Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio

El Padre da testimonio de Cristo ante todos

por La divina proporción

El Evangelio de hoy nos ayuda a pensar y reflexionar sobre la necesidad de dar testimonio de Cristo. Cristo fue bautizado en público por San Juan Bautista. Nadie pensó en que los presentes se sintieran mal ante la manifestación de la  divinidad que aconteción. En el Bautismo Padre, Hijo y Espíritu Santo dieron testimonio de sí mismos y de su presencia constante entre nosotros.

En ese momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una Paloma y dirigirse hacia Él…”. Es el Misterio de la Trinidad que se manifiesta en ese bautismo. El Señor es bautizado, el Espíritu Santo desciende bajo el aspecto de una paloma y se escucha la voz del Padre dando testimonio de su Hijo. Los cielos se abren, no que los elementos se separan sino que lo ven así los ojos del espíritu, esos ojos con los que Ezequiel vio también los cielos abiertos, tal como lo decribe al comienzo de su libro (Ez 1,1). La Paloma se dirige hacia Jesús, para que entendiéramos que la palabra del Padre no era para Juan sino para Jesús. (San Jerónimo. Comentario sobre Mateo 3, 13-16)

He leído que el obispo de Pinerolo (Turín, Italia) en la misa de la Epifanía pidió a los feligreses que rezaran el Credo en silencio, para no “molestar” a los asistentes que no fuesen católicos. Pueden leer la noticia en la revista online: Nuova Bussola Quotidiana. ¿Que manifiesta esta petición del Obispo? Resulta doloroso testimoniar la Fe de forma pública. Nos duele porque pensamos que estamos haciendo un mal que incomoda y maltrata a quienes no creen. Esta actitud nos lleva a pesar que hay quienes creen que rezar el Credo también molesta a algunos católicos porque pueden tener una fe “diferente” a la que se expresa en voz alta. No cabe duda que hemos perdido la incapacidad para dar testimonio de la Fe y que cada vez es más comprometido hablar sobre la Fe que profesamos.

No tengo duda alguna sobre la incomodidad que pudo causar, en muchos de los asistentes, la profesión de la Fe que contiene el Credo. No es fácil presenciar una teofanía ya que nos cuestiona y evidencia nuestras inconsistencias humanas. Acercarnos a lo Divino señala que somos humanos y que estamos llenos de problemas, errores y de pecados. En el caso del Bautismo del Señor, los judíos no eran propicios a aceptar que Cristo era Hijo de Dios por mucho que Padre, Hijo y Espíritu Santo se revelaran directamente. Seguro que muchos seguidores de Juan y muchos asistentes, se sintieron muy incómodos. Pero Dios no tuvo la “tolerancia” de ocultarse para no molestar. Tomemos nota.

¿Por qué nos resulta inaceptable testimoniar nuestra Fe en público? Creo que hay tres razones principales:

  1. Creemos que la Fe no es un bien absoluto.
  2. Creemos que la Fe es tan personal, que hay que procurar no mostrarla a los demás.
  3. Creemos que la Fe nos separa y nos impide aparentar que estamos unidos. Hablo de apariencia, que es lo único que el silencio permite comunicar.

Los Obispos son Epi-Scopos: quienes vigilan desde arriba y guardan la fe. Son sucesores de los Apóstoles y por ello son vínculos de unidad entre nosotros. En los tiempos postmodernos el concepto de unidad ha quedado relegado frente a la diversidad. La diversidad es asimilada a libertad. La unidad real resulta una especie de cárcel que nos paraliza. En todo caso, se acepta quedarnos en la apariencia de unidad, ya que no nos compromete a nada. Desde este punto de vista es comprensible que el Obispo de Pinerolo tenga problemas de testimoniar la Fe de forma pública en voz alta. 

Para el católico medio actual, que los fieles profesen el Credo delante de no creyentes o de fieles a otros cristianismos alternativos, evidencia lo que nos separa y eso no es tolerable. Es decir, desde el punto de vista postmoderno, el Credo es inaceptable. En todo caso puede ser tolerado si lo profesamos de forma personal en silencio. Esto es lo que el Obispo de Pinerolo ha indicado. No descarto que en le futuro terminemos por profesar el Credo en silencio y además, se permita ajustarlo a lo que cada cual cree. La postmodernidad nos lleva a aceptar esto como algo natural y hasta loable. De la misma forma que en el medievo se dio a la guerra y a la violencia un carácter casi sagrado, hoy nos encontramos en este tipo de inconsistencias. Las ideologías cambian con el tiempo, pero el Evangelio permanece. Nuestra fidelidad es a Dios, no a lo que los hombres estiman adecuado y bien visto. Nuestra fidelidad es a Cristo y el Evangelio. Centrémonos en lo sustancial y olvidemos las modas que cambian la fe para adecuarse a la sociedad del momento. Nada de esto es revelado, sino simplemente bien visto por la sociedad en que vivimos.

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