Del «me confieso directamente con Dios» al «nunca me perdonará», el padre Ed Broom las refuta todas
Las 10 grandes mentiras del diablo para impedir la confesión y 10 argumentos para desenmascararle
Aunque en los últimos años se dan unas cifras esperanzadoras en torno a un resurgir del sacramento de la confesión en las diócesis donde esta se facilita o promueve, en términos generales son muchos los católicos que se confiesan poco o nada.
Y de entre los muchos argumentos que lo explican, para el experimentado sacerdote Ed Broom, uno de los más relevantes es que "el diablo nunca se va de vacaciones".
Como escribió recientemente en Catholic Exchange, uno de los principales ataques del demonio a las almas afecta directamente a la práctica y recepción del sacramento de la confesión.
Siendo sumamente astuto y con un intelecto pervertido, inclinado al mal y buscando nuestra condenación, subraya Broom, "el diablo nunca deja de proporcionar razones para no acercarse a Dios. Sabe cómo y cuándo atraernos hacia sus trampas, pero sobre todo, sabe convencernos de que no nos confesemos, de que lo pospongamos o incluso de que hagamos malas confesiones".
Por ello, y para "quitarle la máscara al padre de la mentira", el sacerdote oblato de la Virgen María ha sintetizado "las diez grandes mentiras del diablo" materializadas en las objeciones comunes a la confesión y explica cómo hacerlas frente.
1º Yo me confieso directamente con Dios
El sacerdote lamenta que muchos católicos han sido fuertemente influenciados por las doctrinas protestantes cuando afirman que no necesitan confesarse con una persona porque se lo hacen "directamente con Dios". Sin embargo, explica Broom, "Jesús nos dio el sacramento de la confesión aquella cuando sopló sobre los apóstoles diciendo: `A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos´". Puede que sea más fácil confesarse directamente con Dios, agrega el sacerdote, "pero Jesús quiso que nos confesásemos a través del sacerdote, que actúa in persona Christi, en persona de Cristo, en el sacramento de la confesión".
2º El sacerdote es solo un hombre y un pecador más
Otra de las objeciones que recoge Broom respecto de la confesión es que el sacerdote es solo un hombre más, un pecador, y muchos se preguntan por qué deben confesarse con un pecador como cualquier otro. "Y es cierto", dice Broom, "el sacerdote es un pecador y tiene que confesarse con otro sacerdote para recibir la absolución. Incluso el Papa. Sin embargo, a un sacerdote válidamente ordenado se le ha dado el poder y la gracia para perdonar los pecador en nombre del Señor. Cristo comunica su gracia de sanación y perdón a través del sacerdocio".
3º El sacerdote está demasiado ocupado para alguien como yo
"Esta es una mentira evidente del diablo. Los sacerdotes están ocupados, pero deben encontrar el momento, lugar y disponibilidad para escuchar la confesión de las almas que se les confió. Según el Derecho Canónico, los fieles tienen derecho a confesarse con su pastor, si las circunstancias lo permiten. ¿Qué es más importante que reconciliar a un pecador con Dios, procurando el camino hacia su salvación eterna?".
4º El sacerdote se enfada conmigo
Para estos casos, Broom recomienda acercarse al momento de La Divina Misericordia en mi alma de Santa Faustina Kowalska, cuando relata una confesión que parecía no ir bien, cargada de incomprensión. Cuando Jesús se comunicó con ella, relata Broom, "le reveló las razones por las que no estaba en paz después de esa confesión: no rezó por el sacerdote antes de entrar al confesionario. Adquiera el hábito de rezar por el sacerdote antes de entrar al confesionario, esto puede allanar el camino para una confesión pacífica y eficaz".
La Divina Misericordia en mi alma de Santa Faustina Kowalska refuta muchos de los mitos y mentiras vertidos sobre la confesión.
5º No conozco los mandamientos
Es una de las objeciones más simples de refutar, pues "hay abundante material sobre cómo confesarse, así como de los diez mandamientos, examen de conciencia…etc. Se pueden comprar folletos, buscarlos en Internet o consultar en la parroquia o iglesia más cercana".
6º Tengo miedo y vergüenza
"El miedo y la vergüenza paralizantes vienen del maligno, nunca de Dios. San Felipe Neri señaló que el diablo nos quita hábilmente el miedo y la vergüenza cuando nos convence de elegir el pecado, pero cuando se nos llama a volver a Dios a través de la confesión sacramental, puede mentirnos tanto que nos quedamos paralizados y nunca llegamos al confesionario", explica.
7º Mis pecados son tan graves que no pueden ser perdonados
Broom regresa sobre Santa Faustina y sus meditaciones para recordar que Jesús afirmó "sin lugar a dudas, con la mayor claridad y énfasis que el pecado que más le ofende es la falta de voluntad de confiar en su infinita misericordia. De hecho, no hay pecado tan grave que la infinita misericordia del Corazón de Jesús no pueda perdonar".
8º La gente sabrá cuáles son mis pecados
"¡De ninguna manera!", responde el sacerdote, pues "el secreto de la confesión es una de las obligaciones más serias del oficio del sacerdocio. El sacerdote está obligado, bajo pena de excomunión , a mantener el secreto absoluto de todo lo que se ha dicho en el contexto de la confesión. Ha habido sacerdotes santos que han sido martirizados por mantener el secreto inviolable del confesionario".
9º Ya iré mañana cuando esté preparado
Esta es otra de las razones más comunes para no confesarse en el momento. Sin embargo, argumenta, "en cualquier empresa o actividad, nunca vamos a estar perfectamente listos y preparados. ¡Sólo Dios es perfecto! Sin embargo, especialmente si nos encontramos en un estado de pecado, un estado de peligro moral, entonces bajo ninguna circunstancia debemos posponer nuestra confesión. No queremos jugar a la ruleta rusa con nuestra salvación".
10º ¿Por qué confesarme si volveré a caer en el mismo pecado?
El sacerdote admite que puede que así sea, pero es precisamente la confesión frecuente lo que es de gran ayuda para superar gradualmente las faltas de las que nos confesamos. Así, resumiendo la teología moral al respecto, Broom menciona que el sacerdote, "como padre, amigo y sanador, puede ayudar sutilmente al penitente a superar gradualmente sus mayores pecados. De esta forma, con la ayuda de la gracia de Dios y la confesión frecuente, el pecado puede ser cometido con menos gravedad y frecuencia, y un día, ser vencido por completo. Lo importante para el penitente es confiar en la misericordia de Dios, tratar de evitar la ocasión próxima de pecado y poner toda la voluntad y el esfuerzo posible", sentencia.