se suceden en el tiempo: Covadonga en el año 722 ('España no se rinde') y Clavijo en el año 844 ('El jinete de luz').

En la misma línea, Esparza apunta, en la nota historiográfica colofón de su relato, que ese segundo siglo de Reconquista es un "periodo fascinante de la historia de España". Si en Compostela aparecía la tumba de Santiago, en los valles riojanos el Apóstol intervenía como decisivo y activo refuerzo para los cristianos. Es ese "jinete de luz" que da título al volumen, descrito en la novela por los combatientes "con su manto blanco y su caballo aún más blanco, envuelto en un aura de luz blanca como la primera sonrisa de Dios".

Por medio de estas dos novelas nos acercamos a aquellos primeros españoles conscientes de que querían seguir siéndolo: de que la "pérdida de España" tenía remedio, aunque esa misión exigía sacrificios extraordinarios, incluido el de la propia vida. Son historias de hombres curtidos (el Sancho de El jinete de luz) y de jóvenes impulsivos (el Sisnando de España no se rinde), de dilemas entre la tentación del interés privado (ya sean el amor o el bolsillo, la seguridad o la gloria) y el sentido del deber. Y no todas esas historias se decantan por el lado noble. Pérez-Foncea y Esparza retratan en ellas a otro género de españoles que también conocemos bien, esos que compadrean con el enemigo y le abren la puerta, incluso entregándole en bandeja la cabeza de los más leales servidores de la causa. 

Dos banderas

La Reconquista no fue una historia de buenos y malos, y tanto Esparza como Pérez-Foncea presentan personajes, cristianos o musulmanes, con sus matices, sus virtudes y sus contradicciones. Asimismo, quedan muy bien explicadas psicológica y políticamente las razones por las que, en ocasiones, caudillos de bandos rivales se aliaban contra caudillos del bando propio. Pero sí fue una historia de dos banderas bien definidas desde el principio. 

¿Qué banderas son esas?

Pelayo la define diáfanamente en España no se rinde cuando convoca a los primeros asturianos a la resistencia: "Un auténtico hispano no puede ni debe de ningún modo someterse al pago de ese ignominioso tributo que los ismaelitas desean imponernos,  que relega nuestra santa religión a la condición de mera subordinada respecto de esa extraña herejía venida de lejanas tierras".

Y hace lo propio el obispo de Oviedo, Serrano, cuando reza al cielo en El jinete de luz para pedir al señor que el rey Ramiro y los suyos tengan siempre claro que "esta guerra se libra en muchos frentes" y no es por un reino terrenal: "[Es] por tu reino, Señor para que impere en esta tierra libre de las asechanzas del Maligno".

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