El fracaso de la República en 1931
El nuncio comprendió la importancia del «no es esto» de Ortega e informó al Vaticano
Un despacho de Tedeschini a la Secretaría de Estado dio cuenta detallada de la conferencia en la que se desmarcó definitivamente del régimen.
El famoso "no es esto, no es esto" de José Ortega y Gasset (18831955) -uno de los principales impulsores de la caída de la monarquía y la implantación de la Segunda República- a los pocos meses de su proclamación el 14 de abril de 1931, dejó claro que el proyecto había fracasado a consecuencia del sectarismo que se había plasmado en la Constitución. La quema de conventos de mayo de ese mismo año y la reacción permisiva del gobierno era la prueba más evidente.
El filósofo madrileño advirtió del camino equivocado que se seguía ya el 14 de mayo, mediante un artículo en el diario El Sol. El 9 de septiembre publicó en Crisol, bajo el título "Un aldabonazo", su famoso "no es esto, no es esto": "Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!» La República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo".
Pero el gran acto que marcó su distanciamiento respecto a quienes conducían el nuevo régimen fue la conferencia que pronunció el 6 de diciembre en el Cine de la Ópera bajo el lema Rectificación de la República. Por ser Ortega bien conocido en Europa y por lo articulado de sus críticas a la forma en que se llevaban las cosas, el nuncio en España, Federico Tedeschini (18731959), comprendió la importancia de aquel acto, y el 17 de diciembre remitió al cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado de Pío XI, un despacho que figura en el Archivo Secreto Vaticano y que este miércoles reproduce L´Osservatore Romano en un artículo del sacerdote e historiador español Vicente Cárcel Ortí.
"Un arcaico anticlericalismo"
El despacho da cuenta detalladamente del contenido de la conferencia, en particular de cómo Ortega se distancia del carácter anticlerical de la República, y reproduce textualmente en español un pronunciamiento del filósofo: "No soy católico, y desde mi mocedad he procurado que hasta los humildes detalles oficiales de mi vida privada queden formalizados acatólicamente: pero no estoy dispuesto a dejarme imponer por los mascarones de proa un arcaico anticlericalismo".
En todo el despacho el nuncio recoge las palabras de Ortega y Gasset sin comentario alguno de su parte, pero hace una excepción al presentar esos párrafos del discurso en los que el orador se refiere a la Iglesia y los temas religiosos: "Este punto del discurso merece ser leído íntegramente, en particular en la aplicación que hace a la Iglesia. Recogeré aquí las interesantes afirmaciones del conferenciante", dice el futuro cardenal Tedeschini antes de reproducirlas.
Era bien consciente de que Ortega, aun sin tener fe, había comprendido que la impronta anticatólica de la Segunda República conducía a su destrucción. Y no se le escapó a la diplomacia pontificia que la opinión de Ortega iba a pesar mucho también fuera de España.